SOLEDAD LORENZO. UNA VIDA CON EL ARTE
Rocío de la Villa
Con ocasión de las exposiciones “Punto de encuentro” y “Cuestiones personales” en el Museo Reina Sofía sobre la Colección Soledad Lorenzo, compuesta de casi cuatrocientas piezas y donada al museo nacional, retomamos el volumen biográfico.
Publicado tras la concesión a Soledad Lorenzo del Premio Fundación Arte y Mecenazgo, se trata de la primera monografía dedicada a una galerista en nuestro país, lo que supone una importante aportación a nuestra historiografía artística, en la que escasean los ensayos sobre galerías. En parte, podría considerarse un manual del oficio de galerista, dado el absoluto compromiso de la protagonista, que explica las reglas de oro de su método de trabajo, respaldado por las declaraciones de los artistas que pertenecieron a su galería durante los veintiséis años que permaneció abierta (1986-2012). Pero también es una historia parcial del arte contemporáneo en nuestro país desde la década de los años ochenta, cuando comienza el despliegue de nuestro sistema del arte con la construcción de museos y centros de arte, al tiempo que se plantea la reformulación de instituciones y asociaciones profesionales, y nuestra escena artística se abre definitivamente al panorama internacional. Aspectos a los que Soledad Lorenzo (Torrelavega, 1937) ha contribuido, al llevar hasta sus últimas consecuencias el desempeño de su profesión: al ser cofundadora de la Asociación Arte Madrid, del Consorcio de galerías y del Instituto de Arte Contemporáneo, y coiniciadora del Código de Buenas Prácticas; además de su presencia constante en ferias internacionales como ARCO, Frieze y Art Basel. Una labor bien reconocida con la concesión de otros premios en los últimos años: Medalla de Oro de las Bellas Artes 2006, Premio GAC 2012, Premio MAV, Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid, Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio; y el muy destacado Premio FEAGA European Gallery, concedido por la Asociación de Galerías Europeas, en la Feria de Basilea en 2009. Galardones profesionales para un personaje mediático, que ha popularizado el galerismo en nuestro país, con su defensa a ultranza del arte contemporáneo. Y que, en definitiva, para la sociedad ha sido la cara visible de una generación espléndida de mujeres galeristas y gestoras en nuestro país: Elvira González, Juana de Aizpuru y la galerista/coleccionista Helga de Alvear junto a María de Corral y Rosina Gómez-Baeza, por citar solo algunas.
El volumen contiene dos partes. Una extensa entrevista de Antonio Lucas, en la que Soledad se muestra, como diría ella, “con toda naturalidad”, contando cómo llegó al arte contemporáneo, sus inicios primero con Fernando Guereta y después en la galería Theo –un periodo en que alterna su relación con artistas y coleccionistas con la amistad de literatos: José Hierro y Luis Rosales, a través del que conoció a Juan Rulfo y Juan Carlos Onetti, Francisco Nieva…–, y su trabajo como coordinadora de exposiciones en Europalia 85, antes de fundar su propia galería. Y una segunda parte, donde Mariano Navarro revisa la historia de la galería por grupos de artistas, incluyendo sus declaraciones junto a las de Soledad Lorenzo sobre la relación mantenida entre ellos.
Soledad Lorenzo en el interior de la instalación de Sergio Prego montada en su galería en 2011
Siguiendo el modelo de Juana Mordó quien, como señala Soledad, era “el referente de su generación”, decidió crear una galería de artistas, no de tendencias. En ella se reunieron “maestros” como Gordillo, Palazuelo, Tàpies, Anthony Caro y Louise Bourgeois con jóvenes que su galería puso en valor: Txomin Badiola y Pello Irazu, Jon Mikel Euba, Sergio Prego, Juan Uslé, Jorge Galindo, Juan Ugalde, Íñigo Manglano-Ovalle, Jerónimo Elespe o Philippe Fröhlich, “porque –afirma– es donde se prueba cómo sabes elegir lo mejor de entre lo que aparece”. Ya a finales de los ochenta comienza a plantear colectivas de artistas puntera en el ámbito internacional, por ejemplo, de los norteamericanos Ross Bleckner, David Salle y Eric Fischl, o de los povera Calzolari y Zorio junto a Ulrich Rükriem. Pero será a comienzos de los noventa cuando se afirme la presencia internacional, por ejemplo, con la individual del escultor británico Anish Kapoor. Lo que se acentúa mediada la década, cuando la presencia de artistas estadounidenses comience a ser recurrente –como los neoyorquinos Robert Longo, Julian Schnabel, George Condo– y en especial, vinculados con la Costa Oeste –confiesa Soledad, “mi tentación”–, con Tony Oursler y Paul McCarthy. Significativa de este interés californiano fue la colectiva Cruising L.A., comisariada por Álvaro Perdices en 1997 con McCarthy y Pittmans, Martin Kerssels, Catherine Opie y Jason Rhodes/Jorge Pardo, con la que Soledad Lorenzo asume en su galería un papel institucional, una vez más. En total, un elenco de ochenta artistas, entre los que también encontramos otros nombres destacados vinculados a su galería, como Pérez Villalta, Sicilia, Broto, Hernández Pijuan o Perejaume.
Juan Ugalde, Juan Uslé, Soledad Lorenzo, Victoria Civera y Philippe Fröhlich
Aunque Soledad afirma: “nunca me he planteado la realidad desde el punto de vista feminista”, tiene claro que “aún hoy el techo de cristal sigue ahí, incluso en el mundo del arte, que es de los más abiertos, al menos el de las galerías. Una mujer, con todo, lo tiene más difícil”.
Al repasar las doscientas nueve exposiciones realizadas, se constata la presencia de bastantes artistas mujeres para el parámetro general en galerías durante este periodo en España: Marta Cárdenas y Ángeles Marco se incorporan a comienzos de los noventa, Susy Gómez y La Ribot a comienzos del 2000, a las que se suma Ana Laura Aláez en la última década. Además de las ya mencionadas Louise Bourgeois, Catherine Opie, Sam Taylor-Wood, Adriana Varejao y Jennifer Steinkamp. Mención aparte, por la recurrencia de sus exposiciones, merece subrayarse la continuidad de Soledad Sevilla, con nueve exposiciones, y Victoria Civera, que expuso en la galería en siete ocasiones.
Mariano Navarro dedica un capítulo a las artistas de la galería, porque –argumenta– “el relato de algunas de ellas de cómo fue su relación con Soledad, el vivo retrato que hacen y la amplitud de sus reflexiones configuran un cuadro más definido y a la vez con muchos más matices que el que trazan los artistas hombres”.
Vista de la exposición de Ana Laura Aláez en la galería Soledad Lorenzo, 2009
En opinión de Ana Laura Aláez, “Soledad pertenece al espectro de galerías que se basan en la relación humana. Esto en sí mismo es un argumento que agoniza. Es decir, las galerías basadas en el afecto van desapareciendo. La figura del visionario-marchante-mecenas-amigo se está diluyendo”. En cambio, Soledad “ha tenido muy claro que si no podía establecer un trato intenso y amable a la vez con sus artistas, prefería –por mucho que el trabajo le pudiera interesar– prescindir de la relación comercial”. También recuerda comentarios de Soledad en el montaje de su exposición en la galería en 2009: “Todo esto lo veo como pintura… Qué gusto que hables de la pintura desde la escultura”. Al tiempo que la artista le agradece «su irreverencia», que asumiera “una cierta profanación de su territorio inmaculado… lo abyecto y lo vivencial como una forma de expresión legítima más”.
Otro retrato interesante es el que aporta La Ribot, que en 2002 realizó en la galería durante quince días la performance Still distinguished, lo que supuso un proceso de trabajo innovador en el circuito comercial: “Siempre descubríamos nuevas formas de funcionar, de pensar, de presentar. Soledad no deja pelos sin peinar, comprende y ama lo que hace y va hasta el final de cada cosa, sea grande o pequeña”. Y añade: “Además, había mucho afecto. Soledad tiene la capacidad de ser una fabulosa cómplice”.
Soledad Lorenzo en su casa, delante de una pintura de Victoria Civera
En esa complicidad, destaca la mantenida con Victoria Civera. El careo entre artista y galerista es muy esclarecedor. Según la artista, “lo que siempre me ha convencido de Soledad Lorenzo es su legalidad y lealtad sin tacha que ha mantenido conmigo… no estoy segura de que resulte comprensible para alguien ajeno al mundo del arte lo que Soledad representa para un artista, avala la certeza absoluta de que vas a seguir trabajando en sus proyectos, recibiendo el pago correspondiente de las obras vendidas y recibiendo el apoyo necesario para emprender lo que quieras hacer”. Por su parte, la perspicacia crítica de la galerista brilla al hablar del trabajo de Civera: “Vicky piensa en grande en formatos mínimos… yo le doy la razón en el sentido de que sus metas no han sido nunca sociales, sino íntimas y privadas… Creo que Victoria Civera ha tenido la desgracia de ser española, si hubiese sido alemana o norteamericana hoy estaría entre las primeras en el ranking mundial… es una artista muy rara, en el sentido de que es una artista muy, muy femenina, tu ves una pintura suya, una tela, y hay algo manual, algo como de vamos a arreglar esta prenda”.
Soledad Lorenzo. Una vida con el arte, EXIT. Proyectos Utópicos SL, Madrid, 2014.
.
.