75 COLORES. OBRA PARA TIEMPOS DIFÍCILES.
ENTREVISTA A MARÍA X FERNÁNDEZ
Ana Quiroga
A propósito de su última colaboración con «Voilà la femme» (Ateneo de Marín, Galicia), María X. Fernández nos recibe en su estudio para hablarnos acerca de su última exposición, «75 colores. Obra para tiempos difíciles». En su último trabajo, la artista gallega reflexiona acerca de la versatilidad cromática, jugando con diferentes materiales y texturas. Más allá de toda referencia formal, «75 colores» es una reflexión sobre el paso del tiempo y lo azaroso de nuestra existencia.
¿Por qué “75 colores”?
El título de la exposición hace referencia a un regalo de la infancia, una caja de pinturas que marcó simbólicamente mi inicio en el mundo artístico. En ese objeto vi materializadas las distintas e infinitas tonalidades que acabarían por definirme. Partiendo de ese recuerdo, “75 colores” me permitió refugiarme en un momento especialmente duro como fue el cáncer de mi hermana. Siempre me ha fascinado la variedad del espectro cromático, especialmente las acuarelas, con las que llevo trabajando desde mis inicios. Si bien también me interesa trabajar con las dimensiones y las formas, la belleza del color es clave en mi obra artística, una faceta sensorial que siempre me ha fascinado
¿Hasta qué punto tu obra se ha alimentado de tu experiencia?
Personalmente, ha sido una de las exposiciones más difíciles de mi carrera artística. Yo normalmente disfruto enormemente de mi trabajo, lo vivo intensamente. Sin embargo, en esta mis circunstancias personales me afectaron, hasta el punto de plantearme no seguir con la exposición. El peso de la enfermedad de mi hermana se plasmó en todas y cada una de las obras, llevándome incluso a destrozar alguna de ellas, a transformarlas, a romperlas y descomponerlas. Es por ello que, en los trabajos que componen «75 colores», la tensión está presente. El vacío se convierte, por tanto, en uno de los protagonistas indiscutibles de la misma. El peso de mi vivencia personal me llevó incluso a replantearme el título de la exposición, añadiéndole finalmente la coletilla de «obra para tiempos difíciles». Lo que pretendía ser un trabajo a través de uno de los mejores recuerdos de mi niñez acabó convirtiéndose en una dura reflexión sobre mi vida y el vacío que dejan nuestros seres más queridos.
Un vacío donde las distintas materias y texturas juegan a confundirse, creando un abanico de sensaciones en el público.
Efectivamente. Para mí el vacío sería una forma de visibilizar lo rutinario, lo que no se ve. Mi objetivo es reflejar lo misterioso del universo, lo indescifrable de este. Es por eso que rompo tantos dibujos, cuando veo que no consiguen reflejar esta idea básica, los destrozo porque no me sirven.
Como artista, ¿cómo te relacionas personalmente con los distintos elementos en el momento de la creación?
A mí me gusta, desde siempre, trabajar con materiales variados que voy encontrando, sin buscar nada de antemano. Por ejemplo, si tengo una tela o plafones de madera, busco la mejor forma de trabajar con dichos elementos en función de sus formas y características particulares. Hay materiales que me interesan y los voy guardando para ocasiones futuras, pudiendo pasar hasta 10 años hasta que les doy un uso determinado. Tal fue el caso de las fotografías que usé en «Pastillas de memoria», mi anterior exposición. Esas imágenes fueron guardadas durante veintitantos años en una cajita. Yo sabía que algún día las iba a usar. De repente, por circunstancias vitales, te acuerdas de eso y decides recuperarlo. En ese caso en particular, fue por un desengaño personal que tuve de repente y necesitaba reconciliarme con el género humano.
¿Podríamos considerar al azar como un elemento determinante en tu obra artística?
Yo trabajo mucho con la idea de lo azaroso. No sólo en la elección de los materiales, sino también en el propio procedimiento de creación. A la hora de enfrentarme a un lienzo vacío, no tengo muy claro lo que voy a hacer. Entonces procuro buscar un estado mental de concentración y tranquilidad, siendo entonces cuando empiezo a trabajar. En este sentido, creo que el arte puede ayudar al creador a psicoanalizarse. En cada trazo, en cada pincelada, el artista plasma lo más profundo de su subconsciente sin darse apenas cuenta. Esta es otra idea que me fascina del arte. Más allá de eso, el azar también me resulta interesante por su capacidad para determinar la vida de las personas, más allá de la voluntad de estas. A lo largo de nuestra existencia, nos vamos fijando unas metas y objetivos. Sin embargo, el azar es finalmente quien decide el curso de nuestras vidas. Lo fortuito, lo que no planeamos pero acontece, nos acaba llevando por unas vías que jamás hubiésemos pensado. El secreto es saber adaptarse a estos nuevos caminos.
¿Hasta qué punto consideras que esta obra determinará tus futuros pasos?
No creo que mi obra actual determine trabajos futuros. Es más, no me importa que la gente no me llegue a reconocer porque diga «no te reconozco porque lo anterior que hiciste no tiene nada que ver con esto». Para mí cada obra es única, tengo que disfrutar personalmente de cada proyecto con el que me comprometo. Soy incapaz de marcarme una línea que siga mis trabajos anteriores, cada obra ha de ser única, irrepetible.
En relación a esa idea de lo azaroso en «75 colores», ¿consideras que lo fortuito es determinante en el mundo del arte?
Tal y como se presenta el sistema del arte actualmente, no hay cabida para todos los que participamos de él, en el sentido de que es muy difícil lograr visibilidad en un mercado cada vez más amplio y, al mismo tiempo, más inabarcable. Como artista, pienso que lo que se busca es que haya cuatro o cinco figuras conocidas cotizándose en el mercado. A los galeristas no les interesa que haya mucha gente que venda barato, le interesa el crear personajes aunque sea de forma artificial. Esto lleva a que ciertas obras, con un gran valor inicial en el mercado, acaben devaluándose enormemente pasados unos años. Por otro lado, hay quien va a las galerías de arte pretendiendo adquirir un dibujo a precio de lámina de IKEA. Son dos extremos que conviven actualmente en el mercado de arte, una realidad con la que convivimos diariamente los artistas. En mi caso, yo siempre me he movido al margen de los mercados, buscando formas de ganarme la vida paralelas: infografía, ilustración, clases de plástica, etc. Una vía cada vez más compleja, ya que con los recortes la enseñanza artística se ha visto notablemente afectada.
¿Cómo ves la posición de la mujer artista dentro del mercado del arte?
Lo más complejo es compatibilizar el rol de madre con el de artista. Sin apoyos, la mujer debe decidir qué camino seguir: o centrarse en su vida familiar o dedicarse plenamente al arte como profesión. Para mí, los hijos han sido una de mis prioridades. De no haber sido así, puede que mi trayectoria profesional hubiera seguido otro camino. Por supuesto, también hay quien escoge que lo más importante de su vida sea su carrera, renunciando a todo lo demás. Lo que está claro es que, para una mujer, sigue siendo todo un desafío hacerse con un sitio en el mundo del arte.