MARIÁN LÓPEZ FDEZ. CAO, PARA QUÉ EL ARTE
Rocío de la Villa
Nos preguntamos quizás demasiado «¿qué es el arte?», dejando al margen «¿para qué el arte?». Esta elección produce casi siempre la división entre la práctica artística profesional y la experiencia estética del público, entre artistas, comisarios, críticos y galeristas frente a audiencias, coleccionistas y educadores. En cambio, si nos preguntamos por la creación, quizás ahí si podemos encontrar vías de encuentro y de confluencia, entre el arte y la vida.
Como hace Marián López-Fernández Cao, pionera en nuestro país y figura de referencia en Europa y Latinoamérica en el campo de la Educación artística y el Arte como terapia. Disciplinas para ella desde siempre indistinguibles de un compromiso feminista que le llevó a dirigir el Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad Complutense y después a asumir la presidencia de MAV, Mujeres en las Artes Visuales. Por otra parte, escritora prolífica, desde 1997 ha publicado numerosos libros y guías educativas, de los que destacaría entre los recientes: Mulier me fecit. Hacia un análisis feminista del arte y su educación (Horas y Horas) y Memoria, ausencia e identidad (Eneida), ambos publicados en 2011. También ha coordinado varios volúmenes que en su momento marcaron un hito en la historiografía feminista del arte en España, como Geografías de la mirada. Género, creación y representación (UCM, 2000) y antes, Creación artística y mujeres. Recuperar la memoria (Narcea, 1999). Lo confieso, sólo he leído algunos.
Pero me atrevo a afirmar que el libro que nos ocupa: Para qué el arte. Reflexiones en torno al arte y su educación en tiempos de crisis supone una inflexión. No sólo es el trabajo más ambicioso y maduro, en el que se condensa y consolida toda una trayectoria de investigación y divulgación. También, por supuesto, como cualquier publicación de Marián, es un libro escrito con tanta claridad como erudición, bien planteado y ordenado, y que tanto puede leerse con placer como podría aplicarse en diversas guías didácticas. Marián vuelve a defender aquí una relación con el arte que abre vías de conocimiento y libertad, frente a los actuales recortes “que ahogan el saber” en la Universidad burocratizada y frente a los criterios mercantilistas de subastas y galerías que han terminado dominando el sistema del arte en las últimas décadas, en estos “tiempos de crisis”, como anuncia en el subtítulo del libro.
Sin embargo, Para qué el arte va mucho más allá de la perspectiva sociológica de la crisis que vivimos en este inicio del siglo XXI. Trascendiendo la aproximación historicista, aborda el origen violento y tanático de la creación contra la naturaleza bajo el patriarcado desde la edad del metal, remontándose a las reflexiones de Simone de Beauvoir y Gaston Bachelard. Y de ahí, a la genealogía de los filósofos que, desde Aristóteles, asignaron a la mujer el papel de mera materia –es decir, naturaleza– frente a la acción de la virilidad que imprime sobre ella la forma. Orígenes, en nuestra cultura, de una concepción en la Modernidad individualista, etno y androcéntrica, que ha condicionado la teoría, la historia y la historiografía del arte hasta establecer un vínculo indisoluble entre la creación de lo nuevo y la destrucción, que alcanza su máxima expresión en la poética futurista de Marinetti en el marco de las militarizadas –al menos nominalmente– vanguardias históricas al comienzo del siglo XX.
En cambio, hay otra manera de entender la creación. A partir de la revisión de las nociones de “Labor, trabajo y acción” analizadas por Hannah Arendt en su ensayo De la historia a la acción (1953), la autora reconstruye otra genealogía en donde aspectos como el denostado cuidado de los otros, el valor de lo efímero y el diálogo con la materia configura una concepción de la creación muy alejada de las definiciones habituales sobre qué es el arte, separado de la vida y de cualquier función ética. Una creación no reducida al genio artístico viril, sino arraigada en la experiencia emocional y cognitiva de reconocer y conocerse. La creación se muestra así como una práctica social necesaria.
Entre la genealogía de pensadoras que reclama –y en la que se encuentran Sara Ruddick y Simone Weil–, en mi opinión, destaca la categorización elaborada por Ellen Dissanayake en su ensayo Para qué sirve el arte: para establecer una relación con la realidad objetiva y con la realidad subjetiva, para aceptar la paradoja, para jugar y descubrir a través de nuestra proyección corporal en objetos, para enfrentarnos a conflictos y encontrar nuevas estrategias adaptativas, para mantenernos ante el conflicto, para acostumbrarnos a tolerar la frustración, para aprender a optar y a equivocarnos, para saber planificar, para sentir un tiempo y un espacio distintos, para ejercitar nuestra capacidad de habituación y deshabituación, para unir lo individual y lo común. En suma, para apostar por la vida. Porque, como afirma Marián L-F Cao en estas páginas: “Crear nos convoca a la vida, a sentir el proyecto vital, a hacerlo andar. La creación nos implica en el cuerpo, en la cognición, en la emoción, en nuestra individualidad siempre atravesada por los otros y el mundo”.
Por tanto, es desde esta perspectiva de reciprocidad del cuidado de sí y de los otros donde surge el llamamiento de que “el espacio de la actividad artística en ámbitos sociales debe convertirse o reinaugurar un espacio donde el ser encuentre una seguridad que permita la reflexión, la introspección, el humor y la acción transformadora”. Muchos son los ejemplos que presenta la autora de su propia experiencia en proyectos educativos y de arte terapia con niños y jóvenes a lo largo de su trayectoria, en los que ha predominado el deseo de aprender con humildad, de experimentar y de compartir.
Lecciones de vida y de una manera de entender la enseñanza del arte inspiradas en otras tantas vidas de artistas, ejemplos de experiencias, que se han agrupado aquí por temas. Comenzando por el cuerpo insurrecto (Suzanne Valadon, Paula Modersohn Becker, Kathe Kollwitz, Claude Cahun, Orlan, Esther Ferrer, Marina Núñez) y el cuerpo que fluye (Loïe Fuller, Isadora Duncan, Alexandra Exter, La Ribot, Fátima Miranda); la escucha de la naturaleza, con las pioneras ilustradoras botánicas Elizabeth Blackwell, Maria Sibylla Merian, Martha King, Marianne North y Margaret Mee; la observación de los objetos próximos que dan lugar a la vida detenida en el bodegón (Giovanna Garzoni, Fede Galizia, Clara Peeters, Rachel Ruysch); la casa, en donde la figura de Louise Bourgeois da paso a arquitectas y diseñadoras (Zaha Hadid, Kazujo Sejima, Marguerite Friedlander-Wildenhain, y las pertenecientes a la Bauhaus, Gunta Stölz, Marianne Brandt, Alma Siedhoff-Buscher, además de Charlotte Perriand y Eileen Gray); el motivo de los recuerdos (Carmen Calvo) y de los muñecos (Marie Vassilieff, Sophie Taeuber Arp, Hannah Höch y las nanas de Niki de Saint Phalle); las labores textiles (Françoise Dupré, Hildur Bjarnadóttir); y las estrategias no figurativas (Sonia Delaunay, María Freire, Lidy Prati, Lygia Clark, Lygia Pape, Mira Schendel, Gego y Elena Asins). Y por contra, reflejando la vida, con las fotógrafas Dorothea Lange, Tina Modotti, Lissette Model, Gerda Taro, Katy Horna, Diane Arbus, Cristina García Rodero y Susan Meiselas.
Mención aparte merecen las arteterapeutas pioneras como Friedl Dicker-Brandeis, que habilitó espacios de creación para niños en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y enseñó el camino de la arteterapia a Edith Kramer. En conjunto, un largo elenco de más de medio centenar de mujeres que a lo largo de la modernidad, desde centros y extrarradios culturales, a contracorriente, siguen iluminando la aventura de crear indisolublemente unida a la vida.
En conclusión, podríamos decir, creación como medio de adhesión a la vida, en un movimiento inverso a la pulsión tanática, de violencia y destrucción, con el que arrancaba este libro. Tensión de vida y muerte que hace de este el más radical de todos los ensayos publicados hasta hoy de Marián López-Fernández Cao quien, descubre, al final, sus cartas; es decir, la propia motivación para la escritura abierta, valiente y desprendida de este ensayo redactado en tiempos de crisis, que son, al cabo, las cartas escritas a su madre en pleno proceso de duelo.
Marián López Fdez. Cao, Para qué el arte. Reflexiones en torno al arte y su educación en tiempos de crisis, Editorial Fundamentos, Madrid, 2015. 294 páginas.