CATACLISMO

PATRICIA GADEA. ATOMIC–CIRCUS

Patricia Gadea, El ritmo del mundo, 1984Patricia Gadea, El ritmo del mundo, 1984

PATRICIA GADEA. ATOMIC–CIRCUS

Isabel Tejeda Martín

El MNCARS está de enhorabuena. Y nosotras también. Bajo la batuta de Virginia Torrente el museo madrileño presenta actualmente la muestra Patricia Gadea. Atomic-Circus. El título se centra en una de las mejores series de esta pintora desaparecida prematuramente; sin embargo, la muestra reúne piezas desde sus inicios a principios de los años 80 hasta su muerte en 2006, incluyendo un sinnúmero de obras de las que la pintora madrileña realizó en su retiro palentino desde 1999.

Trabajé con Patricia Gadea (Madrid, 1960-Palencia, 1966) en dos ocasiones en la primera mitad de los años 90. Me encontré con ella concretamente durante la producción de la muestra colectiva Territorios Indefinidos, en la que participó con obras de 1993. Tras visitar la antológica del Museo Reina Sofía con muchas ganas, me di cuenta de que miraba con ojos nuevos las piezas que ya conocía. Y es que, en el contexto que hoy estamos viviendo de descrédito de la política, de crisis económica tras años de derroche y mala gestión, por no hablar de las corruptelas, los cuadros de Patricia Gadea se me antojan más que críticos, visionarios. Es por esto que la muestra se me ha hecho corta, que mi cuerpo pedía más.

Patricia Gadea, Patosa, 1993Patricia Gadea, Patosa, 1993

La muestra arranca con una Gadea que, muy joven, iniciaba su andadura profesional adquiriendo de inmediato bastante visibilidad en un Madrid de principios de los 80 deseoso de savia nueva y de olvidar los estertores de la dictadura. La pintura que entonces realizaba Patricia Gadea era salvaje, libre y desprejuiciada, no tengo mejores calificativos. Estaba en sintonía con ese ponerse el mundo por montera que calaba entre los artistas más jóvenes en unos años caracterizados por el entusiasmo y la esperanza de una libertad recién llegada. Sin embargo, y a diferencia de otros artistas de esa generación que se volcaron en un mundo íntimo y algo onanista, en la pintura de Patricia Gadea había sitio, mucho sitio, para la crítica corrosiva que, de gamberra y de lectura inmediata en un principio (los años 80), se fue puliendo hacia una invectiva igualmente hiriente pero mucho más fina y contextualizada (su obra de la década de los 90). La lectura política de estos trabajos de Gadea difícilmente tiene cabida en los relatos ya institucionalizados sobre el conformismo y el don’t worry be happy de la pintura española de ese momento, y su identificación con los lenguajes internacionales en boga en aquella década.

Se alejaba ya Gadea, incluso, de la idea de pintor aislado en su estudio e inició una estupenda andadura en el colectivo Estrujenbank. El pintor Juan Ugalde y el poeta Dionisio Cañas conforman junto a Patricia este colectivo en Nueva York. Pero además, siguiendo la tradición española del pop de los años 60 y 70, su imaginario no era foráneo. A diferencia, sin embargo, de la exquisitez de un Equipo Crónica buceando en la historia del arte español que sumaban a la estética de postguerra del Guerrero del Antifaz, Patricia Gadea utilizó fuentes iconográficas de su infancia, del imaginario infantil y juvenil popular de los años 60 y 70: los personajes de nuestro TBO –las hermanas Gilda o 13 Rue del Percebe–, cuadros de salón comedor modesto y hechos en serie que recortaba y pegaba a sus obras a modo de collage, imágenes del dictador o carteles de circo. A esto se unía su vida cotidiana de una España nocturna, de movida, de calle, de bares. “Uno debe tener la sensación del momento, de la historia real, la verdad no viene escrita en las ultimas noticias, encuentras el momento en forma de individualidades; un niño metiendo una pajita en su oreja, la calva del chófer del autobús, pueden esconder la inspiración divina, hay que prestar atención, pues una mala sombra de ojos puede arruinar el momento” (Patricia Gadea, “Dinamita perfumada”, 1984)1.

Patricia Gadea, Sin título, Serie Circo, 1994Patricia Gadea, Sin título, Serie Circo, 1994

Los primeros 90, años de grandes fastos y de creación de la marca España orquestada por el PSOE en el poder, centra la serie que se me antoja mejor representada y de mayor coherencia de la muestra, la que da título a la exposición. En 1992 Patricia Gadea arranca como Mimmo Rotella carteles de las paredes. Pero, en su caso, son carteles de circo de los que se va a servir metafóricamente: de forma harto salvaje los interviene, recontextualiza y politiza en una particular visión de la sociedad del espectáculo en la que los representantes públicos ocupan el centro de la arena circense. Esta es la serie que volví a ver por vez primera, que me pareció tan actual, en la que la artista, de manera satírica, no dejaba títere con cabeza o payaso sin nariz de pega. Sólo hay que cambiar los rostros. Un mero ejercicio cosmético. La distopía está servida. Patricia Gadea hablaba en 1992 así de esta serie:

“De la suntuosidad carnal de los carteles de circo, el aparato de las ceremonias de este mundo, la belleza o perversión de los métodos de persuasión publicitaria y los tabúes sociales […], tigres, elefantes, mujeres se­ductoras, equilibristas, payasos, máscaras, artificios brillantes, espectáculo, carpa, plumas, quimeras […]. Siempre recurro a ellos. Proliferan y me devoran. Espa­ña en progreso, las noticias…”2.

Patricia Gadea, Diosas, rameras, esposas y esclavas, 1993.Patricia Gadea, Diosas, esposas, rameras y esclavas, 1993

Es en esos años cuando se cruzan en su trabajo los discursos feministas, que arrancan en la exposició actual con el cuadro Dio­sas, esposas, rameras y esclavas, planteándose que “reflexionar sobre la mujer me ha valido mucho para llegar a convencerme sobre planteamientos mucho más radicales”. Es esta quizás la serie menos representada de la muestra. Para llevarla a cabo busca referentes de artistas mujeres anteriores, preocupándose por indagar en la biblioteca nombres y obras de españolas3. De hecho, el título parafraseaba el del libro de Sara Pomeroy sobre la vida de las mujeres en la Antigüedad que había sido publicado unos años antes en español. De nuevo, se sirve de estrategias metafóricas, pero esta vez para hablar de la discriminación y explotación femeninas sirviéndose de personajes de TBO que son maltratados de formas descabelladas e imposibles, con maquinarias extravagantes, llenas de poleas y rueditas, cuya influencia fundamental Patricia Gadea encontró en el dibujante humorístico Rube Goldberg. Virginia Torrente, sin embargo, considera que esta lectura no es “tan feminista, sino (que expresa) su concepto de mujer”4. Y añade: “Nunca deja de participar en exposiciones colectivas de mujeres pintoras si la llaman, pero ella se siente comodísima entre los hombres sin tener que pertenecer a ninguna organización, ni de géne­ro ni de otro tipo, defendiendo no la condición sino su condición de mujer desde la/su pintura, furiosamente independiente”5. Lo que es cierto es que desde entonces el imaginario y los arquetipos femeninos se abordan de manera crítica en su trabajo, centrando su producción, aunque con discursos menos evidentes y con fórmulas más íntimas, en la obra que se conserva de su retiro palentino desde 1999 y con la que se cierra la muestra.


Entrevista con Virginia Torrente en el marco de la exposición de Patricia Gadea en el MNCARS

Patricia Gadea, Atomic-Circus, MNCARS, Edificio Sabatini, Planta 3, Madrid. Del 5 de noviembre de 2014 al 5 de enero de 2015.

Notas:

1 En Cañas, Dionisio, “Patricia Gadea. Dinamita perfumada” (en línea): 
https://es–es.facebook.com/media/set/?set=a.205547172839337.51391.184536578273730&type=1

2 Citado en Torrente, Virginia, “Atomic Circus”, en Patricia Gadea. Atomic–Circus, MNCARS, Madrid, 2014, p. 69.

Ibíd., p. 95.

4 Entrevista con Virginia Torrente en el marco de la exposición colgada en Vimeo (en línea):
http://vimeo.com/111197518

5 Torrente, Virginia, Patricia Gadea. Atomic-Circus, Op. Cit., p. 96.

 

 

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