Piedad Isla, Niños jugando, 1956 © Fundación Piedad Isla & Juan Torres
INTEMPESTIVAS. EN EL RECUERDO
Carlos Jiménez
Piedad Isla (1926-2009) hizo fotografía cuando era muy difícil que las mujeres del común pudieran hacerlo y eligió como motivo recurrente de la misma a la sierra palentina, sus paisajes, sus gentes, sus hábitos, sus ritos de paso y sus artes y sus oficios, fijados en imágenes que hoy son los testigos incólumes de un mundo desaparecido. La España aldeana y campesina de la que parecen separarnos muchos siglos y no solo unas cuantas décadas contantes y sonantes. Se comprende entonces que las cinco artistas españolas contemporáneas –elegidas por los comisarios Julio César Abad Vidal y Oliva María Rubio– hayan puesto las obras con las que le rinden homenaje bajo el signo de la recuperación de la memoria de los estragos del olvido. O, por el contrario, por los de la certificación de esos estragos.
Ana Teresa Ortega, Albatera, Alicante, 1937
Como lo ha hecho Ana Teresa Ortega que enseña, en esta exposición en el Jardín Botánico de Madrid, una serie de sobrias fotografías en color que muestran escuelas, internados y hospitales que, tras de su apacible apariencia actual, ocultan el hecho de que en los cruentos años de la guerra civil y la durísima posguerra fueron presidios improvisados donde se hacinaban los prisioneros republicanos, muchos en espera de la ejecución y el tiro de gracia. Rosell Meseguer adopta una táctica semejante, aunque su objetivo se centra en las ruinas de la Batería de Atalayon, en Cabo Tiñoso, que durante muchos años fue una pieza importante del cinturón defensivo de Cartagena, la última plaza fuerte de la República en caer en manos de los sublevados.
Rosell Meseguer, Batería de Atalayón I, 2004
Linarejos Moreno, Destrucción de proyecciones (detalle I)
Linarejos Moreno es más audaz y en vez de limitarse a estas meticulosas comprobaciones intenta conjurar los fantasmas que asedian a las ruinas y a los edificios abandonados. En su caso, antiguas fábricas con sus máquinas en desuso, cuyas imágenes son alteradas por la inquietante intromisión de los cuerpos incorpóreos de las obreras que en su día las pusieron en marcha, haciéndolas funcionar. Y es por gracia de esta intromisión que estas composiciones fotográficas resultan sintomáticas de la sedicente condición posmoderna, caracterizada tanto porque «todo lo sólido se desvanece en el aire» como porque la clase obrera ha sido arrojada a las tinieblas exteriores de una conciencia social formateada radicalmente por los media y el resto de los omnipresentes dispositivos telemáticos que se apoderan de nuestro presente quitándole toda sustancia.
Beatriz Ruibal, serie Madre, 2010-2012
Beatriz Ruibal también se ocupa abiertamente del conflicto sin fin entre el recuerdo y el olvido en el vídeo en blanco y negro Los espacios que fuimos y en un conjunto de fotografías en color que catalogan morosamente los nimios objetos cotidianos que amueblan los escenarios de su intimidad. Pilar Beltrán cierra este ciclo con unos dípticos fotográficos que juntan una foto antigua con una versión contemporánea de la misma, en un esfuerzo evidentemente alegórico por corporizar o figurar esos inasibles tempos existenciales que nombramos con expresiones como Tiempos de espera o Tiempos de partida. Tiempos en los que realmente sentimos que pasa el tiempo. O que «caemos en el tiempo», como diría sabiamente Cioran.
Pilar Beltrán, Madres e hijos, Tiempo de Espera II, 1999-2006
Piedad Isla, Ana Teresa Ortega, Rosell Meseguer, Linarejos Moreno, Beatriz Ruibal y Pilar Beltrán, En el recuerdo, Jardín Botánico, Madrid. Del 4 de junio al 27 de julio de 2014.