CARMEN LAFFÓN: EL PAISAJE Y EL LUGAR
Regina Pérez Castillo
Resultaba necesario, desde hace ya muchos años, que el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo dedicara una extensa exposición a la obra de Carmen Laffón, pues su trabajo venía materializándose, década tras década, en una de las figuraciones más sensibles y poéticas del ámbito nacional. La obra de Laffón siempre se ha cimentado en la realidad, una realidad con la que la artista trabaja sin prisa, observando con detenimiento, para finalmente representarla. El valor y la excelencia de su trabajo residen en las infinitas alusiones adyacentes que provocan sus representaciones; es decir, en la poesía, entendiendo por poesía aquello que logra convocar una serie de realidades en la obra de arte. En este caso, los paisajes que han nutrido sus vivencias: los enclaves al borde del río Guadalquivir, su estudio, los comercios que frecuentaba… se convierten en los protagonistas de la muestra. No debemos pensar en un paisaje de invención romántica, aquella estampa andaluza “arábigo-mitológica” tan popular en la Europa del siglo XIX, sino en la vivencia autentica del “lugar”, la experiencia sensible de quien estuvo allí durante largo tiempo y generó (inevitablemente) un vínculo emocional con el paisaje.
Un tiempo que permite estudiar y conocer, esta es la clave de los paisajes de Laffón. Nos remontamos a 1976, año en el cual la artista comienza a formar parte de un grupo de intelectuales que trabajaban en pro del mantenimiento y el respeto del meandro de la Cartuja de Sevilla. A través del Centro de Estudios y Servicios, estos profesionales elaboraron un dossier variado (información cultural, histórica, artística, etc.) que ofrecía elementos de juicio sobre el meandro, con el objetivo de conservarlo. Carmen Laffón se encargó de plasmar en lienzos y papel este enclave, desconocido y poco valorado por muchos. Aquí comienza ese pausado intercambio entre la pintora y la naturaleza, ese tiempo para conocer y captar el paisaje del entorno del río, la energía de las diversas plantas y matorrales, la fuerza de su crecimiento, el espíritu de esos seres vivos. A este ámbito pertenecen las series Sevilla desde la Cartuja (1976-1978) y Corta de Cartuja (1976) en las que la artista, apoyándose siempre en la figuración, llega a hacer uso de un lenguaje abstracto muy apropiado para narrar el desorden y la aleatoriedad de los ramajes y hojas.
Carmen Laffón, Vista de la viña II, 2006-2007. Carbón y témpera sobre madera, 212 x 150 cm.
La obra de Carmen va más allá de la pura representación objetiva que podría interesar a un botánico o un biólogo. El paisaje está hablando de ella misma, de su conexión afectiva con ese entorno, con esos elementos naturales. Un ejemplo claro de ello son, por un lado, las obras dedicadas a la cal, el material con el que se blanquean las fachadas andaluzas, y por otro, las representaciones de las viñas, cepas, espuertas y sarmientos. Cal y uva son dos hitos del Sur, con una historia y simbología estrechamente unida a la cultura mediterránea. Cabría destacar la instalación Espuertas cargadas de uvas (2006), donde además de activarse ese inconsciente colectivo, intervienen valores visuales y táctiles que la convierten en una obra apetecible, que llama a ser explorada por el espectador.
Carmen Laffón, Orilla del Coto desde Bonanza, 2013-2014. Óleo y témpera sobre madera, 212 x 506 cm
De la naturaleza más cercana a la más lejana, la que es inconmensurable. Resulta fascinante observar cómo la obra de Laffón también comprende ese carácter infinito de la naturaleza, aquel que el individuo no puede aprehender. Los Estudios son grandes lienzos que recrean un cielo abierto y que en principio iban a funcionar como fondo de una instalación; sin embargo, hablan por sí mismos, abriendo las puertas de múltiples significados. Nosotros, los humanos, no podemos abarcar intelectualmente la ilimitación del cielo, tampoco de la naturaleza, como mucho, aspiramos a experimentar aquello que Kant llamó lo sublime; es decir, llegar a asombrarnos con su capacidad magnífica y destructora. Esto se advierte con mayor claridad en la serie El Coto desde Sanlúcar (2005-2014), en la que Carmen desborda los límites del lienzo expandiendo el paisaje más allá del mismo, envolviendo al espectador e incorporando la investigación del espacio-color mediante bandas paralelas de diversas tonalidades; aspectos también presentes en la obra del artista abstracto Mark Rothko. Sin embargo, los paisajes de la andaluza no presentan ese sentimiento profundamente trágico y trascendental de Rothko, más bien una complicidad y cercanía sentimental con el paisaje mediterráneo. La figuración se hará más presente en las series Bajamar (2008-2014) y Orillas del Coto desde Bonanza (2008-2014).
Carmen Laffón, La Cal. Bidon rojo, 2012. Carbón, témpera y óleo sobre madera, 218,5 x 147 cm
Un carácter más íntimo y personal tendrán las pinturas e instalaciones dedicadas a su estudio y su entorno de trabajo. En ellas, Laffón condensará la memoria de aquellos lugares en los que pintó largas horas y que le ofrecían, día tras día, unas vistas privilegiadas de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda. La vida se vuelve arte, y el arte referencia a la vida. Este último aspecto se percibe claramente en la instalación Bodegón apoyado en una mesa (1999-2001) o Caballetes con tronco verde (2011), en los que la artista recreará tanto su antiguo estudio como los medios técnicos de los que se valía para llevar a cabo sus obras. La inspiración surge del proceso de trabajo, la idea procede de los elementos artísticos cotidianos, que acaban siendo ensalzados como monumentos históricos. Hablamos casi de meta-arte: el arte que habla de arte desde el arte.
El trabajo de Carmen Laffón es el resultado de la lenta mirada sobre la vida, el pausado pensamiento sobre la misma y la captación de su esencia. Por eso la artista tarda tanto en elaborar sus obras, porque prefiere incorporar a su trabajo todo lo que el tiempo conlleva: conocimiento, madurez, sensibilidad y hasta silencio.
Carmen Laffón, El paisaje y el lugar, Sala de Exposiciones del Museo de Bellas Artes (Palacio de Carlos V) de Granada, del 24 de marzo al 4 de junio de 2015; CAAC de Sevilla, del 9 de octubre de 2014 al 8 de febrero de 2015.
Comisario: Juan Bosco Díaz-Urmeneta.