CATACLISMO

SOFONISBA EN EL MUSEO DEL PRADO

Autorretrato pintando, después de 1555. Museo Zarnek (Lancut)

SOFONISBA EN EL MUSEO DEL PRADO 
Amparo Serrano de Haro

En el Museo del Prado hay expuestas solo unas pocas obras de mujeres artistas de forma continuada: Sofonisba Anguissola (h. 1530-1626), Artemisia Gentileschi (1593-1652/3), Clara Peeters (act. 1607-1621), Angelica Kauffman (1741-1807) y Rosa Bonheur (1822-1899).

Son las tres primeras las que tienen mayor importancia, ya que su antigüedad (se trata de artistas de los siglos XVI y XVII) es mayor. Pintaban cuando pocas mujeres lo hacían y, por lo tanto, mucha de la obra de estas creadoras ha desaparecido. Esto se debe a que después de un éxito inicial debido a la rareza y a la excepcionalidad de su condición de “artistas mujeres”, pasaron a ser olvidadas durante mucho tiempo. Su excepcionalidad jugó primero a su favor y finalmente en contra, como fue siempre el caso con la producción artística de las mujeres. Ya que nunca fue aceptado su trabajo sino como una curiosidad, no exenta de interés, pero en el fondo carente de importancia real, de normatividad. Así ha sido la reacción al arte de la mujeres, bajo cualquiera de sus formas, a lo largo de la historia (casi se puede decir que hasta los años cincuenta del siglo XX).

Así pues, muchas de las obras de estas mujeres geniales, principalmente del Renacimiento y del Barroco, y de las que les siguen, han desaparecido bajo otras atribuciones, y existen en la oscuridad de sótanos de museos grandes y pequeños y de colecciones particulares, como obras de artistas masculinos desconocidos: entre toda esa plétora de creadores secundarios a los que la historia del arte, por una u otra razón, ha relegado al olvido. Otras obras fueron simplemente destruidas como consecuencia de la desidia, la ignorancia y los distintos avatares en los que su falta de “nombre conocido”, es decir reconocido por la historia, las ha hecho naufragar.

De entre todas estas pintoras, el caso de Sofonisba Anguissola es realmente singular, porque ella forma parte de la historia de España y de un reinado tan importante y crucial como el de Felipe II, y, por lo tanto, el Museo del Prado es su casa. Esta pintora italiana pasó catorce años en la corte española como dama de compañía y profesora informal de dibujo de la reina Isabel de Valois. Sin duda, la juventud de la reina hizo pensar a los que velaban por su integración en la corte que la compañía de una dama joven, italiana como su madre la Medicis, suavizaría sus primeros años y el cultivo de las artes la acercaría a su esposo. Gracias a ello tenemos sus retratos de la corte española que son un documento excepcional, ya que su perspectiva sobre los miembros de la familia Real, fue distinta e innovadora, más íntima y personal de lo que había sido la relación de los reyes españoles con los pintores, hasta llegar a Velázquez. Sofonisba fue fundamentalmente retratista, por ser ésta la más lucrativa de las posibilidades para un pintor y puesto que tuvo que especializarse pronto siendo su educación plástica reducida y a cargo de artistas menores. A pesar de lo cual, logró adquirir no solo un dominio técnico notable (que se perfeccionó durante su estancia en la corte) sino un entendimiento del arte de la pintura fuera de lo común. Su presencia en el Prado es por tanto excepcional en muchos sentidos.

El Museo del Prado es, simple y llanamente, el museo que más obras tiene de Sofonisba Anguissola —un total de cuatro pinturas—. Sin embargo, durante mucho tiempo ha ignorado ese legado, dándole muy poco valor. Ya siendo Calvo Serraller director (1993-1994), rehusó participar en la primera muestra importante sobre Sofonisba (Sofonisba Anguissola y sus hermanas, 1994). Además, durante todo ese tiempo, este museo no ha buscado investigar, ni comprar las obras de esta artista, que le fueron ofrecidas en distintos momentos. Solo hay una adquisición que se ha hecho, un cuadro bastante mediocre, aunque maravillosamente restaurado, y es obra de una hermana de Sofonisba, Lucia. Aunque hay que destacar de modo positivo los trabajos de restauración y de análisis radiológicos de las obras de la artista, hechos a raíz de la presente exposición Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana. Desgraciadamente, en lo referente a aspectos teóricos e intelectuales de la figura de Anguissola, ésta no es una muestra de auténtico interés.

Entiendo que se trata de una afirmación grave y la hago simplemente desde la perspectiva de una historiadora del arte y no del público en general, para el que siempre es positiva la difusión de obras de arte de mano femenina. Como este ha de ser un texto breve, no voy a comentar nada sobre la exposición de Lavinia Fontana, excepto que al ser posterior a Sofonisba no aporta nada, ni iconográficamente, ni históricamente, a la comprensión de nuestra pintora: la relación entre ambas pintoras no se aclara, ni existe (excepto en la vigencia del modelo de autorretrato que he desarrollado en varios trabajos míos), ni tampoco sirven para iluminar ningún punto teórico en concreto, sino que se sitúan de espaldas la una a la otra. En realidad, pareciera que Lavinia Fontana, está allí simplemente para encubrir un vacío: el vacío de las nuevas obras, de las nuevas investigaciones, de las nuevas perspectivas sobre Sofonisba que están ausentes en esta exposición. Por lo demás, la conservadora y comisaria de la exposición, Leticia Ruiz, recoge simplemente lo ya sabido y catalogado de ambas pintoras.

Isabel de Valois sosteniendo un retrato de Felipe II, 1561-1565. Museo del Prado

Por tanto, tenemos el curioso caso de que la exposición actual del Prado sobre Sofonisba recoge mayoritariamente las obras que le atribuyó Maria Kusche en su famoso catálogo de 2003 y algunas otras identificadas por Mary Garrard. Pero no hay una nueva lectura de sus obras y muy pocos añadidos a su corpus y estos poco significativos, como si en estos casi veinte años no hubiese pasado nada (cuando nos consta que se han descubierto muchos cuadros suyos),y nadie hubiese escrito nada sobre la pintora. Incluso peor, las hipótesis más interesantes planteadas por Kusche y los temas candentes y aún no resueltos, como la autoría del famoso retrato de La dama del Armiño, que Kusche y otros muchos historiadores consideran obra de Sofonisba, no aparecen ni siquiera mencionados por la conservadora. ¿Por qué hacer una aportación histórica cuando es tan fácil dejar las cosas tal y como están? Porque se trata del Museo del Prado, y eso requiere una exigencia intelectual del primer orden en sus exposiciones, quizás…

Por lo demás, y aún peor, la conservadora toma libremente ideas, descubrimientos iconográficos y demás datos procedentes de historiadores españoles, sin citarles ni a ellos, ni a sus libros. Aunque sí se citan, de ese modo provinciano que uno querría eliminar del ámbito intelectual español en que se aprecia solo lo ajeno y se desprecia lo propio, las obras de los extranjeros: ¿Por qué no hacer lo propio con los historiadores españoles?

Así que sí, hay algunas cosas nuevas, pequeños detalles, todos tomados de otros historiadores y sin citar: la serie de los autorretratos femeninos que se incluye en la exposición, por ejemplo. Igualmente, existen algunos descubrimientos iconográficos que la comisaria Leticia Ruiz no se atreve a mencionar claramente como suyos, ya que no lo son, pero de los que escamotea, penosamente, la procedencia.

Felipe II, 1565. Museo del Prado

 

La exposición pendiente sobre Sofonisba Anguissola queda por hacer y no dudo que se hará. Pero no es aquella que diluye su obra, invisibilizándola, “metiéndola en el saco” junto a otras artistas mujeres de épocas posteriores. La relación de género no debe de ocultar, sino al contrario, la prevalencia de las consideraciones históricas. Solo así se puede analizar, explicar y entender, la lucha de poder que en la sociedad patriarcal tenía lugar en torno a cualquier éxito femenino en el ámbito público. Al igual que en el caso de la pintura en general, es decir, la pintura de hombres, es importante estudiar al artista, masculino o femenino, dentro del contexto social, técnico, estilístico e iconográfico de su época.

Estas generalizaciones son dañinas. Y presuponen la existencia de un “eterno femenino” que es una ficción. Al igual que el hecho de que la conservadora sea una mujer, no quiere decir que tenga conocimientos, aún básicos, de teoría del arte feminista.

Por lo tanto, sigue siendo necesaria una exposición de Sofonisba que amplíe la dimensión de sus obras reconocidas y de su genio, y que, por lo tanto, la relacione con su tiempo, con la pintura que la precedió y con la pintura de la corte que se estaba haciendo en ese momento, especialmente, claro, la de Alonso Sánchez Coello, con el que se confundió su producción durante mucho tiempo. Sobre todo, tal y como estableció Maria Kusche de forma magistral hace veinte años, estudiar y analizar la innovación que supone Anguissola en el retrato de corte. Mientras tanto, comprar algunas de las maravillosas obras de Anguissola que salgan al mercado del arte no parece una mala forma de empezar a prestar atención a un legado importante.

Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana, Museo Nacional del Prado. Del 22 de octubre de 2019 al 2 de febrero de 2020.

 

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