OUKA LEELE CONTRA LA CRUELDAD
Mª Ángeles Cabré
Conviviendo con el Festival de Miradas de Mujeres, la madrileña Ouka Leele (Madrid, 1957; pseudónimo de Bárbara Allende) presenta en el Círculo de Bellas Artes una exposición-vídeo-instalación que dispara directamente al corazón de los occidentales sensibles a la situación de la mujer en otros rincones menos favorecidos del planeta, que siguen siendo bastantes. Escapando de su habitual fotografía coloreada en la que sin duda es su apuesta política de mayor envergadura hasta la fecha, Un banquete cruel. Pour Quoi? es una denuncia contundente de la cruda realidad en que desde finales de los años 90, cuando estalló la guerra en la República Democrática del Congo (antiguo Zaire), vive el 52% de la población congoleña, es decir, sus mujeres.
Mujeres cuyos cuerpos y cuya dignidad han sido convertidos en campos de batalla y contra las que la violación se usa cual arma de destrucción masiva. Mujeres que eran la base de la esperanza de su país, y de su economía, y que se ven sometidas a una violencia sexual desmedida, en realidad de una brutalidad inimaginable, se diría que con voluntad exterminadora. Una violencia de género que según las estadísticas se ha cebado ya en 500.000 mujeres, aunque en África las estadísticas son ampliamente superadas por la todopoderosa y flagrante realidad. Cosa que no quita que para la comunidad internacional, y para organizaciones como Cruz Roja, esa sea la zona del mundo donde se ejerce en estos momentos la mayor violencia sexual.
Ouka Leele incluye en su exposición un cortometraje dedicado a dar voz a Caddy Azduba, estrenado en 2012. En él esta congoleña licenciada en derecho y que ejerce el periodismo desde Radio Okapi, emisora de la Misión de Naciones Unidas en la R. D. del Congo, expone la tragedia sin más instrumento que su propia voz. Que esa voz tenga eco es la intención de esta propuesta, de ahí que vaya acompañada de siete fotografías realizadas en el Museo de Anatomía de la Universidad Complutense y de una larga mesa de quince metros, en la que podrían sentarse un buen puñado de comensales y en la que, sin embargo, reina el caos. Elementos todos ellos que la amplifican y la hacen reverberar en nuestras siempre adormecidas conciencias.
Sobre el mantel copas, vajilla, cubertería, pero también cráneos amontonados y una lluvia del maldito polvo del coltán, en realidad el codiciado tantalio en polvo, que las grandes multinacionales de la tecnología utilizan para diversos productos electrónicos (incluidos los teléfonos móviles hoy tan imprescindibles en nuestras vidas cómodas e inmunizadas a los males lejanos) y que está en el origen de los enfrentamientos que llevan a África Central a este camino de barbarie.
Pues es el mineral llamado “coltán de sangre” la codiciada presa de esas guerras fratricidas impulsadas y financiadas por empresas sin escrúpulos en un mundo en el que marcas de prestigio internacional se sirven del trabajo infantil en régimen de esclavitud, de inhumanas maquilas y de cosas aún peores. A los pies del mantel, montones de placas base de ordenadores que exhiben desventradas sus metálicas filigranas, y en un extremo de la mesa los Kalashnikov apuntando al aire, erectos, prestos al asalto. Una nube de flores blancas sobrevuela la mesa: esperanza o luto, quién sabe.
La mesa alude a un sangriento episodio narrado por Azduba en su relato, que quien quiera puede escuchar aquí: https://vimeo.com/109123980. Mesa que a su vez nos remite a The Dinner Party de la artista Judy Chicago, que podemos visitar en el rincón dedicado al arte feminista del Brooklyn Museum. Una mesa en este caso triangular, cada uno de cuyos lados tiene precisamente quince metros, como la de este cruel banquete que glosamos, y en la que en 1979 Chicago sentó imaginariamente a un millar de mujeres clave de la historia (en concreto novecientas noventa y nueve), de Hypatia a Artemisia Gentileschi o Virginia Woolf. Sin olvidar que asimismo en Some living women american artists, de Mary Beth Edelson (pieza de 1972 e inspirada en La última cena de Leonardo da Vinci), a una mesa de banquete se asoma un nutrido grupo de mujeres del arte, como Georgia O’Keeffe, que hace las veces de Jesucristo.
Tranquiliza saber que la lucha por las mujeres que en los años 70 recibió tan relevantes contribuciones artísticas, sigue hoy su camino con aportaciones como esta de Ouka Leele, que pone en la picota un conflicto bélico cuyos muertos se contabilizan ya a gran escala, instigado por la extracción ilegal de minerales (diamantes y casiterita, además del citado coltán) y que tiene en las mujeres a sus principales víctimas. No son aquí ni artistas ni célebres damas las que debieran sentarse a la mesa azotada por la codicia del coltán y la más que reprobable connivencia internacional, sino esas mujeres anónimas de raza negra que con los sexos desgarrados y la mirada extraviada vagan aún por los bosques en manos de los rebeldes.
“Hablar es actuar”, insiste Caddy Azduba, de ahí su empeño en difundir el drama que sus compatriotas sufren. Y todo arte que no sea epidérmico es, afortunadamente, político.
Ouka Leele, Un banquete cruel. Pour quoi?, Círculo de Bellas Artes, Madrid. Del 14 de febrero al 18 de mayo de 2014.