EN LO GROTESCO ESTÁ LA RESPUESTA
Ana Quiroga Álvarez
Durante los días 26, 27 y 28 de abril de 2017, la Universidad Complutense de Madrid ha acogido entre sus puertas el Congreso Internacional de Fotografía «Fotógrafas: mujeres tras la cámara», un espacio para el intercambio entre académicas, artistas y activistas. Bajo este foco multidisciplinar, hemos podido conocer el trabajo de Isabel Muñoz y Concha Casajús sobre los estremecedores testimonios de mujeres congoleñas, víctimas de violaciones y del rechazo social al que estas las destinan dentro de sus núcleos familiares. A su vez, la presencia de artistas de renombre internacional como Marga Clark o Ouka Leele se ha compaginado con ponencias en las que hemos descubierto las obras e investigaciones de activistas y periodistas, más allá del establishment y del sistema del arte.
Dentro de este marco transversal y polifacético, hemos podido conversar con la académica alemana la Dra. Uta A. Felten, quien inauguraba el Congreso con su conferencia «Feminidades nomádicas. Prácticas contra-discursivas en la fotografía del siglo XX». Profesora en la Universidad de Leipzig, es igualmente miembro de GECA (Grupo de Investigación Género y Cultura Audiovisual), dentro de la Universidad Complutense de Madrid. Aprovechando su paso por nuestra ciudad, hemos aprovechado para debatir sobre algunos de los aspectos más candentes de nuestra agenda política y socio-cultural, desde el papel de la fotografía en la conformación del imaginario hasta el peligro de los nuevos smartphones como dispositivos foucaultianos de control.
Entre la mascarada y los mass media
Uno de los primeros temas que tocamos es la confrontación entre la fotografía y activismo social, buscando averiguar el alcance de esta como conformadora de nuevos discursos al margen de la heteronormatividad. Aprovechando nuestra pregunta, Uta Felten nos lleva de la mano de Claude Cahun al surrealismo más revolucionario. Ese juego de la mascarada en Cahun, leyéndose como ser no binario mucho antes de las proposiciones teóricas de Judith Butler, nos conduce igualmente hasta Cindy Sherman. La fotógrafa, inspirada igualmente en el trabajo de la recientemente descubierta Vivian Maier, lleva el maquillaje y el concepto de mascarade de Joan Rivière al extremo.
¿Cómo interpretar el lenguaje estético de Sherman y Cahun desde nuestra realidad actual?
En un mundo donde el consumismo y la saturación de imágenes nos conducen a un culto al cuerpo cada vez más evidente, lo grotesco se convierte en una solución más que interesante para plantear nuevos modos de leerse como sujetos y no como objetos. Pensemos, por ejemplo, en el caso de los labios excesivamente agrandados en Cindy Sherman. Esta idea de feminidad enmascarada nos recuerda a las clínicas de botox, cada vez más de moda en ciudades como Berlín. Esta obsesión por el cambio constante de imagen y la eterna juventud encontraría la crítica perfecta en la actitud de Claude Cahun, que en sus autorretratos se opone a todo binarismo de género y plantea nuevos modos de ser y estar en este mundo.
Respecto a las performances de Cindy Sherman, tenemos que leer ese exceso de maquillaje y elementos decorativos como una apropiación de la mascarade. Jugar a ser la muñeca perfecta, maquillarse y adaptarse al deseo masculino, es perfectamente válido en este caso. La artista ejecuta su arte desde la plena consciencia, apropiándose del simbolismo patriarcal que impone a las mujeres el rol de objetos decorativos. Es aquí donde la consciencia de nuestros actos se vuelve básica en el juego. Desde la consciencia, asumimos la máscara como un juego más, un acto performático subversivo que nos va a ayudar a recodificar los cánones.
En este punto, ¿debe el activismo unirse a la Academia?
Lo cierto es que de nada sirve trabajar sin que la gente lo vea. En el caso del activismo, quizá sería interesante volver a esa unión de la Academia y la calle que se vivió en el activismo norteamericano de los años 70, a través del Women’s Liberation Mouvement. Si bien son dos lenguajes claramente diferenciados, es interesante que la calle y la academia se unan. En este Congreso, la presencia de las artistas y de las activistas en estos espacios académicos nos permiten avanzar hacia nuevos planteamientos rupturistas, encabezando quizá un nuevo replanteamiento del canon, una reconfiguración del mismo donde las mujeres puedan entrar.
Es necesario que las académicas y las artistas nos escuchemos y compartamos espacios de debate y reflexión. Las mujeres fotógrafas, ocultas durante años, deben sumarse a la historia universal. No solamente en espacios enfocados desde la perspectiva de género, sino en los manuales escolares y universitarios. Si no se plantea una historia colectiva, las mujeres, el colectivo LGTBQI y todos aquellos que no se encuadren en la norma seguirán en lo marginal.
Respecto a esos años 70, ¿hemos logrado un avance real en los últimos años?
Es muy complejo determinar hasta qué punto hemos retrocedido o avanzado respecto al siglo XX. Es evidente que, a gran escala, hemos evolucionado favorablemente. No obstante, si nos detenemos en ciertos aspectos del discurso y prácticas sociales, creo que hemos experimentado ciertas regresiones en ciertos aspectos de nuestra vida. Frente a la libertad con la que sabía leerse Claude Cahun, enfrentándose al canon normativo y patriarcal desde la subversión del lenguaje artístico, puede que hayamos retrocedido en ciertos aspectos. El peso de lo binario en nuestra sociedad es casi más asfixiante que en los años 80 o 90. Pensemos en esas filas rosas con casitas de muñecas y pasillos azules con juegos de construcción y camiones de los centros comerciales.
La procesión del Santísimo Coño Insumiso, un claro ejemplo donde lo grotesco habla por sí solo.
Una situación que se agrava aún más con el papel protagonista de los móviles en nuestra sociedad, ¿no? Teniendo en cuenta el papel de la imagen en las redes sociales y su popularidad entre los más jóvenes.
Efectivamente. Los smartphones se han convertido en una parte imprescindible de la vida moderna, pero también un importante elemento de control si no se sabe usar bien. Hay chicas que se bajan aplicaciones para saber en todo momento donde están ellas o sus parejas. Ellas no son conscientes muchas veces, pero a través de los móviles el control puede ser total, nos llevan a unos niveles de sumisión a nuestras parejas o amigos insospechados. La mujer volvería a estar así privada de toda libertad, cuidándose de relacionarse con nadie que no sea su pareja, en un estado represivo que nos podría recordar incluso al Siglo de Oro.
Unos dispositivos de control sin los cuales manifestaciones multitudinarias como la Women’s March de Washington no hubieran sido posible.
Evidentemente. Es obvio que también ayudan, pero hay que saber cómo domarlos. Que estos estén a nuestro servicio, no al contrario. Es obvio que este tipo de dispositivos han pasado a ser parte de nuestro día a día, convirtiéndose en una herramienta clave para la comunicación, pero también en un peligroso elemento de control que puede condicionar la libertad de las mujeres al deseo de los hombres. No sólo es una cuestión de género, ya que este tipo de estrategias de dominación se extiende a amigos y conocidos, permitiéndoles estar al tanto de nuestra situación en todo momento.
En esta lucha constante, ¿puede el humor ser una respuesta?
El humor ha estado siempre presente en el arte. Desde Luis Buñuel hasta Cindy Sherman, la risa consciente, elaborada y expresada desde la consciencia, es la clave de toda lectura crítica. En este sentido, el humor que viene desde lo marginal es altamente eficaz. Pensemos en muchos carteles de las manifestaciones: la ironía y la burla apropiada pueden servir a los marginados, a aquellos que se posicionan fuera del marco normativo, como elemento de resistencia ante la opresión del sistema patriarcal.
En este punto, toda lectura crítica que juegue con las máscaras y se apropie de ellas es bienvenida. Es ese juego hiperbolizado de Cindy Sherman, donde los labios ya no son más que la des-configuración de un rostro que ya no es rostro, sino máscara. Lo grotesco, en este punto, es la clave del lenguaje subversivo, la expresión máxima de la mascarade como respuesta reivindicativa.