CATACLISMO

ESTHER PIZARRO. UN JARDÍN JAPONÉS: TOPOGRAFÍAS DEL VACÍO

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ESTHER PIZARRO. UN JARDÍN JAPONÉS: TOPOGRAFÍAS DEL VACÍO
Julia Francisco

La morfología urbana, la topografía, el urbanismo o la arquitectura son argumentos constantes en la obra de la escultora Esther Pizarro. La dimensión humana frente a la dimensión espacial de las grandes urbes, de los grandes edificios. La instalación Un jardín japonés: topografías del vacío, alcanza una nueva extensión, más allá de la ciudad, la instalación representa la topografía del “vacío” del país nipón.

Un país en medio del vacío, el mar de sal, que Pizarro ha dividido en las ocho regiones que lo componen, separadas, para que el visitante deambule en torno a cada una de ellas. La vegetación, tan estimada por sus habitantes, configura la característica principal que la escultora ha impreso para dar forma a su creación.

De esta manera, nos encontramos navegando por Japón imperceptiblemente. Porque una de las cosas que más llaman la atención, es el juego visual que la artista invierte, puesto que el espectador, si no es informado previamente de lo que está viendo, apenas puede darse cuenta de que está paseando por un país. Tan solo, desde un punto de vista más alto, se comprueba que es Japón lo que se ha desmembrado. Por lo que tenemos varias obras en una y varios puntos de vista de una misma obra.

Por un lado, la instalación en sí, compuesta por un gran mar de sal, interrumpido por pequeños cubículos que conforman el perfil del país resueltos de una manera bastante adecuada si relacionamos la cultura nipona. Cada uno de estos cubículos está formado por lo que se podría llamar, un pequeño jardín japonés, donde la vegetación más característica del país inunda toda la topografía de estas ocho regiones, con colores más cálidos y relieves más intensos dependiendo de la densidad de la población.

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La obra vista desde arriba o vista con una fotografía, constituye una obra en sí misma, puesto que la estética que ha impreso Pizarro a la obra, va más allá de su visualización directa, trasciende la primera percepción. Y creo que aquí precisamente radica la magia de la obra, bastante simbólica y poética, puesto que se entiende perfectamente que la autora conoce bien la cultura del país, con claras referencias al arte floral, al haiku, a la caligrafía, a la cultura del jardín y a la tradición y cultura japonesa, y utiliza este conocimiento para crear su propio símbolo.

En conjunto es una obra bien resuelta, no solo desde el punto de vista técnico, sino también estético y de alguna manera pertinente, ya que se presenta dentro del año dual España-Japón.

Esther Pizarro, Un jardín japonés: topografías del vacío (Ku)

Comisaria: Menene Gras.

Museo Casa de la Moneda, Segovia. Del 11 de septiembre de 2015 al 21 de febrero de 2016.

Museo de San Telmo, San Sebastián. Del 14 de febrero al 18 de mayo de 2015.

Hospital Real, Sala de Exposiciones del Crucero Bajo, Granada. Del 7 de noviembre al 30 de diciembre de 2014.

Casa Asia, Barcelona. Del 9 de julio al 2 de noviembre de 2014. 

Matadero, Nave 16, Madrid. Del 31 de enero al 4 de mayo de 2014.

 

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