CATACLISMO

AMPARO SEGARRA: RECORTAR Y PEGAR

3. Amparo Segarra, Instalando la luz en el lugar. Sin fecha. Collage, 13,5 x 18,5 cmAmparo Segarra, Instalando la luz en el lugar, s.d. Collage

 

AMPARO SEGARRA: RECORTAR Y PEGAR
Susana Cendán

Auspiciada por la Fundación del que fue su compañero de vida, Eugenio Granell, Amparo Segarra (Valencia 1916 ­- Madrid 2007) emerge periódicamente del baúl de los recuerdos para recordarle al mundo que es posible desarrollar una carrera productiva a la sombra de un gran árbol. Otro asunto es el reconocimiento que dicha productividad haya tenido en los libros de historia o en las numerosas revisiones de las que ha sido objeto el movimiento surrealista, de rabiosa actualidad en la programación de algunas de nuestras principales instituciones –Fundación Juan March y Museo Thyssen– que avanzan gustosas a rebufo del éxito de exposiciones como la recientemente clausurada de Dalí en el MNCARS. Que el surrealismo vende nadie lo discute. Y vende porque gusta a un público mayoritario que, aunque no lo entienda en profundidad, es capaz de reconocer el tiempo y el esfuerzo que ha sido invertido en muchas de sus creaciones, fundamentalmente pictóricas. Vamos que, más allá de lo extravagante de sus contenidos, al menos los surrealistas sabían pintar…

Poco de lo dicho se puede aplicar a los collages de Amparo Segarra que muestra la Fundación Granell de Santiago de Compostela, una selección de diferentes épocas que el comisario de la exposición, Eduardo Valiña, ha titulado acertadamente como “Juego de Equilibrios”. Veamos por qué. En primer lugar debemos hacer una serie de apreciaciones sobre la relevancia de la técnica empleada, el collage, la cual anticipa toda una declaración de intenciones. Amparo Segarra no pinta, recorta. Su instrumento de trabajo no es el pincel sino las tijeras, y el material –recortes de revistas– con que da forma a sus composiciones, parte de fragmentos de realidad preexistentes que la artista recicla y manipula transformando su significado. Pintar con las tijeras constituía, en las primeras décadas del siglo XX, la desmitificación del acto creativo, el cuestionamiento del creador prototípico, genial y único, cuyos fundamentos descabezarán poderosos artistas de la vanguardia. El testigo de este proceso desmitificador será recogido por toda una generación de creadoras –Hannah Höch, Lee Miller, Grete Stern, Ellen Auerbach, Ringl and Pit, Dora Maar, Claude Cahun, Leonora Carrington, etc.– las cuales, a pesar de la invisibilidad o las citas periféricas de los manuales, han aportado propuestas alternativas que enriquecieron y complementaron un discurso preponderantemente masculino, generando novedosas y apasionantes relecturas, muchas de las cuales continúan a la espera de una justa y necesaria revisión.

1. Amparo Segarra. Juego de Equlibrios. Vista general de la exposición en la Fundación Granell.Amparo Segarra, Juego de Equilibrios. Vista general de la exposición

Por otro lado, debemos subrayar la especificidad del formato –reducido– empleado por Amparo Segarra en sus collages, una invitación a penetrar de puntillas en su sofisticado mundo, al margen del estruendo de tantas instalaciones o pinturas contemporáneas en las que lo “grande” parece ser, además de un aliciente, un valor. Recuerdo la maravillosa exposición que el MNCARS dedicó en 2004 a la artista alemana Hannah Höch, con la que Amparo comparte más de una similitud, y los gestos torcidos de los que me acompañaban, insensibles a aquel escenario de pequeños formatos construidos de experiencias frustradas, dolorosas y reales como la vida misma. Saber leer el pequeño formato en nuestro ruidoso mundo continúa siendo, desgraciadamente, un lujo al que no todos saben o quieren acceder, por ello voy a permitirme la licencia de recordarles a qué –en el caso de Amparo Segarra– renunciarían.

2. Amparo Segarra, Repsol, 1990, Collage, 29,70 x 22 cmAmparo Segarra, Repsol, 1990. Collage

Renunciarían a conocer en profundidad a una mujer creativa, inteligente y vital –amante del cine, actriz y diseñadora de vestuario teatral en Puerto Rico y Nueva York– con un sentido del humor único –véase el collage titulado Repsol (1990) presidido por un papa extravagantemente vestido que da la espalda a una muchedumbre entre la que se encuentra el ex presidente Aznar vestido con un mono de la escudería Repsol sosteniendo una enorme barra de pan en sus manos– y con una visión del mundo en la que el absurdo que apreciamos en muchas de sus composiciones no es más que la consecuencia de la época que le tocó vivir, caracterizada por una durísima guerra civil y el exilio que la artista vivió en primera persona y que detalla de manera estremecedora en sus memorias. Atravesar los Pirineos a pie con su hijo de dos años en brazos, calzada con unas alpargatas roídas, sin apenas comida y acompañada por un rudo pastor que arriesgaba su vida, no por solidaridad, sino por dinero, obliga necesariamente a componer un “juego de equilibrios” en el que la irracionalidad y el absurdo se alzan como barreras de defensa vital. “Puesto que los misterios –el absurdo– nos desbordan, finjamos ser los organizadores”, recomendaba un Cocteau sobrepasado por la intensidad de los acontecimientos en la Europa previa al escarnio nazi.

En el agotadísimo catálogo que la Fundación Granell editó en el año 2000 a propósito de Amparo Segarra, el crítico Emmanuel Guigon se refiere a sus collages como creaciones premeditadamente “impuras”. Y sin embargo yo no observo más que pureza. La pureza incorruptible de la mirada de una mujer que nos invita a reinterpretar la memoria de toda una vida. La vida de Amparo Segarra “la equilibrista”.

 

Amparo Segarra, Juego de Equilibrios, Fundación Granell, Santiago de Compostela. Del 27 de septiembre de 2013 al 26 de enero de 2014.

http://www.fundacion-granell.org/

 

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