Grete Stern, El ojo eterno, 1950
En la exposición Surrealistas antes del surrealismo (ahora en Madrid, Fundación Juan March), y que a la luz de lo visto quizás mejor debiera llamarse Fantasía y capricho antes del Surrealismo, entre casi doscientas obras, dibujos, estampas y fotografías desde el Medievo al siglo XX procedentes del Germanisches Nationalmuseum de Núremberg, apenas encontramos obras de artistas mujeres. Ausencias que, si bien tienen una justificación histórica, dado el dilatado periodo en el que las mujeres no podían acceder a expresar sus visiones, es menos explicable respecto a su enlace con el movimiento surrealista, en donde las artistas mujeres fueron cobrando protagonismo a partir de los años treinta. Como excepción, hallamos: el fotomontaje El ojo eterno (1950) de Grete Stern en la primera sala dedicada a “El ojo interior”; un cartón: Construcciones rurales (1934) de Maruja Mallo, en el espacio dedicado a “Espacios mágicos”; y la fotografía Conchas I, de la checa Emila Medková. Todas ellas consideradas artistas influidas por el surrealismo, antes que surrealistas tout court.
Hannah Höch, El ramo, 1929-1965
Por eso, se hace más notable a través del recorrido de esta exposición la compañía de la inclasificable Hannah Höch y su modernidad irrefrenable. Al principio, con El ramo (1929-1965); luego, entre las “Figuras compuestas”, podemos ver una auténtica rareza de sus inicios: la xilografía El Evangelista Mateo (1916), que nos engaña con su apariencia medieval, junto a uno de sus fotomontajes con máscaras africanas, Monumento II: Vanidad (1930). Después, en “Metamorfosis de la naturaleza”, su acuarela/collage Escena II (1934-1943). Y para terminar, entre las “Fantasmagorías”, La persona grande (1940).
Hannah Höch, La persona grande, 1940