CATACLISMO

DE CHARLA CON ESTHER REGUEIRA MAURIZ

DE CHARLA CON ESTHER REGUEIRA MAURIZ
María Bueno

Llevo siguiendo la labor y trayectoria de Esther Regueira desde hace unos años, con especial atención desde que empezó a formar parte activa de los Encuentros de Arte Artifariti en el Sáhara Occidental.

Hemos coincidido en charlas y encuentros online. Me interesa la seriedad y aporte en cuestiones culturales, así como su compromiso y coherencia en torno a la dignificación del trabajo que desempeñamos los profesionales, dentro del contexto artístico español.

En estos días en los que comisaría una exposición que conecta Japón, Sevilla y el Sáhara Occidental, aprovecho para conversar e intercambiar con ella, comentándonos más al detalle cuál es su andadura y recorrido, cuál su sentido de lucha y posicionamiento; profesional y vital.

María Bueno. Danos unas breves pinceladas de quién eres y a qué te dedicas. ¿Cómo llegaste al mundo del arte y cultura?

Esther Regueira. Estudié Historia del Arte en la Universidad de Granada. Al terminar la carrera comencé a trabajar como asistente de Mar Villaespesa en Plus Ultra, el proyecto de arte contemporáneo del Pabellón de Andalucía de la Expo’92 producido por BNV, una propuesta de intervención en el espacio público que intentaba cuestionar el carácter de celebración del 92 y el marco institucional en el que tenía lugar descentralizándolo. Fue una gran escuela.

Cuando terminó Plus Ultra, Miguel Benlloch y  Joaquín Vázquez me ofrecieron continuar con ellos en la productora BNV y poco después me dieron la oportunidad de comisariar mi primera exposición, La Bienal de Arte en la Frontera: Andalucía/Algarve (en 1993), una muestra que reflexionaba sobre ese contexto fronterizo y las posibles alteraciones en las comunicaciones, los flujos migratorios y las relaciones entre Andalucía y el Algarve que el nuevo puente produciría. Creo que vieron una especie de inconsciente seguridad en mí misma que ni yo mismo apreciaba al ofrecerme ese comisariado cuyo resultado fue una exposición que nació principalmente del intenso diálogo con los artistas. Me di cuenta de que eso era a lo que me quería dedicar, al comisariado-producción de proyectos de arte contemporáneo, pero era consciente de que necesitaba más formación.

En esos años, el comisariado como profesión estaba prácticamente en sus inicios. Conseguí un beca del Ministerio de Cultura y me mudé a Nueva York, para compaginar mis estudios de doctorado en la Universidad de Nueva York con unas prácticas en el MoMA. Mi intención era entrar en el Independent Study Program del Whitney después del MoMA, pero una vez allí me enredé en mil historias. En la segunda mitad de los años noventa Nueva York tenía una interesantísima escena cultural y yo acudía a todo tipo de actividades, tanto de los grandes museos como de los espacios más alternativos y, digamos, disidentes con la cultura hegemónica. Eran lugares interesados en las relaciones de la cultura con el contexto socio-político, económico, multidisciplinar y multicultural, que generaban debates interesantísimos haciendo partícipe a la comunidad. Esas maneras de hacer me interesaron muchísimo y de alguna manera conformaron la mía.

A los cuatro años regresé a Sevilla porque me solicitaron para trabajar en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. En el CAAC estuve un tiempo como coordinadora y comisaria de proyectos específicos, pero la dirección tenía una visión diferente a la mía sobre lo que debía ser el centro de arte y decidí cambiar de ruta. Me fui a Madrid y allí trabajé en la revista digital centrodearte.com; utilizamos tanto la web como nuestra oficina como una especie de laboratorio o escenario de propuestas experimentales que indagaban en la función social del arte y la cultura buscando otras maneras de presentar arte y generar conocimiento, fuera del formato expositivo tradicional. Luego nació Jimena, mi hija y me tomé un mini respiro.

Trabajé como comisaria independiente unos años hasta que me llamaron de Manifesta para dirigir la octava edición de esta bienal internacional de arte contemporáneo que tuvo lugar en Murcia y en Cartagena. Al término de la bienal pasé a formar parte de su equipo. Fui miembro del Board  en la novena edición de la bienal celebrada en Bélgica y posteriormente trabajé como Directora del Departamento de Publicaciones en las ediciones de San Petersburgo, Zúrich y Palermo. Manifesta me ha permitido trabajar en diferentes contextos socio culturales y con muchxs comisarixs como Cuauhtémoc Medina, Joanna Warsza o el colectivo Tranzit.org, así como con un enorme número de artistas y de agentes culturales con maneras de hacer muy diversas, y eso ha sido super enriquecedor.

Hace un par de años la vida me llevó a reorganizar mis prioridades y ahora compagino comisariados con una labor de investigación, docente ocasional y trabajo editorial.

María Bueno. Eres docente, investigadora, gestora y comisaria, ¿nos explicas acerca de tus intereses y cómo los vinculas a tu práctica profesional?

Esther Regueira. A mí me educaron para tener eso que Virginia Wolf llamó “una habitación propia”, porque tengo la enorme suerte de tener unos padres que han priorizado la formación humanista (afectos, valores y conocimiento) sobre todo lo demás, y que siempre han creído en la igualdad de capacidades independientemente del género.

Digamos que me recuerdo feminista desde que tengo uso de razón. Me inicié en lecturas de textos sobre feminismos de la mano de la activista María José Belbel, una amiga y compañera de militancia de los BNV. Pero fue en Nueva York donde tomé contacto con el activismo feminista en el arte a través de bibliografías claves como Laura Cottingham o Lucy Lippard pero, sobre todo, de la relación con artistas como Barbara Ess o Andrea Blum que habían pertenecido a WAC (Woman Action Coalition), con Robin Kahn con quien colaboré en la publicación Time Capsule: A Concise Encyclopedia by Women Artists o con los discursos LGTBIQ+ de la mano de la performer cubano-americana Carmelita Tropicana y los debates poscoloniales con Coco Fusco, entre otras. Estas mujeres y otras muchas, con las que a día de hoy sigo manteniendo una gran relación, fueron enormemente inspiradoras y fundamentales en mi formación, y en mi vida. Allí inicié un camino en el conocimiento de las prácticas artísticas activistas feministas que luchaban por repensar y reescribir la historia del arte oficial, demandaban la recuperación y visibilización de las mujeres artistas; su presencia en la institución arte. Ese tipo de prácticas ha construido mi modo de pensar y de hacer.

Mis intereses son muy variados porque soy muy curiosa. En general me interesan los discursos y actitudes que problematizaban las relaciones de poder y jerarquía basadas en el género, la raza o la clase social, y eso se refleja tanto en mis comisariados como en mis investigaciones y en los trabajos docentes que realizo. Y por supuesto en mi vida.

María Bueno. Entre los proyectos de investigación, docencia y arte que has realizado ¿cuáles han sido importantes y decisivos?

Esther Regueira. Pues no sabría qué decirte. Creo que cada uno de ellos ha sido importante porque con cada uno he crecido intelectual y humanamente; en unos he tenido más espacio para la investigación, o más margen de producción, o la experiencia de trabajar con equipos multidisciplinares, etc.

Por mencionar uno quizás Agitación como ritual cotidiano, para el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (2001). Porque me permitió realizar una extensa investigación de trabajos realizados por mujeres latinoamericanas en los años setenta bajo situaciones políticas y sociales muy convulsas, obras que se concibieron como una herramienta con la que desarrollar poéticas y políticas de agitación. Me movía el interés por mostrar que ciertos discursos y actitudes no son exclusivas de los centros ni del género hegemónicos; en México, Chile o Argentina había mujeres desarrollando obras tremendamente valientes y radicales en contextos políticos dictatoriales, que usaban su cuerpo como campo de batalla de una manera absolutamente pionera.

Hice esta investigación a raíz de trabajar en Ciudad de México, en un momento en el que Latinoamérica no era en absoluto foco de atención de los museos occidentales pero que comisarias como Berta Sichel, quien me invitó a hacerlo, ya había cuestionado el concepto de “América” como tal y reivindicado la influencia que América Latina había tenido históricamente en la maquinaria cultural y en la producción de conocimiento de Europa principalmente, pero también su incidencia en Norteamérica. Durante el proceso conocí a artistas increíbles como Lotty Rosenfeld o Anna Bella Geiger, tremendamente generosas conmigo, así quienes les estoy tremenamente agradecida.

Pero en fin, podría mencionarte muchos otros, como el programa de cine y vídeo Public Secrets que hice para el Knitting Factory un espacio emblemático en NY que fue el primero que comisarié en esa ciudad o Pasarse de la Raya que se presentó en Ciudad de México y en Guadalajara, y que me ofreció la posibilidad de conocer la efervescente situación cultural que vivía a finales de los años 90’s y de trabajar en un país que adoro.

O algunas exposiciones individuales con artistas que sigo hace tiempo y de lxs que conozco la evolución de sus trabajos y los contextos en los que han sido producidos, y con lxs que he establecido significativos relaciones intelectuales y afectivas como, por ejemplo la muestra de Rafael Agredano titulada Prólogos para el CAAC, la de Quico Rivas. Una continua maquinación para el ICAS (en colaboración con Mar Villaespesa) ambas en Sevilla, o en La celda grande de Alonso Gil para el MEIAC de Badajoz.

Quico Rivas. Una continua maquinación. Espacio Santa Clara, ICAS, Sevilla, 2018

En cuanto a docencia, es curioso porque cuando acabé la carrera no quería dar clases en un instituto como deseaban la mayoría de mis compañerxs. Sentía que no tenía nada que enseñar y sí mucho que aprender. Sin embargo ahora lo disfruto enormemente, colaboro con algunas universidades y realmente siento que puedo compartir algo y generar un trasvase de saberes con los estudiantes, muy productivo para ambos.

Pero por citar un taller que sí fue bastante relevante por el resultado, mencionaría el que impartí en la Universidad de San Petersburgo, durante  Manifesta 10. Desde el Departamento de Publicaciones de Manifesta ofrecimos al Programa de Estudios de Comisariado del Smolny Institute de la Universidad de San Petersburgo, el archivo completo del Manifesta Journal, una publicación periódica sobre prácticas y teorías del comisariado contemporáneo que se comenzó a editar en 2003. A partir del trabajo en el archivo y de una serie de conversaciones con los responsables del programa y con los estudiantes, en las que se nos comunicó la falta de bibliografía publicada en ruso sobre comisariado y crítica del arte, decidimos hacer una publicación.

Trabajamos en una selección de artículos escritos por comisarixs e intelectuales internacionales que tradujimos al ruso y publicamos el libro The Manifesta Journal Reader, gracias al apoyo económico de la Fundación Calvert 22. Me consta que ha sido y es un libro muy usado porque continuo intercambiando mails con personas del programa, tanto profesorado como estudiantes, que así me lo hacen saber.

María Bueno. ¿A qué tipo de proyectos o propuestas le dirías sí sin pestañear?

Esther Regueira. Supongo que a cualquiera que me haga crecer intelectual y afectivamente. Como te he dicho, soy una persona tremendamente curiosa, con gustos muy eclécticos, así que cualquier propuesta que permita explorar el potencial de las prácticas estéticas y genere situaciones que, desde un posicionamiento crítico, propicien el intercambio simbólico y real de saberes y emociones, me resulta atractivo.

María Bueno. ¿Establece tu línea de trabajo una conexión con tu propia identidad, con quién eres? Si es así, ¿piensas que el arte es transformador?

Esther Regueira. Lo contrario sería casi imposible, ¿no?, los lugares que he habitado, las personas que he conocido, a las que he amado, con las que he vivido o trabajado, las lecturas, el cine, la música, etc. Todo eso me ha construido y lo que soy se refleja en mis modos de hacer.

Y sí, creo que el arte tiene potencialidades que pueden provocar cambios. Te cito un ejemplo. María Angustia García, Alonso Gil y yo pusimos en marcha Sahara Libre Wear, un proyecto de arte colaborativo que utiliza el textil como herramienta de comunicación social y política que se desarrolla en los campamentos de refugiados del Sahara Occidental. He visto como ese proyecto se ha transformado y ha pasado de ser un proyecto de arte a convertirse en uno de capacitación que funciona actualmente como una cooperativa independiente. Así que sí, creo en cierta capacidad de transformación del arte incluso en zonas tan hostiles y maltratadas como es el Sáhara Occidental.

Esther Regueira en Artifariti. Encuentros internacionales de arte y derechos humanos
en el Sahara Occidental.

María Bueno. Gracias a trabajar en proyectos diferentes entre sí, con profesionales procedentes de ámbitos multidisciplinares, ¿podríamos decir que te resulta positivo compartir, aprender y crecer en colectividad?

Esther Regueira. Me interesa generar propuestas que cuestionan y desplazan los modos tradicionales de producir y consumir arte, y para ello es necesario colaborar con diferentes agentes que, en muchas ocasiones, no pertenecen necesariamente al territorio arte. Esto resulta tremendamente enriquecedor. Definitivamente sí, me gusta crear diversos tipos de alianzas activen dinámicas que piensen en lo social y lo político en relación al momento y el lugar en el que trabajo. Y siento que esto es solo posible desde lo colectivo.

María Bueno. Referentes…

-Dos creadoras artistas.

Esther Regueira. Tengo muchos y obviamente, no solo dentro del territorio del arte. Pero como se que te refieres principalmente al terreno profesional te diré que artistas como las que he mencionado arriba y otras como Joan Jonas o Trisha Brown en cuyos archivo trabajé meses, el performer Miguel Benlloch, que ha sido muy importante para mi; el arquitecto y diseñador Manel Franco Taboada que realizó el diseño expositivo de la exposición sobre Quico Rivas y de quien aprendí tanto, y un larguísimo etcétera. En fin, creo que tengo muchos referentes, pero aunque suene cursi te diré que mis grandes referentes en todos los aspectos vitales son mis padres; son realmente las personas que más admiro y respeto intelectual, humana y emocionalmente.

-Un colectivo y propuesta artística.

Esther Regueira. Si tengo que nombrar un colectivo te diría que el Colectivo Cambalache (Carolina Caicedo, Alonso Gil, Federico Guzmán, Adriana García), ya que me interesa mucho la implicación del medio social en el que desarrollan cada intervención que hacen, así como por la honestidad y efectividad de sus propuestas. Son muy críticos con el sistema sin ser panfletarios, además de que incluyen la diversión como herramienta política de una forma maravillosamente accesible a todxs.

-Un evento que te haya marcado.

Esther Regueira. Todos en los que he trabajado me han marcado de una u otra manera. Y todo lo ”consumido”, las exposiciones, lecturas, conciertos, cine… me cuesta seleccionar. Quizás Artifariti  Encuentros Internacionales de Arte y Derechos Humanos del Sahara Occidental en los campamentos de refugiados del Sahara occidental, con el que sigo colaborando, porque me dio a conocer de primera mano una realidad tremendamente injusta prácticamente ignorada. Puedo mencionar algunas exposiciones como Inside the Inivisible (ICA) comisariada por Catherine de Zegher, Atlas, ¿cómo llevar el mundo a cuestas? de Didi-Huberman o La noche española. Flamenco, vanguardia y cultura popular 1865-1936 de Patricia Molins y Pedro G. Romero. No se si me han marcado pero desde luego me han parecido extraordinarias y me han hecho disfrutar aprendiendo.

-Un comisario, espacio cultural y tendencia artística.

Esther Regueira.

Soy totalmente incapaz de mencionar unx solx. Comisarias como Mar Villaespesa, Berta Sichel o Corinne Diserens con las que he tenido la fortuna de trabajar, han sido muy importantes en mi formación por diversos motivos cada una. Otros como Kasper König, con quien he tenido importantes desavenencias, también han sido interesante en términos de aprendizaje.

En cuanto a tendencia artística te diría más bien un movimiento, el de las prácticas artísticas feministas; un maravilloso movimiento internacional, intergeneracional, multirracial, inclusivo y mucho más.

-Una película, libro, canción y paisaje inspirador.

Esther Regueira. Películas: Las espigadoras de Agnès Varda, La Jetée de Chris Marker y Deseando amar de Wong Kar-Wai.

Canciones: Palaces of Montezuma de Grinderman, L’éau à la bouche de Vanesa Paradis, Se acabó de María Jiménez o I will survive de Gloria Gaynor y muchas otras. Depende del momento.

Libros: La hijas de Lilith de Erika Bornay una maravilloso relato sobre la representación histórica de la misoginia. Me fascina Bornay, es una historiadora y escritora extraordinaria. También The Power of Feminist Art que fue como una “Biblia” para mí. Ahora estoy con Un diálogo sobre el amor de Eve Kosofsky Sedwick traducido por Belbel, muy recomendable.

Un paisaje: El mar. El del Estrecho de Gibraltar, pero también el mar bravío de A Coruña. Más que inspirador, para mí el mar es casi una necesidad

María Bueno. ¿En qué tópicos, idealizaciones y estereotipos crees que caemos cuando abogamos por una diversidad e inclusión que, en el fondo, no se termina de materializar? ¿Cómo podemos desactivarlos?

Esther Regueira. Pues hay muchos, y la mayoría están tan interiorizados que no somos ni siquiera conscientes de ellos. Creo que la única fórmula para desactivarlos es la formación. La información, el conocimiento, es la mejor herramienta para derribar miedos y clichés. Se siguen dando situaciones que rayan lo ridículo y vergonzoso, por ejemplo, que todavía en la cabalgata de los Reyes Magos, Baltasar sea un señor blanco pintado de negro… Como si no hubiera africanos o afroamericanos o afroeuropeos en todos los rincones donde hay cabalgatas. Sería de risa si no tuviera un trasfondo tan preocupante.

María Bueno. ¿Qué nos conecta a las mujeres creadoras en el contexto artístico español?, ¿Crees en la necesidad de que exista un sector del arte más “feminizado”?

Esther Regueira. Siempre he pensado que es mejor sumar que restar, crear redes que nos ayuden a compartir conocimientos, apoyos, etc. Somos más productivas y efectivas generando alianzas y no solo en el contexto español, sino en el internacional. En cualquier caso, sí me gustaría aclarar que en estos momentos el cuerpo teórico generado dentro de la ideología binaria, es decir, de que algo es en oposición a lo que no es, hombre/mujer, heterosexual/homosexual, etc. ha sido interrumpido por el concepto de interseccionalidad. Por eso no creo que debamos hablar de la necesidad de que exista un sector del arte más “feminizado” sino más “diversificado”.

María Bueno. ¿Qué estrategias piensas que nos permiten paliar las necesidades y dificultades en dicho contexto actual?

Esther Regueira. Creo que sigue siendo necesaria una concienciación colectiva sobre la necesidad de profesionalizar el sector y de dignificar la(s) profesión(es) en el territorio arte. Y por supuesto una actuación en consecuencia por parte de todxs lxs agentes implicadxs. Es increíble que sigamos con discusiones que recuerdo haber tenido hace más de veinte años cuando comencé a trabajar, como por ejemplo la remuneración “digna” del artista. Y aún me parece más increíble y casi insultante, que artistas y comisarixs que han luchado por este mismo motivo, cuando ocupan “el poder” (en puestos oficiales o no) caigan en los mismos errores que han criticado, es decir, en un ejercicio abusivo de su poder que se traduce en términos prácticos en no remunerar a todxs lxs agentes, pedir donaciones a quien vive en la más absoluta precariedad, hablar de estructuras horizontales pero trabajar desde unas anacrónicas jerarquías, etc.

En el mundo del arte hay posturas políticas muy interesantes y rompedoras en teoría de personas con una enorme capacidad de influencia que, sin embargo, no se traducen en los modos de hacer. Es una pena.

María Bueno. ¿Nos adelantas algo de tus proyectos venideros?

Esther Regueira. Estoy comisariando una exposición de Kimika (artista japonesa residente en Sevilla) que se inaugura el 18 de diciembre de 2021 en el Museo de Arte Contemporáneo Moreno Galván de La Puebla. Titulada Coser es contar. Puntadas con quejío, explora las posibilidades discursivas de los cuerpos femeninos, así como de los procedimientos textiles en una serie de obras “pintadas” con aguja e hilo.

Las obras parten de las experiencias que ha vivido la artista en los campamentos de refugiados del Sahara Occidental donde ha compartido tiempo con las mujeres saharauis para conocer las preocupaciones y anhelos de unas personas que no se rinden en su lucha incansable por conseguir el referéndum de autodeterminación y poder regresar a su tierra. Allí Kimika comenzó a realizar unos trabajos con los trozos de melhfas (una pieza de cuatro metros de tela con la que las mujeres saharauis envuelven su cuerpo y cabello para protegerse de las inclemencias del clima en el desierto, así como por motivos culturales) que las propias saharauis le regalaban. Retales de telas que contienen las memorias de quienes las han usado y que cuentan el relato de cada una de ellas. Las siluetas son figurativas de sus primeros trabajos se han ido convirtiendo en formas más abstractas que albergan otras dentro de ellas, siluetas de un cuerpo que contiene otro cuerpo, dentro de otro cuerpo, dentro de otro… como las matrioshkas rusas. Unas matrioshkas que a veces parecen fuegos, cuyas formas sugieren vulvas. Un trabajo que sin duda reflexiona sobre los marcos y las maneras en las que se exhibe y representa el cuerpo femenino.

Utilizando la costura como una herramienta para transitar lo político, tanto individual como colectivamente, los trabajos de Kimika me interesan muchísimo porque habitan un interesante lugar entre lo poético, lo real y lo simbólico; son obras de una enorme capacidad narrativa y compromiso.

Cartel de la exposición Kimika. Coser es cantar, 2021-2022
Kimika, En el Marsa. Serie de la Baraka, 2016
Kimika, El eco de mi reflejo, 2021

También estoy escribiendo un trabajo que se titula La disidencia se viste de faralaes que cuestiona los estudios sobre la contracultura transicional en Andalucía, porque no incorporan un análisis de género y por tanto entiendo que nacen mutilados.

Recupero el trabajo de unas artistas que con sus gestos iconoclastas y letras de denuncia contra un sistema heteropatriarcal reivindican la libertad de decidir sobre su propio cuerpo y su vida, pese a pertenecer a un género que históricamente ha sido tachado, en un análisis que yo entiendo generalista, como “la música oficial del régimen”. Representantes de la cultura popular trasgresoras y, contradictorias en ocasiones. Mujeres que, como muchas otras desde la acción política, la performance, las artes plásticas u otras poéticas, visibilizaban las desigualdades y contradicciones en unos años en los que, al menos teóricamente, los jóvenes de izquierdas abogaban por una igualdad y sin embargo, en la práctica, ni siquiera ellos fueron capaces de despojarse de un machismo endémico.

Por otra parte, preparo una exposición y publicación con la artista neoyorquina Robin Kahn en la que reviso gran parte de su trabajo plástico y editorial. También un librito de relatos sobre mujeres de Jimena de la Frontera, el pueblo del Campo de Gibraltar donde crecí, que recupera historias de las “anónimas”, personajes secundarios que han sido más importantes que muchxs “protagonistas” en la formación e influencia de otrxs que han venido después.

Por último, comentar que trabajo en una publicación del artista Rafael Agredano y en otra a partir de la obra de Quico Rivas y en mi tesis, que espero terminar en los próximos meses.

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