CATACLISMO

DE LO ESPIRITUAL Y LO SAGRADO. RÉQUIEM POR ISABEL BAQUEDANO

DE LO ESPIRITUAL Y LO SAGRADO. RÉQUIEM POR ISABEL BAQUEDANO
Asun Requena Zaratiegui

El Museo de Bellas Artes de Bilbao acoge desde el 30 de octubre de 2019 una retrospectiva sobre la obra y la vida de la artista navarra Isabel Baquedano, con objetos y fotografías personales que hacen el recorrido dinámico y curioso, ya que estos objetos personales no se hubiesen podido contemplar si no lo hubiese permitido la familia.

La exposición, que lleva por título De la belleza y lo sagrado, pretende que la espectadora o espectador cuestionen el sustantivo y el adjetivo que la definen; el concepto de belleza como lo más catártico y lo sagrado, como algo inalcanzable. En Isabel Baquedano la belleza es academicista evolucionada, nos aporta mucho más. Lo sagrado para ella viene dado por su religiosidad latente en muchos de sus temas de sus obras como la iconografía de la Madonna, la Crucifixión, la Piedad, la Máter Dolorosa o la Última Cena con María Magdalena como protagonista. Su espiritualidad podemos contemplarla tanto en obra religiosa (Anunciaciones) como en otras con temáticas diferente, bien sean retratos u objetos. Baquedano dota a las cosas de un aura cromática resumida en sus contrastes lumínicos. Si eliminásemos las figuras u objetos de sus cuadros, o los redujésemos a masas de color, nos acercaríamos a la teoría de la luz y la espiritualidad de Rothko. El dibujo, herencia de los renacentistas italianos y de la sabia mirada de quien observa del natural, traspasó a sus alumnos de Artes y Oficios en Pamplona y su huella perdura en sus alumnas Elena Goñi y Amaya Aranguren. También encontramos ciertos caminos paralelos en la pintura y dentro del proceso creativo de su primo Juanjo Aquerreta.

En la exposición podemos encontrar, por un lado, la evolución en el tiempo de su estilo en su obra, haciéndose así mucho más pedagógica y, por otro lado, la historia artística a través de los objetos.

El primer objeto que no hay que olvidar es el catálogo de la exposición que tiene el lujo de contar para sus textos con la Catedrática en Historia del Arte de la UPV-EHU, Adelina Moya. El catálogo en sí es una obra para quien quiera conocer otros planteamientos sobre el arte y la artista, con una visión muy particular que enriquece a quien lo lee. No se trata de un catálogo al uso, sino de una obra narrativa en un catálogo. Cuesta pensar que Moya no conocía a Baquedano con plenitud, por lo tanto deducimos que el trabajo de investigación ha sido ímprobo, pero satisfactorio.

Entre otros objetos se encuentra una de las copias del Manifiesto del grupo Danok, cuya reunión tuvo lugar en Vitoria, pero a la que Isabel Baquedano no acudió. Le harían llegar los papeles y ella intentó mover alguna exposición en Pamplona, que no llegó a consumarse. También en la vitrina, una medalla concedida por el Ayuntamiento de Pamplona en 1960 en el certamen de la institución. Nunca las había visto, una curiosidad.

En cuanto a periodos en su obra, podríamos resolver en cuatro etapas que coinciden con las décadas. La primera, que comienza en los años cincuenta, es su etapa de aprendizaje hasta entrados los años sesenta, donde ya tiene muchas cosas que contar en su obra sobre políticas sociales y las lacras del momento. No quiere enseñarnos los rostros de sus protagonistas y elige que cada uno de ellos nos dé la espalda que podemos contemplar, pero de cuyas intrigas no podemos ser partícipes en las dos dimensiones. Construye otra manera de retratar, otro concepto del retrato que enseña a la espectadora otra información que a la pintora le parece más interesante.

Este realismo social lo contemplaremos hasta entrados los años setenta, donde reducirá su paleta al color verde, que llenará casi toda la superficie en cada uno de sus lienzos. Lo que le separa de la primera etapa es el color, los temas, el primer plano en los objetos y el desenfoque de los mismos. De esta época es el cuadro con el motivo del lavavajillas o la televisión, cuestión que ahora sería lo cotidiano, pero que en aquel entonces era novedoso. Si los maestros flamencos enfocaban en su época hasta lo no enfocable, dado que el ojo humano no ve así –solo la tecnología como una cámara fotográfica puede enfocar varios puntos–, la pintora decidió utilizar el desenfoque en sus obras y dignificarlo porque hasta el momento se había considerado no válido en pintura. Estas obras nos recuerdan al realismo americano en la sencillez, y la excentricidad del pop. Al finalizar los setenta, realiza una serie de apuntes del natural en tonos grises con pincelada mantecosa, en unas telas que nos trasladan a las de Matisse.

Los años ochenta los comienza con unos grandes lienzos con motivos de lámparas de araña con base pictórica verde, pero con más gama de color en su paleta que dará paso a la serie de sus recuerdos sobre Grecia, cuadros de formato medio y grande donde la pintora hace un elogio de la belleza del clasicismo griego, del atardecer y de la figura humana (1980-1981).

A su regreso comenzará con otra línea de estudio con fondos basados en la teoría de la abstracción geométrica y con un objeto común, el muñeco de madera, con el que tratará la línea curva. Reminiscencia a De Chirico y al surrealismo de 1988 a 2004. En 2003 comenzará con sus personajes circenses, obras de pequeño formato que recuerdan al proceso creativo de Picasso en la manera de tratar el dibujo y el color, pero con una composición en escenarios que recuerdan el Renacimiento italiano.

Capítulo aparte merece su obra religiosa, en la que se zambulle a partir del año 1995 hasta su muerte, trabajando temas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Quizás por motivos de salud, quizás por la edad avanzada o necesidad existencial, se pregunta sobre estos temas. Quizás, simplemente, por sus creencias. El papel de la mujer y la representación en sus obras es reseñable. Pinta a la Virgen María (2008-2010) en sus diferentes edades y a María Magdalena (2015-2016).

Isabel Baquedano nació en Mendavia (1929), se formó en Madrid en la Academia de San Fernando y regresó a Pamplona, donde impartió clases en la Escuela de Artes y Oficios. Vivió a caballo entre Pamplona y Madrid donde falleció (2018). Expuso individualmente en Madrid en galerías en los años en los que a las mujeres no se les permitían muchas licencias artísticas ni sociales. Posee obra en el Museo de Navarra, Museo de Bellas Artes de Bilbao y los fondos del Museo del Prado.

Su última intervención pública artística la hizo para el vídeo mostrado en el Museo de Navarra en la exposición Reflexión / Inflexión (2016). La pintora hablará sobre su obra y su proceso creativo, su faceta como mujer en el arte y su visión temporal del arte en Navarra.

Sus últimas obras sobre los apóstoles y María Magdalena como uno de ellos muestran ya el cansancio de un camino recorrido y la necesidad vital de seguir creando aún en las dificultades. Sobre papel fotocopiado pinta con colores puros sobre un sencillo dibujo sin ningún pudor. Se permite la valentía de la que no tiene nada que perder, colores llamativos, fucsia, amarillo, azul eléctrico, verde…

En la composición creada en el muro para el museo podemos encontrar ese algo que no tienen las otras, la parte de la vida que no necesita contención, un regalo para los admiradores de esta artista que tuvo que esperar el reconocimiento oficial de su trayectoria a su muerte.

Isabel Baquedano, De la belleza y lo sagrado, Museo de Bellas Artes, Bilbao. Del 29 de octubre de 2019 al 19 de abril de 2020. Museo Universidad de Navarra, Pamplona. Del 5 de junio al 20 de septiembre de 2020.

 

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