ENTREVISTA A MARGARITA DE LUCAS
Dora Román Gil
He tenido la suerte de conversar con Margarita de Lucas, que lleva junto a su marido Antonio Navascués cincuenta y dos años como galeristas de arte contemporáneo.
Margarita, ¿esto te convierte en la galerista más antigua de España?
De Madrid desde luego sí, no sé si también de España. Barcelona era cuando empezamos nuestra referencia, nos llevábamos estupendamente Barcelona y Madrid, seguramente en esa oposición al régimen del momento que no era nada contemporáneo, ni siquiera era contemporánea la palabra “galería”. Empezamos en marzo del año sesenta y cuatro con el nombre de Estudio Edurne, y ya a la vuelta del verano nos establecimos como galería exclusiva de arte. Desde entonces, Antonio y yo siempre juntos, luchando desde el principio para aclararnos nosotros mismos en qué terreno estábamos pisando, que era totalmente nuevo porque hasta entonces sólo habían existido las salas de exposiciones.
¿Qué actividades llevaban a cabo en esa época?
Yo vengo del norte, nací en Fuenterrabía y luego viví en Irún, ciudad cercana a San Sebastián y frontera con Francia, donde estudié piano y me dediqué a temas culturales, y tuve la inmensa suerte de aprender durante varios años con figuras tan importantes como Oteiza, Néstor Barrenechea, Remigio Mendiburu, Chillida, Gaspar Montes Iturrioz. Organizábamos conferencias en una revista oral que hacía mi hermano que se llamaba AyA (Arte y Amistad), hacíamos entrevistas y mesas redondas en las que estaban personajes del cine, la poesía, la pintura. Todo se aprendía de una forma natural, no tan académica, eran experiencias públicas, vividas, y eso me ha servido siempre para crear un cierto clima en mi propia familia.
¿Cómo era la acogida del arte contemporáneo en 1964 entre el público y otros galeristas?
Inauguramos con Erich Degner, que era un pintor discípulo de Benjamín Palencia, mitad alemán, mitad español y fue bien recibido, pero otra cosa era el día a día. El comienzo fue muy duro porque ni nuestra propia familia entendía de qué íbamos a vivir. Y a día de hoy, si ser artista es un riesgo muy grande ser galería también es muy duro, por lo menos una galería como la nuestra que no es ni de grandes nombres ni de grandes fortunas. Nosotros elegimos la actividad artística como una forma de conocimiento y de estar en el mundo y hemos tenido la suerte de convivir con los mejores pintores de la época, estábamos metidos en el arte abstracto… y nos reiríamos ahora de ver la controversia que se organizaba entre lo figurativo y lo abstracto. Tuvimos la coincidencia de ponernos en la misma calle que Juana Mordó, ella en el número siete y nosotros en el veintitrés y eso propició que viniera gente tan interesante a conocernos como Gerardo Rueda, Fernando Zóbel, Cristóbal Halfter, Lorenzo Fernández Ordóñez, Rafael Moneo, muchos nombres… Juan Navarro Baldeweg hizo su primera exposición con nosotros; Luis Gordillo, su primera, segunda y tercera antes de entrar en la galería Vandrés.
¿Se ha perdido esta naturalidad y el trabajo conjunto con otras galerías?
Sí, se ha perdido muchísimo, una barbaridad, por una serie de factores. Nosotros íbamos a Cataluña y teníamos unos intercambios fantásticos con galerías, comprábamos, vendíamos, pero con la transición política todo eso se paró. No sé si es el momento ahora, pero tendríamos que reflexionar en España sobre cómo lo hemos hecho, ha habido una contradicción porque no había tradición política y los políticos no han estado a la altura de la cultura del país. Hemos sido testigos de todo eso, de conflictos que se iban resolviendo o no; íbamos mucho a París y estuvimos en la FIAC de 1988 representando a España; también fuimos a Nueva York con motivo de un homenaje que se hizo a Millares en la galería Pierre Matisse al tiempo que nosotros después de su muerte honramos su memoria en nuestra galería.
Margarita de Lucas en Pedraza durante una exposición con Millares (1979)
Viéndolo con perspectiva creo que no teníamos una tradición cultural ni de unirnos entre los galeristas, aunque algunos han reconocido nuestro afán de hacer cosas conjuntas, como una vez que para animar el mes de junio que era muy soso económicamente y llamar la atención, creamos un evento conjunto de quince galerías que se llamó “Polémica”, que funcionó muy bien para todos.
¿Quizá antes os conocíais más entre vosotros y había más contacto?
Sí, así era, con el tiempo surgieron muchas y buenas galerías. También creamos la Asociación de galeristas, que llegó hasta Bruselas.
¿Cómo habéis planteado y seguís planteando las exposiciones?
Nuestro mérito ha sido hacer primeras exposiciones, descubrir el talento de artistas y el tiempo nos ha dado la razón. Hemos sido una galería ecléctica y siempre hemos hecho exposiciones muy novedosas; desde el principio hemos inventado temas constantemente: el psico-play, modelos de Elena Rubinstein, la Perfumería Gal, el pop en diversas facetas. También hicimos una muestra con el “equipo” de la abstracción española que se llamó “Lo formal del informalismo” a partir de Fernando Zóbel, un poco para homenajearle. Fue un personaje que se me ha quedado tan grabado: su personalidad, su apostura, su generosidad, su refinamiento, su didáctica… una persona que dedicó su dinero para formación y la ayuda a los demás y con su propia colección formó el Museo de Cuenca; generoso, siempre te daba algo, una dirección, un consejo. ¡Era genial! Esta forma de actuar que nosotros hemos vivido es lo que nos gustaría dejar como legado; por eso hacemos tertulias, encuentros, de una forma en la que el hecho cultural es algo natural, con generosidad entre unos y otros. Estamos más bien haciendo una reflexión sobre nuestros propios gustos a partir de nuestro conocimiento, nosotros que hemos estado en tantas cosas, nos encontramos ahora en una etapa tan interesante en nuestra vida que podemos en cierto modo improvisar, entendiéndolo como que tenemos un “banco de reserva” que nos permite dejar fluir, recorrer el tiempo como una bicicleta, de atrás para adelante, como decía Beuys, cuya filosofía y espiritualidad para el arte y la naturaleza ha sido nuestra guía, y espiritual no significa que sea místico sino que es sacar los propios recursos a través del conocimiento y del esfuerzo colectivo; por eso me interesan los proyectos que hablen de temas sociales y de temas políticos con toda tranquilidad, porque el arte si no es para la vida ¿para qué sirve?
¿Te has visto condicionada profesionalmente por ser mujer?
No, no; a pesar de que vivíamos en un mundo de hombres porque había muy pocas mujeres que pintaban y los artistas eran todos masculinos con alguna excepción, como nuestra amiga Marie Claire Decay, la mujer de Salvador Victoria. A todas nos conocían por el apellido de nuestros maridos, a pesar de que nosotras estábamos al pie del cañón. Yo era Margarita Navascués y sin embargo nunca me vi discriminada, ni por Antonio ni por nadie. Nosotros hemos sido de juntar las cosas en cualquiera de los campos, hemos formado siempre un equipo aunque a veces la incidencia de uno en un proyecto haya sido mayor que la del otro. Incluso pude desenvolverme sola en Nueva York en el año setenta y cuatro y tuve un éxito extraordinario pues traje a España obras interesantes e hice transacciones fantásticas, entendiendo perfectamente el comercio con los norteamericanos que hablan del dinero y de la comisión con mucha naturalidad y sinceridad, lo mismo que se hace en Suiza, en Francia o en Alemania.
¿Y qué artistas mujeres han pasado por la Galería Edurne?
Muchas también, hemos contado con grandes nombres: desde la americana Joan Semmel, a Elena Asins, Anna Peters, Vivi Milano con sus drippings, Isabel Quintanilla que ahora está exponiendo en el Thyssen, Amelia Moreno, que salió de Quintanar de la Orden, estuvo unos años en Nueva York y volvió a España, Lola Brossard, una artista fantástica que hacía monocromos; la esculto-pintora aragonesa Juana Francés, María Moreno, muy delicada y elegante, Amalia Avia en el grupo de la vanguardia, Isabel Garay… Sin embargo, lo que no han tenido es la misma facilidad para hacer su carrera porque ha habido unos roles muy tradicionales y por lo difícil que resulta conciliar en España. Ahora entre las más jóvenes tenemos a Amaya Bozal, Mar Solís, Czili o Ana Marzoy.
También tenéis una hija artista.
Sí, Marcela, que empezó haciendo fotografía y video y posteriormente estuvo en el taller de los Lugo, aprendiendo la técnica de dorar, y que hace unas magníficas instalaciones con pan de oro que aplica también a muebles. Ha expuesto en Alemania e Italia y ahora tiene su estudio en Portugal.
Has sido una gran viajera, ¿qué has traído en tu maleta?
Hemos viajado por toda Europa y hemos traído obras pero también hemos transmitido el entusiasmo por nuestros artistas y recogido numerosas propuestas que nos han parecido idóneas para llevarlas a cabo.
Esto es algo que habéis plasmado en el Espacio Azara donde está situada la galería Edurne, un lugar donde compartís conocimiento, enseñáis todo lo que sabéis, invitáis a que os visitemos.
Sí, todas esas ideas fantásticas que hemos visto en nuestros viajes, en Francia, en Bélgica, en Colonia, en Japón… Museos al aire libre a los que se subía en funicular para poder visitar, otros en los que coexistían obras de Picasso con las de artistas locales o con esculturas de Chillida. Hemos cogido siempre aquello que nos ha llamado la atención positivamente, nos lo hemos traído para casa, bien sea una idea, una comida, una convivencia, una moda, una apertura, una forma de reciclar. Sigo teniendo miles de ideas y no me da tiempo a hacer todo lo que se me ocurre, pongo pasión en todo lo que hago y procuro poner todo al mismo nivel de entusiasmo. Lo decía Miró cuando hablaba de que “l’escargot regardant la lune”, de la conexión que se establecía entre ellos, por eso no entiendo el mundo del puro dinero y la competitividad. Me parece lo más atroz del ser humano: el hombre debe tender a su crecimiento personal y por eso los países más avanzados son los que tienen unas sociedades que trabajan por el bien común. No tengo envidia de ningún otro país pero sí admiro que haya lugares donde han hecho esta conquista, algo que me parece envidiable.
¿Y vuestro proyecto más inmediato?
Junto con el pintor Juan Ugalde estamos involucrados en un trabajo que se está llevando a cabo en El Escorial, con proyectos ideales, reales o imaginarios, intentado aunar a la gente y que se lancen ideas para mejorar nuestro entorno. Es cierto que ahora hace falta mucho dinero para hacer cosas pero también hay que moverse por la ilusión y dejarse llevar por ella, y estoy segura de que pronto veremos los frutos de todo ello. En el mes de junio haremos en nuestra galería y en otro espacio de San Lorenzo la exposición de Imagina Escorial con las más de doscientas propuestas que se han recibido y nuestro deseo inmediato es que tenga éxito de participación porque puede ser algo muy revelador, y será una especie de pedestal para transmitir a los demás cosas nuevas que les harán disfrutar de una realidad que no conocían, y eso es lo que me mueve. Lo que salga será un beneficio para todos, para salir de la rutina, abrir puertas y ver que el mundo no se acaba nunca y está lleno de posibilidades y eso es lo que queremos traer aquí, hacer una cadena sin fin, como un universo expandiéndose, que una cosa lleve a la otra.
También queremos sacar adelante un Museo de Manolo Viola, el pintor que vivió aquí tantos años, que es uno de nuestros proyectos Imagina Escorial, un Museo donde se podrían hacer exposiciones y generar actividades, y vamos haciendo todo ello no con calma sino con sensatez, serenamente pero activos, poco a poco, buscando las puertas idóneas a las que tocar.
Copyright de las imágenes: Margarita de Lucas y Galería Edurne.