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NOTAS SOBRE EL PROYECTO LA CASA DEL LABERINTO
Noni Lazaga
Trabajo como un afinador modificando y ajustando los puntos en el espacio; ya no veo las escaleras, ni las columnas ni siquiera la ventana, solo veo los puntos que me permiten dibujar, escribir en esa hoja infinita que ya no es de papel, sino de un espacio que vacío por momentos, para que la invisibilidad del aire sea tridimensional.
Cada construcción debe sostenerse a sí misma para que sea transitable, sólida en lo gaseoso; desde fuera todas deben flotar en ese espacio vacío, invisible, como el ritmo de una caligrafía kana. Solo así el medidor de incertidumbres tendrá un sentido visual, de otra manera las caligrafías supondrán borrones, manchas que no permitirán leer cada elemento.
Liberar el pensamiento y dejarse llevar por las infinitas metáforas que se pierden en el silencio, en el vacío, en lo invisible, en la nada. Un espacio simbólico. La ficción es el único mundo posible; un sueño enlaza con otro sueño, una irrealidad tras otra construyen la casa, el ser, que transita desde un espacio pasado a un espacio futuro donde el tiempo nunca es lineal.
Materiales
El vacío y la lana, entendida esta, grafito de color que dibuja en el aire, en el vacío que sustituye al papel. La lana y sus diferentes grosores y calibres me permiten la elasticidad en las arquitecturas. La tinta se convierte en línea de lana en el espacio.
Formas
La línea como dibujo expandido, contiene en su interior las caligrafías: kanji, kana y árabe. La tridimensionalidad del trazo caligráfico oriental abstraído, se comprime finalmente en la lana, de color negro y de color rojo, utilizada como trazo y como material flexible que dibuja y construye.
Espacio
No existe culto al espacio. Lo concibo como una hoja infinita de papel invisible, con saltos e imprevistos, con elementos que ayudan o entorpecen la acción de la línea. Elementos traspasables. Modificarlo, abarcarlo, plegarlo, son actos espaciales. La construcción del vacío requiere invisibilidad, cada vez tengo más dudas sobre la existencia del vacío. Distingo entre lo visible y lo invisible, pero solo en lo que refiere a la percepción con las herramientas que poseo como ser humano. Dentro de lo invisible, de lo lleno que no se ve, construyo, modulo, dibujo.
Abre la exposición una fotografía de la serie «la era gaseosa» que remite al momento actual. Estructuras imposibles de habitar que anuncian un nuevo paradigma sobre el ser humano en un mundo que parece disolverse en estructuras desconocidas. Lo sólido, lo conocido, se convierte en lo que no se ve. Nada es lo que parece. Mundos ficticios se suceden construyendo la casa, el ser, en diferentes laberintos individuales. El recorrido de la exposición sigue una narrativa a través de números, el orden no es aleatorio; pero el visitante puede recorrer las piezas también de forma anárquica sin seguir los números, según su criterio. El público lo concibo de forma activa, como partes de la caligrafía, trazos que escriben en movimiento su recorrido individual en el espacio. Cada persona posee su propio laberinto, que traslada a través de las piezas en un ejercicio de búsqueda sin respuestas concretas. Solo la incertidumbre es una realidad.
Generalmente abordo los proyectos uniendo estéticas complementarias, orientales y occidentales, y elementos de ambas culturas: asimetría frente a simetría, multicentro en oposición a centro, geometría procedente del espacio caligráfico, vacío frente a lleno, multiverso frente a universo.
En el pasadizo hay dos salidas: la primera suficientemente amplia, hasta la que se puede llegar acompañado y conduce a la casa de muñecas, una casa sujeta al cristal e inmovilizada. A través del gran ventanal de la casa aparece como un eco amplificado el paisaje de edificios de esa otra supuesta realidad en el exterior, el paisaje de Fuenlabrada, que actúa como una posible salida. La casa de muñecas anclada en un pasado metafórico, coja y vacía, actúa como contenedor de experiencias anteriores, vivenciadas, el único elemento sólido de la exposición, junto al espejo.
La segunda salida del pasadizo se estrecha y permite salir solo individualmente. Su relación con el camino zen está presente. Los preliminares de esta construcción en lana negra se encuentran en las hojas del libro espacial que hice en 2012 y en las arquitecturas elásticas que realicé en papel (washi) por primera vez cuando vivía en Japón en 1999.
El pasadizo es la suma de esas hojas que levantan una arquitectura que atraviesa el techo y será transitada por el público como si estos fuesen kanjis, o caracteres, en el espacio. Formalmente acoge a la pared, con un movimiento orgánico, y podría continuar más allá de sus muros de forma elíptica. Existe una tercera vía, que permite ver el pasadizo desde fuera, sin entrar en él.
La casa se pliega en el espacio; construida con línea roja, define el paso del visitante a través de muros invisibles que generan tensión ante el miedo a la nada y la duda de si se está dentro o fuera.
Planos vacíos que se pueden/deben traspasar si se quiere acceder a las escaleras que conducen al primer piso y al espejo. La ventana ciega se sitúa en medio de la estancia, una ventana construida con una veladura que nos remite nuevamente a nuestro propio pensamiento.
En el espejo, que no refleja, la realidad es inaccesible y los verdaderos rostros no existen, sino que otras irrealidades devuelven la imagen del no yo. La ficción es el único mundo posible. El espejo actúa como otro elemento simbólico, las figuras aparecen distorsionadas deliberadamente a causa del material elegido, un metacrilato, con el que crear un mundo futuro de sueños que complementa la casa de muñecas. La línea azarosa al pie del espejo señala el caos, parte esencial de la construcción, de la irrealidad, del sueño. El caos anudado en numerosos caminos señalan un futuro irreal tan posible como los ya definidos.
El medidor de incertidumbres cubre una parte del espacio, pero es importante mantener la vista desde el primer piso; eso significará haber llegado al final del recorrido, haber salido de nuestro propio laberinto y llegar a la percepción completa de la casa, el ser, para entender que el techo protector no es sino el medidor de incertidumbres, que reduce al individuo en el momento actual a una mera gráfica estadística. Como su nombre indica es un juego de palabras que se contradicen creando un significado nuevo (oxímoron).
Noni Lazaga, La casa del laberinto, CEART, Fuenlabrada, Madrid. Del 3 de septiembre al 25 de octubre de 2015.