CATACLISMO

IN MEMORIAM: ISABEL QUINTANILLA, UNA PINTORA DE VERDAD

Quintanilla 1

Jardín, 1966. Óleo sobre tabla, 122 x 217 cm. Colección privada

IN MEMORIAM: ISABEL QUINTANILLA, UNA PINTORA DE VERDAD
Grupo PEMS20*

Isabel Quintanilla (Madrid, 1938-Brunete, 2017), Maribel, como la han llamado siempre en su círculo íntimo, nace en Madrid en 1938. Lo suyo es una vocación temprana y decidida. Desde que se matricula en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, con tan solo 15 años, no deja de estudiar, ni de investigar, ni de pintar. Se puede decir que el tema que mejor define su obra es la luz: como crea el espacio, destaca las formas, define los volúmenes y nos alcanza con su poder de revelación y de nostalgia.

La pintora Isabel Quintanilla pertenece al denominado “grupo de realistas madrileños”, cuyo punto de partida se remonta a los años cincuenta del siglo XX y cuya vida y obra se han desarrollado, fundamentalmente, en Madrid. Sobre su denominación, el pintor Antonio López, uno de sus más importantes miembros, aclaraba que no es un grupo tal y como se entiende en el mundo del arte, puesto que nunca hubo un programa ni unos objetivos marcados o una línea a seguir. Se trató, desde el principio, de amigos que se conocieron y formaron, en su mayoría, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando; que han compartido largas horas de debates artísticos y que han expuesto en varias ocasiones juntos. Dicha relación se vio fortalecida por los matrimonios que tuvieron lugar dentro del grupo: Amalia Avia con Lucio Muñoz, Isabel Quintanilla con Francisco López Hernández, Esperanza Parada con Julio López Hernández y María Moreno con Antonio López. La razón de su unidad radica, pues, en un entendimiento estético y un respeto mutuo.

Quintanilla 2Cuarto de baño, 1968. Óleo sobre tabla, 100 x 75 cm. Colección F. Javier Elorza.

Quintanilla 3La lubina, 1975. Óleo sobre lienzo, 56 x 62 cm. Colección particular.

Al estudiar la trayectoria profesional de esta artista se observan diferentes etapas. La primera de ellas se caracteriza por unas composiciones sencillas y delicadas con un cromatismo en el que predominan los tonos grises y ocres, tal y como reflejan Bodegón en la ventana (1959) y La carretera (1959).

Nocturno en Roma (1964) marca el inicio de una nueva etapa en la que las tonalidades sombrías cambian por colores brillantes. Esta transformación es la consecuencia del traslado a Roma en 1960, con su marido, el escultor Paco López Hernández (1932-2017). En Italia comienza un periodo decisivo para Isabel, una nueva forma de entender el arte, identificando la obra como la representación de la realidad que nos rodea, de lo cotidiano con toda su carga poética y evocadora. La pintura pompeyana del Museo Nacional de Nápoles, los estucos y las pinturas de la Casa Farnesina y la Villa de los Misterios, junto a la ciudad sepultada por el Vesubio, captan el interés de la pintora, que va a centrar su atención en el arte clásico. El descubrimiento de los rojos italianos provoca una explosión de color puro y brillante en sus cuadros, cuyo mejor ejemplo es El jardín de la Academia (1963).

A su regreso a Madrid en 1964, Isabel va a mostrar una mayor confianza en el empleo de nuevas tonalidades, aunque al pintar flores sigue utilizando blancos y grises. En esta nueva etapa sorprende la manera en que se multiplican los verdes, los dorados y los azules. Ese mismo año realiza su exposición en la galería Edurne de la capital. A partir de esa fecha y, sobre todo, de las sucesivas muestras que hizo en Alemania, surge el interés por su obra en el extranjero.

La maestría de Isabel queda probada en la presentación austera y sin dramas de sus interiores, dibujados y resueltos en los términos más justos, siendo la luz el elemento que reparte la intensidad a todo el conjunto, como puede verse en los cuadros Homenaje a mi madre (1970), Habitación de costura (1972) o Paco escribiendo (1996).

Quintanilla 4Homenaje a mi madre, 1971. Óleo sobre tabla, 74 x 100 cm. Colección Pinakothek der Moderne, Múnich.

Quintanilla 5Habitación de costura, 1974. Óleo sobre tabla, 100 x 82 cm. Colección de la artista.

Además de los interiores donde transcurre su vida y por los que es más conocida, Isabel pinta bodegones, retratos, paisajes, marinas, flores y autorretratos. Siempre presta la máxima atención al detalle y alcanza una perfección que es fruto de una sólida formación académica y de una gran disciplina.

Entre las exposiciones colectivas en las que ha participado, destacan las organizadas por la galería Leandro Navarro, así como por la galería Malborough de Londres y por el Museo del Prado en Madrid, junto con sus compañeros del grupo de “realistas madrileños”. Sin embargo, son las últimas dos muestras del grupo realizadas en el Museo Thyssen de Madrid y de Málaga, celebradas en 2016 y 2017, las que sirvieron recientemente para confirmar, una vez más, su enorme talento, en lo grande y en lo pequeño.

Sus cuadros son verdaderos espacios de encuentro, donde se presiente la verdadera dimensión del hombre, de la mujer. Y ella, sin considerarse feminista, ha sido muy consciente de las dificultades añadidas por ser mujer artista y ha luchado siempre por no dejarse definir por los prejuicios. Como persona era cálida, divertida y sincera. Una pintora de luz y realidades.

Quintanilla 6Atardecer en el estudio, 1975. Óleo sobre lienzo, 122 x 136 cm. Colección particular.

* El Grupo de Investigación Pintoras Españolas Mujeres del Siglo XX (PEMS20) de la UNED está formado por Eva Mª Asensio, África Cabanillas, Ángeles Egido, Gonzalo Herranz, Teresa Jurado, Constanza Nieto, Mª José Pena y Amparo Serrano de Haro, la investigadora principal.

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