CATACLISMO

EL PASADO QUE BUSCA SU LUGAR EN EL PRESENTE: JUDITH MÁRQUEZ Y LA REVISTA PLÁSTICA

Plástica nº 1 (1956)

Julián Serna

Las curadurías de orden histórico de alguna manera tienen mucho que ver con las prácticas mortuorias. La exhibición a la que nos estaremos refiriendo en este artículo abrió la noche del 16 de agosto de 2007 en las instalaciones de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño de Bogotá, Colombia. La inauguración de esta muestra estuvo llena de visitantes de todo tipo: el equipo curatorial, miembros del campo artístico contemporáneo, colegas, amigos y familiares de la artista que estaban reunidos para conmemorar a Judith Márquez (1925-1994) que para la fecha de la muestra ya había desaparecido hace varios años. Este tributo a Márquez era como un segundo funeral en donde todos los asistentes a la muestra se reunieron sobre los vestigios del trabajo de la artista y editora para reconocer su partida del mundo artístico y así honrar la importancia que ella tuvo para los herederos del campo artístico colombiano en el presente.

Esta interpretación de las exposiciones de historia del arte está íntimamente ligada a la manera en que la antropología entiende estas prácticas funerarias. Al respecto Clifford Geertz menciona que las prácticas funerarias y las formas de luto tienen la función de mantener la continuidad de la vida humana. Estos procesos sociales son algo que prevalece a lo largo de varias culturas, en donde los sobrevivientes se congregan a expresar sus afectos y respectos mientras que colectivamente aplacan el impulso de seguir al cuerpo difunto a su tumba. En palabra de Geertz estos ritos sociales “se enfocan alrededor del paradójico deseo de mantener el vínculo con el difunto ante la muerte y al mismo tiempo de romper ese lazo completa e inmediatamente para asegurar el dominio del deseo de vivir sobre la tendencia a la desesperación” (Geertz, 2000: 162). En esta forma de ver el luto como un proceso social, las experiencias alrededor de del sujeto extinto son articuladas por los sobrevivientes como memorias que lógicamente conectan el pasado con el presente. Siguiendo esta línea de pensamiento, el grupo que realiza el luto puede ser visto como un agente social que articula la relación entre lo que fue y lo que es.

El luto es un esfuerzo por ontologizar los restos del objeto perdido, para identificar su cadáver y así localizar el lugar que el objeto ausente ocupa en el presente. En el sentido que el luto es descrito por el psicoanálisis como la forma en que los individuos y las comunidades pueden relacionarse con las pérdidas del pasado para ganar una distancia con respecto al momento en que estas sucedieron, este concepto se ha vuelto preponderante para el estudio de la historia. Autores como Dominick LaCapra han trabajado sobre la aplicación del luto como un proceso de socialización homeopática que involucra la articulación del pasado en una narración lógica que da la posibilidad a los individuos de confrontar las pérdidas. Esta articulación del pasado en memorias permite al sujeto ganar una distancia crítica de la experiencia de la pérdida para “distinguir entre el pasado y el presente para reconocer que algo le pasó a uno (a su gente) en aquel momento, que está en relación, pero no es idéntico, al aquí y ahora” (LaCapra, 2001: 66). Ante una serie de pérdidas irremediables sobre las cuales se compone la narrativa histórica, el trabajo del historiador funciona como un catalizador que actualiza constantemente una relación del pasado con el presente y así darle una continuidad a la vida.

autorretrato en blanco y negro

Judith Márquez, Autorretrato, 1955

Desde 2007 la Fundación Gilberto Alzate Avendaño ha entablado un proyecto de largo aliento para construir la memoria de los eventos y personajes que en su momento fueron fundamentales en la conformación y consolidación del campo artístico colombiano. Esta iniciativa se ha implementado a partir de un programa de investigaciones curatoriales de carácter histórico que busca dar luz sobre figuras que por el paso del tiempo fueron olvidadas sin que hubieran encontrado un lugar apropiado en el texto de una tradición simbólica que les asegurara un lugar para ser recordados por la comunidad luego de su desaparición. Es por ello que a partir de entrevistas, material de archivo y las obras que aún sobreviven, buena parte de las investigaciones curatoriales se han encargado de construir minuciosamente una imagen de cada uno de estos artistas por medio de la cual puedan ser recordados por la institución artística del presente. Estas investigaciones son un esfuerzo por ontologizar los restos de un cuerpo de trabajos para insertar estas figuras perdidas en la literatura de la historia del arte colombiano. En esta línea de exposiciones se ha hecho un particular reconocimiento al papel que las mujeres tuvieron en la conformación del campo artístico local a través de su trabajo, tales como la escultora Feliza Bursztyn (1932-1982), Nirma Zárate (1936-1999), artista gráfica miembro del Taller 4 Rojo, un colectivo de artistas que militaron en la izquierda, la pintora y dibujante Lucy Tejada (1920-2011), la pintora Cecilia Porras (1920-1971) o la ceramista Beatriz Daza (1928-1968).

El primer proyecto que dio inicio a esta iniciativa fue una muestra titulada “Judith Márquez: En un Lugar de la Plástica”. En ella se presentó una antología de pinturas realizadas por la artista colombiana entre 1954 y 1960, así como una muestra documental sobre la revista Plástica —creada y dirigida por Márquez entre 1956 y 1960. La propuesta del grupo de investigación conformado por Carmen María Jaramillo, Natalia Paillié, Nicolás Gómez, Felipe González, Julián Serna y Jorge Jaramillo se concentró en el periodo comprendido entre 1954 y 1960, que puede ser considerado como el momento más significativo de la obra de Judith Márquez, y que coincide con la circulación de Plástica. La investigación se proponía rescatar la importancia que Márquez tuvo para el campo artístico colombiano al ser la primera mujer que incursionó en el campo de la abstracción en Colombia y una visionaria gestora cultural, que editó la primera revista especializada en artes plásticas que se mantuvo durante un lapso considerable de tiempo.

Judith Márquez, Sin título, 1955

Judith Márquez nació en Chinchiná (Caldas, Colombia), en 1925. Al finalizar la carrera de Arte y Decoración en la Universidad Javeriana de Bogotá, viajó a Knoxville, donde hizo estudios de arte en la Universidad de Tennessee. A su regreso a Colombia en 1954 fue una de las más fervientes impulsoras de los procesos de modernización artística en el segundo lustro de la mitad del siglo XX, con un trabajo pictórico regido por la incansable experimentación plástica y una labor editorial especializada en la difusión del arte moderno. En compañía de artistas como Cecilia Porras, Alejandro Obregón, Fernando Botero, Eduardo Ramírez Villamizar, Luis Fernando Robles, Edgar Negret, Alicia Tafur y Lucy Tejada, Márquez participó en la exploración y renovación de los lenguajes plásticos del momento en un movimiento hacia la modernización del campo artístico del país. Para la década de 1950, este grupo de artistas junto a un grupo de importantes intelectuales y críticos nacionales y extranjeros, habían comenzado los procesos de cimentación de sus ideas en torno al arte, que habrían de instaurarse como las propuestas legítimas para la plástica de la época.

En Colombia, la implementación de las posibilidades y libertades plásticas propias del arte moderno y la abstracción no se produjo de una forma refleja a las corrientes europeas y norteamericanas. Los artistas se abstuvieron de transplantar a este contexto preceptos radicales de ruptura y de búsqueda de la pureza del medio pictórico para así integrar diferentes modalidades de la abstracción internacional con elementos de la cultura local, tanto precolombina como popular. Así mismo, los aportes de pintores latinoamericanos como Matta, Lam, Tamayo, Mérida o Torres García sumados al influjo de Picasso y otros artistas modernos europeos, fueron importantes para enriquecer el lenguaje visual sobre el que se construyó la obra de este grupo de artistas emergentes. En este sentido, en la incursión del arte moderno en Colombia se propició la convivencia de propuestas que hubieran podido resultar contradictorias o excluyentes en otros ámbitos. El caso concreto de Judith Márquez puede tomarse como un ejemplo de este modo de operar; en su trabajo se integraron diversas fuerzas en tensión como: abstracción y referente natural o abstracción y figuración; también coexistieron las nociones de pureza y neutralidad con distintas alusiones directas al contexto.

Como artista Márquez participó en importantes muestras colectivas, tales como la III Bienal Hispanoamericana de Arte en Barcelona en 1955, la Bienal de Venecia en 1957 y 1959, el X, XI y XII Salón Anual de Artistas Colombianos, y en 1960 fue invitada a exponer en la Unión Panamericana en Washington, en compañía de Lucy Tejada y Cecilia Porras. Así mismo, expuso de forma individual en la Biblioteca Nacional, la galería El Callejón y el Museo Zea de Medellín, entre otros centros artísticos de la época. En cuanto a su labor editorial la artista gestionó y dirigió por sí sola la revista Plástica, consciente de las necesidades de su tiempo en cuanto a la comprensión de su obra y la de sus colegas ante un público que no poseía información suficiente en torno a la abstracción y a la evolución del arte moderno. La revista fue difundida en las principales ciudades del país, así como en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos.

Márquez concibió la revista Plástica como una herramienta especializada para la reflexión y difusión en torno a las artes plásticas, y según una nota editorial del primer número, afirma que: “modesta, pero dignamente, Plástica tiene el propósito de vulgarizar nuestro arte dentro de Colombia y divulgarlo en el extranjero” (1956: 2). Bajo esta iniciativa se permitió consolidar un terreno especializado para la reflexión en torno al arte moderno; se legitimó la producción de las nuevas generaciones de artistas, y se promovió su inclusión como profesionales en un entorno social al conformar un público al tanto de las nuevas producciones de arte. La revista propuso como focos de interés la revisión de algunos temas desde perspectivas históricas, el pensamiento en torno a la abstracción, la producción internacional puesta en relación el acontecer artístico nacional y, por supuesto, el cubrimiento de la actividad artística local de la época.

Judith Márquez, Dos peces, 1958

El interés sobre Plástica radica fundamentalmente en sus motivaciones como proyecto autogestionado, en su funcionamiento como vehículo de penetración del pensamiento estético y artístico de más reciente aparición en el campo internacional de mediados del siglo pasado en un país como Colombia. Plástica fue el resultado de un esfuerzo individual por lograr un ejercicio específico de difusión del arte moderno, interesado en ampliar la extensión de los discursos y debates locales en torno a las artes plásticas. En este sentido, la revista contribuyó a consolidar un espacio de reflexión que buscó conformar un público para la producción artística local de vanguardia hacia los años cincuenta y otorgar al arte abstracto un espacio legítimo dentro del entramado social colombiano.

Luego de una ardua labor de casi una década, en 1961 Judith Márquez viajó a México en donde paulatinamente se fue alejando del mundo del arte para entrar silenciosamente en el olvido. Para la realización de la muestra luego de dos años de investigación solamente se pudieron ubicar pocas obras de la artista que permanecían en algunas colecciones particulares pues, salvo algunas excepciones, su trabajo fue ignorado durante casi cincuenta años por los guardianes de la memoria colectiva, de la misma manera que ocurre con tantos otros nombres del pasado que aún están a la espera de encontrar su lugar en el presente.

 

Bibliografía:

Geertz, Clifford (2000). The Interpretation of Cultures. Nueva York, Basic Books.

Jaramillo, Carmen María; Serna, Julián; González, Felipe; Gómez, Nicolás; Paillié, Natalia y Jaramillo, Jorge (2007). Plástica dieciocho. Bogotá, Fundación Gilberto Alzate Avendaño y Universidad de los Andes.

LaCapra, Dominick (2001). Writing History, Writing Trauma. Baltimore y Londres, The Johns Hopkins University Press.

Márquez, Judith (1956). Propósitos. Bogotá, Plástica, número 1, mayo-junio.

 

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