ANA MARI MARÍN, “PINCEL ENTRE PINCELES”
Asun Requena
Si tenemos una pintora en Navarra que sigue entregando su vida al arte, ella es Ana Mari Marín. Muy cerca de la iglesia de Elizondo, se alza la casa de varios pisos construida con piedra de Almandoz, con ese color rojizo tan peculiar que también poseen las antiguas casas de los Indianos. Con claro tono se perfilan las ventanas, que con seguridad encalarían los baztaneses en décadas pasadas.
A sus 82 años sigue en activo porque ya sabemos cómo es este oficio, en el cual, no hay jubilación porque el compromiso del artista es para siempre.
Mientras esperaba en la puerta, miraba el cartel de chapa ovalado, que anuncia su galería. Me abrió con una cordialidad inusitada en estos tiempos, y yo le planté dos besos. Me invitó a entrar y paseé por un pasillo lleno de recuerdos históricos o quizás de “historias de recuerdos”.
Nos sentamos en el saloncillo con chimenea y colocó la silla para mí frente a su sillón. En la pared “cuadros soñados”, fotografías de familia incluyendo unas cuantas de Jorge Oteiza, pariente por parte de los Arín de Orio, amigo y cómplice en este camino que es la vida.
Los Arín Embil fueron y son fabricantes de muebles de madera a medida, famosos dentro y fuera de nuestras fronteras, por sus muebles rústicos, sobrios a la par que elegantes. Comenzamos con la charla y me pregunta:
– ¿De verdad que no te conozco de antes?
– Sí.
– ¿Pues no me has dicho que no me conocías?
– Te conozco desde pequeña.
– Sí!!!!!!!!!
– Mi madre me enseñaba las reseñas del periódico tuyas. Me decía: “Mira, Ana Mari!!!”. Yo te miraba embelesada mientras tocabas el piano en el jardín. Así, año tras año, anunciando la calidez del verano.
Sus comienzos fueron fruto del azar. Por el pueblo pasó un soldado, Fidalgo, que estaba haciendo el servicio militar. Una Ana Marín niña lo seguía en bicicleta cuando lo veía pasar preparado para el “plein air”. Tras varias barrilas infantiles, Fidalgo accedió y le facilitó un pequeño lienzo. Así comenzó todo.
Su amoña (abuela), como dice “La Marín”, tenía una gran tienda de ropa infantil y bordados de época. Hasta la familia Real se vestía allí cuando veraneaban en aguas donostiarras. La tienda todavía existe. Llegó a tener cien empleados contando con el taller. Todo esto me lo contó a razón de las mujeres que le habían influenciado en su vida. De la abuela mamó el gusto estético. Su madre también “hacía cosas”. Recordaba una mesa que le había hecho de marquetería y taracea que todavía conserva. Por otro lado, todos los hermanos tocaban el piano, lo que no le pregunté es si alguno más cantaba, como ella, en la Coral. Exiliados a Francia, cuando sólo contaba tres años, estudió en San Bartolomé. Años más tarde en el Colegio El Pilar de Irún.
Comenzó sus estudios en Madrid a los 18 años en el Círculo de Bellas Artes, bajo la tutela personal de la pintora Menchu Gal, pariente también. Su primera exposición la hizo en la Caja de Ahorros Municipal a mediados de los años cincuenta. Fue la tercera que estrenó la sala. Los anteriores fueron hombres.
Para los años cincuenta ya había disfrutado toda Europa. El secreto, la Coral de Elizondo, dirigida por Juanito Eraso, del que habla con un gran cariño. También había viajado a N.Y. muchísimas veces acompañando a los pastores de su tierra hasta el otro continente. Desde luego no queda duda del espíritu emprendedor de este pueblo.
Llueve fuera y paseamos de estancia en estancia admirando los cuadros con motivos de allí; la danza de los chicos, los paisajes baztaneses, el cantábrico, San Petersburgo…
Ana Mari Marín, Paisaje del Baztán
La pintura de Ana Mari es rica, pincelada ondulada sin arrepentimiento, maestría en la armonía del color, pero gestual, difícil de imitar, fruto de la verdad, como me dice ella: “Hago lo que siento y lo visto. Uno se cultiva viendo, y se enamora de la pintura y el trabajo”.
Su gestualidad es musical. Sabe qué melodía interpreta su pintura. Si bien en óleo cierra el espacio y los planos, en la acuarela deja un espacio en blanco entre toque y toque, haciendo de cada pincelada una microunidad, aislada con personalidad dentro de un todo que es la propia acuarela, potenciando la función del blanco en la misma, que en otros autores se limita sólo al puro espacio geométrico de marco.
Van Gogh fue y sigue siendo fuente de referencia. Habla, como todos, de Goya y Velázquez, pero se ilumina con Van Gogh y con Oteiza. Me expresa que en su sentir, podían haber sido la misma persona. Se le ilumina la cara con el recuerdo de Jorge, y ríe a gusto contándome historietas de Francis Bartolozzi.
Hace aproximadamente dos años, el Ayuntamiento de Pamplona preparó una retrospectiva a la baztanesa, con un catálogo de lujo y una clausura con danzaris. Muy propio de la tierra, para agasajar en vida, una idea muy buena, a la primera representante de la pintura en Navarra, de la Escuela del Baztán y de la del Bidasoa.
He aquí a una mujer que nos abrió las puertas a las demás.
Muxu bat (Un beso).