Catalina Mena, Léxico Doméstico III, 2016. Cuchillos de cocina usados y bordados con hilo dorado
ENTRE HILOS Y FILOS. ENTREVISTA A CATALINA MENA Y MARÍA GIMENO
Marián López Fdz. Cao
Quedo con las artistas en un café cercano a la galería, y entre un café y un pan con tomate, hablamos de sus obra, sus planteamientos formales y de contenido. Las obras, similares en algunos aspectos pero con ritmos y estéticas diferentes, parecen dialogar en el espacio de la galería Rafael Pérez Hernando, dignamente coordinado por su comisaria, Christina Mitrense.
Catalina Mena (Santiago de Chile, 1971)
Léxico doméstico III
Al entrar en el espacio de la galería, una masa inquietante de cuatrocientos cuchillos suspendidos en la sala, parecen esperar. Entre amenazantes y resignados, su filo está bordado –sí, bordado– de palabras cotidianas, cercanas, lo cual les confiere de un aspecto paradójico, tanto en cuanto a la forma como al contenido.
El aspecto me hace recordar a parte de la obra de Rosemary Trockel que nos sorprendió hace años con objetos domésticos transformados en elementos estéticos y otras a Regina Silveira y sus sombras perturbadoras. Objetos cotidianos aislados, cuya significación se pone en suspenso, herederas de un objeto encontrado, manipulado, delimitados en su destino y función, arrojando sombras jungianas hacia significados ocultados o por desvelar.
“Mi trabajo se sitúa en la problemática de la fragilidad, en la condicionante del habitar como el sentido de lo humano. Trabajo con objetos domésticos que aluden a nuestra manera de estar en el mundo. Específicamente esta exposición trabaja con el objeto cuchillo. Siempre me producía incertidumbre ver un cuchillo sobre la mesa, sobre una mesa en la que estábamos compartiendo comida, relacionándonos. Empecé a investigar que la cultura occidental es la única que se sienta a cenar, a compartir con otro, con un arma sobre la mesa. En un ambiente oriental sería impensable”.
“El cuchillo es un modo de relacionarnos. Tanto el cuchillo como el lenguaje tienen una latencia, una potencia, una manera de relacionarnos y por ello uní palabra y cuchillo”.
Palabras como cuchillos
Las palabras son comunes, muchas veces pronunciadas en diversos contextos: hijo, culpa… pero que van más allá de lo que simplemente vemos.
«La palabra podría ser también un filo, pero el bordado hace que sea preciado, por eso el hilo dorado, con una especie de tesoro o cuidado. El dorado también le da un carácter exquisito, como las lámparas de araña, se sitúa en la paradoja: la presencia de 400 cuchillos bordados. Es como una explosión, una nube, en estado de germinación, y con una gran relación corporal».
La obra tiene una relación perimetral con el espectador, con nuestro cuerpo. La obra nos obliga a situarnos, más o menos lejos, más o menos cerca.
“Se podría hacer un estudio sociológico, creo. Hay gente que le gusta acercarse, hay otra que no se atreve, otras se tumban debajo. Depende también del momento del día, una palabra cambia de sentido. Para mí es muy importante la palabra, genera realidad y a veces las tenemos muy descuidadas, como los cuchillos. Las palabras son del ámbito doméstico, comunes: hijo, hija… algunas palabras están relacionados con la violencia y otras no. Cualquier palabra puede tener doble función».
Efectivamente, las palabras son meros significantes de un significado a veces compartido, a veces personal, a veces cargado de una memoria de afecto o dolor. Como los cuchillos, como esos objetos que rodean nuestra cotidianeidad, el cuidado a través de la nutrición, pero también capaces de convertirse en instrumentos de espanto.
«Es la tercera vez que monto la obra, por eso se llama Léxico doméstico III, ya la monté en Chile y Montevideo. Cada vez que la monto, la pieza tiene distintas variaciones. Esta vez tiene iluminación también exterior y va cambiando en las sombras. Es la presencia más intangible que podemos tener, y el objeto habla de lo que puede ser».
La pieza va cobrando vida por sí sola a medida que avanza el día y la luz, que entra por las ventanas de la galería y va proyectando sombras alargadas.
Catalina Mena, Nada es lo que parece, 2016. 9 cuchillos de cocina usados
Nada es lo que parece
Nada es lo que parece es una obra limpia, escueta, impactante a través de su simplicidad de factura. Se nos presenta a través de la construcción de una imagen mental, la casa, realizada por cuchillos desprovistos del mango plástico o de madera que les suele recubrir, presentando sólo el esqueleto metálico del cuchillo. Alineados, forma la ingenua imagen de una casita. Realizada a través de imanes, los cuchillos pueden ser tomados y vueltos a colocar. Inquietante.
Aquí la proyección de la sombra es vital y evidencia la presencia/ausencia de la casa…
“¿Qué es la casa?, un constructo social, espacio liminal. Por eso es un dibujo, el límite de la idea”.
De nuevo, la obra me produce encuentros con genealogías: Louise Bourgeois y sus casas, sus habitáculos que oscilan entre el refugio y la trampa, donde el ser humano busca un espacio donde guarecerse y paradójicamente, puede convertirse en un lugar de horror, de donde nada sale al exterior. Como en una metáfora, se convierte en el depósito de experiencias inenarrables que convocan el miedo y la inquietud.
Las obras de Mena juegan constantemente con la paradoja, tanto a través de lo formal como en los universos y significados que convocan.
“En general produce inquietud, tiene distintos niveles de lectura. En Chile son piezas difíciles de asumir, no son condescendientes”.
María Gimeno, Every day an artist, 2013. 365 autorretratos
María Gimeno (Zamora, 1970)
La obra de Gimeno es delicada, se necesita tiempo para digerirla. Un tiempo dado, largo, suave, que permita posarse en los modos. La artista llega a la pieza tras un largo recorrido conceptual, renovando y dándole sentido a las técnicas clásicas. La artista combina pensamiento, concepto, idea, transformado por unas técnicas que se acomodan, reorganizan la idea inicial, mostrándose como presencias que irrumpen y modifican los significados.
Every day an artist
“El título viene de una reflexión de Beuys, every one is an artist. Esa pieza viene originada de una necesidad de afirmarme como artista y para ello busqué un lenguaje que fuese lo más fácil de comprender para cualquiera, que estuviese relacionado con lo que consideramos arte”.
María nos mira a través de 365 dibujos que ella ha hecho de sí misma, trescientos sesenta y cinco autorretratos que nos miran, a la vez que adivinamos la mirada de la artista mientras la recorremos. Hay un juego de miradas y reconocimientos en los autorretratos: nuestras miradas encuentran al artista, a la artista, a la vez que nos sabemos intrusos en la mirada íntima de su creador.
“Quería dibujo y no fotografía porque el dibujo nos remite a las bellas artes y hace hincapié en que quien dibuja todos los días es un artista. Me propuse hacer un año completo, como un ciclo completo. Lo que se repite un año puede repetirse toda la vida. Era una especie de legitimación temporal”.
¿De dónde parte la identidad del artista? Cuando deja uno de ser y se convierte en otro? ¿quién nos asigna la identidad, si es que ésta existe? Como en un buscarse en la mirada ajena del imaginario lacaniano, María desafía las amenazas superyóicas donde el Otro juzga eliminando la designación, la autoridad. A través de su mirada en nosotros, encarnamos la mirada del que otorga o deniega, poniéndola en cuestión.
“Me gustaba la idea de autorretratarme. Era como situarme en mí desde fuera y ese mirarse todos los días, hace que cada día seas diferente, estés de una manera: al lado de un dibujo bonito hay otro menos, y creas una tensión o evolución durante el año”.
La pieza está en evolución. En un momento dado Gimeno deja que entre el otro, el rostro ajeno, y la reemplace. Cada vez que vende un dibujo, un retrato del comprador –del donante– debe ocupar su lugar:
«Para empezar no me había planteado cómo iba a vender la pieza e iba viendo la tensión y el volumen. Fue muy duro, todos los días, enferma, ocupada, libre, todo los días…había una intensidad y una densidad tremenda. Además había que pensar en una salida para todo ese volumen y esfuerzo, cómo iba a comercializar esa obra… Fui al museo del Prado y allí me encontré con un cuadro italiano, una pareja con su bebé (san José y la virgen con el niño) y en una ventana estaba el donante que había pagado. Por un lado me llamó la atención ese intruso, pero por otro, me resultó interesante. Valorando el coleccionismo y que los clientes iban a ser los coleccionistas, pensé ¿por qué no? Y, por otro lado ¿cómo hago para que la serie no se desarme? Para mantenerla en su totalidad, pensé que cada vez que vendiera una obra, la sustituiría por el autorretrato de la persona que lo hubiese comprado. Por otro lado, el hecho de cambiar una imagen por otra, romper la serie, la renuncia… el coleccionista te permite seguir trabajando pero a la vez te rompe la serie, es un dolor…».
La intrusión del rostro ajeno irrumpe de modo casi violento, supone una quiebre en el ritmo al que la artista nos había acostumbrado, a la relación entre su mirada a sí misma y la otra. Otro nos mira, se ha colado en una existencia que había conseguido su razón de ser. El Otro que miró antes que nosotros tiene ya un lugar y una legitimidad aceptada por la propia artista. La presencia se enajena.
«Me gusta el juego, te doy mi original pero yo me quedo con el tuyo. Todos quieren su retrato y a todos le digo que no, que es mío. Al final yo tengo una serie de coleccionistas. Colecciono coleccionistas. Se vuelve por ello a enlazar con la frase every man an artist. Yo voy a dejar de ser yo para ser los otros».
No hay mirada gratuita, podríamos concluir, o toda apropiación del otro tiene un coste.
Me pregunto cómo irá evolucionando la obra. ¿Qué pierde la artista al verse sustituida por personas que se han prestado al juego del intercambio del rostro?. ¿Será el alma?
María Gimeno, Nu à la palette, 2014. Vídeo monocanal, 20’31»
Nu à la palette
La obra Nu à la palette parte también de la tensión que provoca la mirada ajena, del imaginario que cae sobre nosotros a través de la palabra y la designación externa.
«Es una pieza que hice el mismo año que los autorretratos. Viene originada de la ausencia de las mujeres artistas en la historia del arte, a través de la obra Old Mistresses de Rozsika Parker y Griselda Pollock, donde conozco la obra de Suzanne Valadon, con ese dibujo de Valadon, fuerte e incisivo que realiza en 1927, habiendo sido modelo. Fue muy significativo, con ese título Nu à la palette. Ese dibujo condensaba toda la historia que estaban narrando. Sin meditarlo mucho pensé que debía reinterpretarlo. Al hacerlo y pasarlo a vídeo, tenía que pintar algo… me pareció que era significativo presentarme desnuda como ella, como pintora –yo me he formado como pintora– y yo también había trabajado una época corta como modelo. Presentarme desnuda, de espaldas, sin mostrar el rostro era también significativo».
Otras artistas han reflexionado sobre la mirada del otro sobre uno mismo. Sophie Calle plantea un juego, un poco más irónico y desafiante, sobre la tensión entre los otros y uno. Gimeno trabaja sobre esa mirada definidora y jerárquica que contamina y paraliza. La artista encuentra la trasgresión en Suzanne Valadon, que hace saltar la impostura de la modelo que no debe mirar, o la tensión objeto/sujeto, hablante/palabra:
«Es un cuerpo desnudo que muestra pero no, y que no podemos ver qué esta pintando. Es un plano secuencia sin edición, ni siquiera podía echarme para atrás para tener una perspectiva sobre lo que hacía. Esas cosas que haces que a veces son muy intuitivas y no sabes las consecuencias que van a tener. Quiero reinterpretar a Valadon y me lanzo y al final sale una obra clásica, con lo cual tenemos la historia del arte muy asumida. Sin querer sigues haciendo esa imagen bella, armónica, con una composición muy clásica, pero que está pintando».
Efectivamente, la composición del vídeo es clásica, pero hay algo que nos desconcierta, la modelo ya no es modelo, no se ofrece a nuestra mirada y no vemos lo que pinta. Hay normas que han saltado por los aires a nuestras espaldas. Es la rebelión de la modelo, es la rebelión del heterodesignado.
«Lo que me gusta de la imagen final, es que es un autorretrato que te vuelve a llevar a la imagen de every day an artist, porque me lleva al ideal platónico del mundo de las ideas, que no es el rostro real o sí, o es la imagen que uno tiene de sí. Cuando me retiro, se ve una imagen que nada tiene que ver con la ideal: es fuerte, dura, te está mirando. Es mi autorretrato pero podía ser el espejo del que está mirando. Me gusta la contraposición de lo clásico del vídeo con el resultado del autorretrato, ese desaparecer yo y dejar la imagen de mí, que es lo único que de verdad físicamente está».
Ausencia y presencia. Huella y desaparición. Miradas en conflicto.
María Gimeno y Catalina Mena, Between Threads and Edges (Entre hilos y filos), Galería Rafael Pérez Hernando, C/ Orellana 18, Madrid. Del 7 de abril al 4 de junio de 2016.
Comisaria: Christina Mitrense.
La muestra forma parte de la programación de la Bienal Miradas de Mujeres 2016.