CATACLISMO

NIKI DE SAINT PHALLE EN MODERNA MUSEET

MOM optimizada

 

NIKI DE SAINT PHALLE EN MODERNA MUSEET
Maite Méndez Baiges

En las salas que el Moderna Museet dedica actualmente a la obra de Niki de Saint Phalle (1930-2002) se puede llegar a sentir un cierto escalofrío cuando se oyen las notas del “because my love belongs to daddy” en un tono casi fúnebre, amenazante. La melodía procede del guión, o de la banda sonora, de Daddy, la película que la artista rodó en colaboración con Peter Whitehead en 1972, y que convoca a la niña y al monstruo que se mencionan en el título de esta exposición. Para la artista debió de suponer muy probablemente un ejercicio de exorcismo contra la relación infantil más que traumática que mantuvo con su padre. Y si bien estremece esta puesta en escena en blanco y negro del incesto, no deja de provocar igualmente una cierta hilaridad por el modo en que ridiculiza el orden patriarcal: en una de las secuencias una Niki ya adulta introduce en un ataúd un falo del tamaño de una persona… Lo personal ya era político.

Flickan, Monstret & Gudinnan / La niña, el monstruo y la diosa es el acontecimiento más reciente de una relación larga y fructífera entre Niki de Saint Phalle y el Moderna Museet de Estocolmo, pues fue este museo el que acogió en los sesenta la célebre exposición HON (ELLA – Una catedral), para la que la artista fabricó una de sus “Nanas”, sus muñecas multicolores, pero en tamaño gigante y con un cuerpo a cuyo interior se podía acceder por la vagina: tenía tantas atracciones que recorrerlo debió de parecerse a acudir a una feria. Era 1966, la obra ha pasado a la historia del arte contemporáneo y de la producción feminista, Niki de Saint Phalle llevaba aún poco tiempo exhibiendo su obra, y el museo, que no fue menos intrépido, reconoce hoy en día que esa muestra cambió para siempre la idea de lo que debe ser una exposición. Una de las salas de la muestra actual rememora el acontecimiento con una jugosa documentación sobre el montaje y la exhibición de esta súper-Nana. Ella y sus congéneres completan las referencias del título, aludiendo a la diosa. Emprende así este centro un programa en torno a la obra de los y las artistas que han sido claves en la historia del propio museo.

Creo que para muchas, como para mí, lo más sorprendente de esta exposición es el descubrimiento de que ese mundo vitalista y lúdico propio del universo de esta creadora (que constituye la parte más difundida de su obra) contiene una cara oculta y sombría, casi abyecta. Así, el montaje del museo subraya esa parte festiva y juguetona de la obra de Niki con la que estamos familiarizadas, por ejemplo mediante los colores brillantes de las paredes de las salas (un amarillo chillón, un rosa chicle, etc.), plenamente consciente, sin embargo, de hasta qué punto ese colorido convivió con una experiencia vital que roza lo insoportable, y que favoreció la ideación de una obra nada propensa a esquivar el trauma. Se reconoce así el papel pionero de Niki de Saint Phalle en el cultivo de la introspección psicoanalítica, de la autobiografía, el trauma o la herida femeninas, motivos recurrentes en el arte feminista desde los setenta. Cuando disparaba, en sus célebres Tirs, mofándose de la abstracción informalista, no se estaba limitando a liquidar un orden pictórico que ella y sus colegas del Nuevo Realismo juzgaban tan falso como trasnochado. En su diana figuraba no solo un padre artístico sino también su padre biológico. Y con él, ocupaban en ella un lugar destacado la iglesia y el orden patriarcal.

Niki de Saint Phalle, L’accouchement rose, 1964

De hecho, en esta exposición queda también claro que estamos ante una versión abiertamente femenina de la acumulación neodadaísta: en L’accouchement rose (El parto rosa), de 1964, todo tipo de objetos de plástico, representando seres orgánicos o artificiales, componen el cuerpo de una mujer de llamativa cabellera pelirroja: una madre dando a luz a un muñeco, también rosa. Todo tan extremada, tan humorísticamente femenino. Todo con un punto macabro o de repugnancia. Como es inevitable, las “Nanas” siguen teniendo en esta exposición una presencia fundamental: dos de ellas celebran un banquete en Devouring Mothers (1970), título asimismo de uno de sus libros de artista, y su vitalidad multicolor es también la protagonista de un sinfín de dibujos que contienen textos autobiográficos sobre el amor, como páginas precipitadas de un diario íntimo que contuviese los sentimientos confusos y turbadores de una adolescente, subrayados por una caligrafía de trazos deliberadamente inmaduros. Género, amor, sexualidad, poder y sometimiento, inundan los libros, dibujos, películas o assemblages que se pueden ver en esta retrospectiva.

Devouring Mothers, 1970

Niki de Saint Phalle, Devouring Mothers, 1970

Creo que en ella se pone adecuadamente de manifiesto el papel precursor de la obra de Niki de Saint Phalle en la exploración de la identidad femenina, incluso de su lado menos triunfalista, algo, por otro lado, en consonancia con la labor de un museo en cuya colección de arte de los siglos XX y XXI se ha sabido arrojar luz sobre las cuestiones de género de un modo creativo y acertado.

 

Niki de Saint Phalle, Flickan, Monstret & Gudinnan / La niña, el monstruo y la diosa, Moderna Museet, Estocolmo. Del 20 de abril al 1 de diciembre de 2013.

Comisaria: Joa Ljungberg.

 

 

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