57 BIENNALE 2017. VIVA ARTE VIVA
Rocío de la Villa
Bajo el título «Viva Arte Viva» la comisaria de la 57 edición de la Bienal de Venecia Christine Macel rinde tributo a los artistas, oponiéndose a la tendencia general que en las últimas décadas ha dado protagonismo a los curators; y después, como fruto de la imparable mercantilización del arte, a los coleccionistas. Pues son ellos, los artistas, de quienes, al cabo, depende todo el sistema del arte.
A lo largo de la exposición, que comienza en el gran Padiglione de los Giardini y continúa, como es tradicional, en el Arsenale, la noción de creación va desplegándose, desde el aislamiento hasta la colectividad y la creatividad ritual. En el Padiglione, un acierto es la sala audiovisual, donde se da voz a cada uno de los artistas y colectivos que participan en esta edición. Pero en toda la exposición encontramos mucha obra de cada artista, bien representad@. Hay algunas sorpresas y descubrimientos. En otros casos, se trata de reafirmaciones de propuestas ya planteadas en las últimas Biennale y Documenta. O bien, de homenajes explícitos.
Como el que se dedica a Kiki Smith en una de las salas centrales del Padiglione. La artista estadounidense bien hubiera podido ser galardonada por el León de Oro –concedido este año a la gran Carolee Schneemann–, si no hubiera una larga lista de espera de artistas mujeres con las que el arte contemporáneo y la bienal centenaria están en deuda.
Según datos publicados en la revista Artsy, en la exposición de Christine Macel hay un 35% de artistas mujeres de los 120 artistas y colectivos que participan, ligeramente inferior a la pasada edición de 2015 con un 37% y muy por debajo del paritario 43% en 2009, que luego cayó hasta el 26%. Por tanto, nada especial que celebrar. Destacamos las propuestas más interesantes.
PADIGLIONE:
KIKI SMITH
También en el Gran Pabellón, destacamos el vídeo de la artista rusa Taus Makhacheva (1983), Tightrope, 2015, que obviamente se ajusta bien a la tesis curatorial.
Como también ocurre en la instalación de la pareja Yelena Boroyeva (1959) y Viktor Boroyev (1959, El artista está durmiendo, 1996.
Otra interpretación es la que han realizado Katherine Nuñez e Issay Rodríguez con Entre las líneas 2.0, 2015-2017.
ARSENALE
En el Arsenale se van sucediendo grandes espacios monográficos, los dedicados a artistas mujeres aumentan conforme avanzamos.
Muy elegante es la sala dedicada a Thu Van Tran (Vietnam, 1979, vive y trabaja en París).
Avanzando, en el políptico de la estadounidense Michelle Stuart (1933), Ring of Fire, 2008-2010 –y en otros muchos trabajos– también se refleja una apuesta clara por la naturaleza y el ritual.
Hacia la mitad del recorrido en Arsenale, abundan las propuestas muy marcadas desde una perspectiva de género, o abiertamente feministas.
Después de representar a su país en la Biennale de 2009, la artista neozelandesa Francis Upritchard (1976, reside en Londres) vuelve a tener protagonismo en esta edición.
Muy saturado es el pasillo que nos hace recorrer la artista rusa Irina Korina (1977) en su instalación Buenas intenciones, 2017.
La artista china Guan Xiao (1983) indaga sobre la mistificación y la mercantilización souvenir de le escultura de Miguel Ángel en su vídeo David, 2013.
Y es auténticamente impactante, sutil y elegante, la intervención de la portuguesa Leonor Antunes (1972) en el pasillo central.
Junto a esta maravillosa intervención, en un flanco, muy bien acompañada está Teresa Lanceta con una decena de sus siempre inspiradores tapices.
De alguna manera, su trabajo inaugura toda una vertiente de propuestas textiles y artesanales, como la pieza reciente, pero perteneciente a la serie ya muy conocida de porcelanas reconstruidas de la coreana Yee Sokyung (1963).
También a partir de este momento en el recorrido se produce un giro hacia el «impulso dionisiaco» en la creación, como bien muestran los motivos vegetales de la artista india, que trabaja en Nueva York, Rina Banerjee (1963).
La poética del cuerpo y el sexo corre a cargo de la artista libanesa, que reside en Los Ángeles, Huguette Caland (1931) con dibujos de la década de los setenta, maniquíes con diseños de vestuario y otras obras de los noventa.
Continuando con lo textil, también hay una importante representación del trabajo de la artista suiza Heidi Bucher (1926-1993).
La estética de los objetos cotidianos y los recuerdos, dionisiaca por musical, también se expresa en el panel de audiocasettes de Maha Malluh (1959).
De la estadounidense Eileen Quinlan (1972) se muestran fotografías intimistas y poéticas.
Frente a este trabajo, se encuentra la entrada a la Gruta profunda de la artista francesa Pauline Curnier Jardin 2011-2017. Dentro, encontramos un film.
La cubana Zilia Sánchez (1926), residente en San Juan de Puerto Rico, expone piezas de sus series Topologías (1982-1990), Amazona (1967-2009), Eros (1976-1998) y el políptico Troyanas, 1999.
La artista turca Nevin Aladag (1972), residente en Berlín, propone Traces, una interesante videoinstalación en la que recoge la producción de música al azar.
También en la escultura de la británica Karla Black (1972), el azar parece tener un papel relevante.
El color en variados formatos y materias parece ser el hilo conductor en la penúltima sección.
En el trabajo de la estadounidense Nancy Shever (1943).
En la videoinstalacion de la artista turca Hale Tenger (1960), Globos en el mar, 2011.
En las piezas de la estadounidense Judith Scott (1943-2005), en esta edición claramente homenajeada.
Y en el gran environment textil creado por la estadounidense Sheila Hicks (1934), residente en París, e interesada por cuestiones de percepción visual y háptica.
Para finalizar en el monocolor de la alfombra de polvo iluminada y la cortina plateada de Edith Dekyndt.
Por último, ha sido todo un acierto elegir las instalaciones narrativas de la argentina Liliana Porter (1941) para cerrar el recorrido.
57 Bienal de Venecia. Del 13 de mayo al 26 de noviembre de 2017.