CATACLISMO

¿ES FELIZ LA MUJER ARTISTA?

Olga Sacharoff, Mujer acodada en mesa, c. 1915Olga Sacharoff, Mujer acodada en mesa, c. 1915

 

¿ES FELIZ LA MUJER ARTISTA?
Chus Tudelilla

¿Es feliz la mujer artista?, preguntó el periodista Maurice de Waleffe a la célebre pintora francesa Louise Abbéma en una entrevista que el diario Le Figaro publicó el 9 de diciembre de 1901. “¿Que si soy feliz? ¡Por supuesto!”, le respondió. A pesar de la impertinencia conviene reparar en que, al menos, el periodista unió dos términos: mujer y artista, algo inconcebible apenas unos años antes. Ossorio y Bernard, en su Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX (1883-1884), se refiere a la pintora María Luisa de la Riva como “distinguida pintora de afición”. Ese era el estatus que mejor encajaba con las mujeres creadoras. El único al que podían aspirar, según marcaba el juicio masculino. Y, sin embargo, fueron muchas las mujeres artistas que decidieron enfrentar la situación. Buen ejemplo fue María Luisa de la Riva (Zaragoza, 1859 ­- Madrid, 1926) que reivindicó su posición exigiendo en cartas, escritos y entrevistas de prensa ser presentada como “Peintre professionelle, travaillant pour vivre” (“Pintora profesional, que trabaja para vivir”). La trayectoria artística de esta pintora sitúa el inicio del discurso que activa la exposición Pintoras en España 1859-1926. De María Luisa de la Riva a Maruja Mallo, cuya narración se desarrolla en un arco temporal que coincide con las fechas de su nacimiento y muerte. El propósito de las comisarias del proyecto, Magdalena Illán y Concha Lomba, es evidenciar los numerosos obstáculos que, en aquel tiempo, imposibilitaron la valoración profesional de las mujeres artistas: estaban obligadas a formarse en academias privadas, pues no eran admitidas en las escuelas oficiales; flores y bodegones eran los temas únicos para sus obras, por ser los más aconsejables con su sensibilidad; y los siempre condescendientes criterios de valoración masculinos venían determinados por la necesaria adecuación de los trabajos realizados por mujeres a la modestia y ausencia de ambición, cualidades propias del carácter femenino.

María Luisa de la Riva fue una de las artistas que no dudó en salirse de lo establecido, cuando le fue posible. En Madrid, donde se estableció con su familia en 1780, asistió a los estudios privados de Mariano Bellver y Collazos, escultor de cámara honorario de Isabel II, donde aprendió dibujo, y del pintor costumbrista Antonio Pérez Rubio, con quien compartió el gusto por la pincelada suelta. Señala Magdalena Illán que el aprecio por las flores y bodegones indica que pudo ser alumna de Sebastián Gessa. Ya en París, ciudad a la que se trasladó en 1889 con su marido, el pintor Domingo Muñoz Cuesta, asistió al taller de Charles Joshua Chaplin, dedicado especialmente a la formación de las mujeres artistas. De la Riva se especializó en la pintura de flores. Junto a las exquisitas acuarelas y pasteles, de pequeño formato, realizó monumentales cuadros de bodegones florales que motivaron el desprecio de los críticos, pues además de no ser acordes en tamaño con la temática, daban muestra de unas aspiraciones desmedidas por parte de una mujer. No obstante, los numerosos premios que De la Riva logró en diferentes certámenes artísticos la posicionaron en primera línea. Consciente de las limitaciones que las mujeres tenían para acceder al mundo del arte, se integró, a partir de 1893, en las asociaciones de mujeres artistas de París, Berlín y Viena, y figuró en las exposiciones que organizaban. Su cuadro Uvas de España, de más de dos metros de alto, del que un crítico comentó que más parecía una pintura de un buen maestro holandés del siglo XVII que de una señora, ganó la tercera medalla en la Exposición Nacional de Madrid. A la Universal de París de 1900 presentó Frutas de España, que le valió la Medalla de Plata. Todos estos éxitos se acompañaron del progresivo reconocimiento crítico, que el mercado hacía tiempo que era su más firme aliado. El estallido de la Primera Guerra Mundial motivó su regreso a España, donde retomó su actividad en 1919, aunque 1922 fue la fecha de su última exposición.

María Luisa de la Riva, Bodegón de flores amarillas, c. 1891María Luisa de la Riva, Bodegón de flores amarillas, c. 1891

El paso del tiempo empañó el recuerdo de María Luisa de la Riva, hasta olvidarla. Y aunque todavía queda pendiente analizar en profundidad su obra, esta exposición la rescata junto a muchas de sus contemporáneas, borradas de la historia como ella. De algunas autoras incluso se desconocen los datos de lugares y años de nacimiento y muerte.

Entre 1859 y 1926 hemos de diferenciar dos etapas, cuyo punto de inflexión considero no es 1900, sino 1914. El estallido de la guerra motivó el regreso de María Luisa de la Riva a Madrid desde París, donde su pintura comenzaba a estar superada por las nuevas tendencias; y la llegada a España, por su condición de país neutral en el conflicto, de artistas como Sonia Delaunay, Olga Sacharoff, Marie Laurencin o Victoria Malinowska, que aportaron, en mayor o menor medida, aires renovadores a la plástica española. En 1919 llegó Norah Borges, cuya obra, junto con la de María Blanchard y Maruja Mallo, ocupó un lugar destacado en la incorporación de España a los lenguajes de la vanguardia europea. Hasta llegar a la posición que ocuparon estas artistas fue necesario recorrer un arduo camino iniciado por mujeres como María Luisa de la Riva.

Maruja Mallo, La mujer con la cabra, 1927Maruja Mallo, La mujer con la cabra, 1927

El catálogo de la exposición incluye, junto a los textos de las comisarias, artículos de Estrella de Diego y Charlotte Foucher, autora de la tesis doctoral Les femmes artistes dans les milieux symbolistes en France au passage du siècle (XIXe-XXe). Inés Escudero, María García Soria, Magdalena Illán, Lina Malo y Carmen Rodríguez firman las biografías de las mujeres creadoras convocadas. A las ya citadas, es obligado mencionar a Alejandrina Gessler, Adela Ginés, Emilia Villarroya, Julia Alcayde, Fernanda Francés, Carolina del Castillo, Marcelina Poncela, Antonia Farreras, María Luisa Puiggener, Luisa Vidal, Aurelia Navarro, María Roësset, Elvira Malagarriga, Carmen Corredoira y Marisa Roësset.

Lo más destacable del proyecto es tanto la recuperación de nombres y trayectorias, como la invitación a seguir investigando.

 

Pintoras en España 1859-1926. De María Luisa de la Riva a Maruja Mallo, Paraninfo, Universidad de Zaragoza. Hasta el 28 de junio de 2014.

Comisarias: Magdalena Illán y Concha Lomba.

 

María Roësset, Desnudo de niña con los brazos cruzados, 1913María Roësset, Desnudo de niña con los brazos cruzados, 1913

 

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