Teresa Benítez, Pluralidad femenina, 2007
REV/BELADAS. MUJER Y FOTOGRAFÍA EN EXTREMADURA
Montaña Hurtado Muñoz
Una de las fotografías más icónicas de la historia habría sido disparada por una mujer. La primera reportera gráfica conocida que murió cubriendo una guerra, la guerra civil española: Gerda Taro.
Esta hipótesis, que plantean, entre otros, el investigador e historiador Fernando Penco* o Ara Güler, fotógrafo de la agencia Magnum, sobre la famosa imagen “Muerte de un miliciano”, no ha tenido, sin embargo, la misma repercusión que las polémicas generadas sobre su autenticidad y localización. Parece probado, además, que Taro fue quien creó, como una genial estrategia de marketing, el seudónimo Robert Capa, con el que tanto ella como su pareja, Endre Friedmann, ambos de origen judío, firmaron indistintamente sus fotografías. Robert Capa fue, inicialmente, un personaje inventado: un supuesto fotógrafo norteamericano de prestigio del que Taro y Friedmann actuaban como intermediarios ante los medios franceses, con lo que pudieron vender sus trabajos por cantidades superiores a las que habrían recibido de haber firmado con sus propios nombres. Sin embargo, tras su prematura muerte en junio de 1937, Gerda Taro cayó en olvido y una parte de sus fotografías fue atribuida a su compañero sin que se haya restituido aún su autoría.
El caso de Gerda Taro, por desgracia, no puede considerarse algo puntual. La historia también ha relegado a un plano secundario a Margaret Bourke White, Grete Stern, Lucia Moholy o Claude Cahum, por citar solo algunas. Todos estos nombres corresponden a mujeres fotógrafas nacidas a finales del siglo XIX o principios del siglo XX. Fueron mujeres pioneras y valientes, contemporáneas a Gerda Taro. Algunas, al igual que ella, fotografiaron guerras. Otras contribuyeron con sus fotografías y fotomontajes, ya en fechas muy tempranas, a luchar contra la opresión femenina y los estereotipos de género y a visibilizar la ambigüedad sexual. Ninguna de ellas goza en la actualidad del reconocimiento y la popularidad con los que sí cuentan muchos de sus compañeros varones.
Esta situación tampoco es exclusiva del mundo de la fotografía ni se asocia expresamente a un período histórico concreto. Es algo que todavía hoy, en el año 2018, está presente en nuestra sociedad y que se extiende a todos los sectores. La artista mexicana Mónica Mayer, pionera del arte feminista en Latinoamerica, afirma que la situación de la mujer en realidad no ha mejorado mucho desde que empezó su trayectoria en los años setenta. La diferencia, según ella, está en que ahora se habla en voz alta sobre los problemas que afectan a las mujeres: la desigualdad, la belleza normativa, los abusos, el acoso, la violencia…
2017 fue considerado por diversos medios de comunicación como el año de las mujeres, en referencia a los movimientos que denunciaban casos de abusos sexuales primero en el mundo del cine y más tarde en otros sectores. En el campo de las artes visuales, hace décadas que colectivos como Guerrilla Girls vienen luchando para conseguir la igualdad y aumentar la presencia de mujeres artistas en exposiciones, museos y ferias de arte a través de acciones y manifiestos. Las cifras que arrojan las estadísticas publicadas en el caso de España por parte de la asociación Mujeres en las Artes Visuales justifican la necesidad de exposiciones como Rev/beladas, que no solo visibilizan los trabajos realizados por mujeres artistas, en este caso a partir de la fotografía. Las cinco artistas que forman parte de este proyecto (mai saki, Nieves García Barragán, Dulce Escribano, Teresa Benítez y Susana Pérez) cuentan con trayectorias y formación diversas, y aportan una visión humana, crítica y a veces poética sobre el universo femenino, mostrando en ocasiones su compromiso con problemas de género.
Teresa Benítez, Pluralidad femenina, 2007
Teresa Benítez es fotógrafa freelance con una larga trayectoria que entiende su profesión como una manera de contar historias. Sus trabajos se publican de manera habitual en prensa y medios de comunicación regionales, nacionales e internacionales. Esto la ha mantenido alejada hasta hace poco tiempo del ámbito expositivo pero no le he impedido participar en proyectos de gran relevancia como el desarrollado por el MEIAC en el año 2001 en el que ofreció su visión del Carnaval de Badajoz junto a otras seis fotógrafas entre las que se encontraban Ouka Leele, Morgana Vargas Llosa o Isabel Muñoz, a quien, además, cita como una de sus referentes.
En la serie “Pluralidad femenina”, realizada durante el año 2007 por encargo de Marca Extremadura, aparecen retratadas mujeres extremeñas que han logrado ser respetadas y reconocidas en sus respectivas profesiones, algunas reservadas tradicionalmente a los hombres: cineastas (Irene Cardona y Maite Ruiz de Austri), juristas (Mercedes Fernández Blasco y Mª Félix Tena Aragón), investigadoras (Idoia Díaz Güemes, Carmen Calles Vázquez y María Victoria López Blázquez), docentes y catedráticas (María del Mar Lozano Bartolozzi y Ana González Salvador), empresarias (Lucía Maeso, Yolando Piñero y la cooperativa de Villuerclaje), actrices y cantantes (Ana Trinidad, Pilar Boyero y Maruchi León), deportistas (Nuria Cabanillas y Fátima Agudo), diseñadoras (Maribel Seguro, Miriam Cobo y Lali Parodi). Todas ellas forman parte de la realidad social de Extremadura y son el reflejo del trabajo que muchas mujeres realizan día a día. Por eso, Teresa Benítez se pregunta por qué debería seguir siendo noticiable. A pesar de la distancia en el tiempo, estas imágenes podrían asociarse a las fotografías de mujeres trabajadoras que realizó Margaret Bourke White entre las décadas de los años 30 y 50 del siglo XX para romper con los estereotipos de género. Las altas cifras de desempleo femenino, la brecha salarial y la escasa presencia de mujeres en puestos de poder nos recuerdan que todavía hoy hay que superar muchas barreras y techos de cristal.
mai saki, Infancias robadas, 2017
En Sierra Leona, las niñas y adolescentes no se preocupan tanto por los techos de cristal como por su propia supervivencia. Hasta este país, uno de los más pobres del mundo y también con elevadas tasas de violencia hacia las mujeres, viajó mai saki en el año 2017, el mismo año en que recibió el Primer Premio de Fotografía Ciudad de Badajoz, para realizar el proyecto “Infancias robadas”, que podemos enmarcar dentro de la fotografía humanitaria. Gracias a una fundación de Badajoz, mai saki conoció la existencia de una casa gestionada por los salesianos en Freetown, la capital de Sierra Leona. En ella acogen a niñas que han sufrido maltratos y abusos y a adolescentes que han vivido en la calle ejerciendo la prostitución. Olvidadas por las autoridades y expuestas a las enfermedades de transmisión sexual, esta casa es el único lugar del país en el que estas niñas pueden encontrar refugio y prepararse para una nueva vida.
Con una trayectoria de más de quince años dedicada a la fotografía, mai saki trabaja diversos géneros, como el paisaje o el retrato, pero también la fotografía callejera, en la que tiene como uno de sus referentes a Diane Arbus, pero le interesa especialmente hacer visible la exclusión, lo que normalmente no vemos o no queremos ver, muchas veces desde una perspectiva de género. Este interés surgió en mai saki de una manera muy natural cuando empezaba a familiarizarse con su cámara, en Barcelona, y le ha llevado a lo largo de su carrera a realizar trabajos de gran profundidad y dureza, que le mueven de manera interna. A través de su objetivo ha inmortalizado con frecuencia a personas sin hogar o con enfermedades mentales.
El cuerpo de la mujer, abordado desde diferentes puntos de vista, es el tema central de los trabajos de Susana Perez, Nieves García Barragán y Dulce Escribano, al igual que lo fue para Francesca Woodman o para las artistas pioneras de la performance de los setenta como Valie Export o Ana Mendieta.
El movimiento es el eje sobre el que se vertebra el proyecto “Analogías de lo femenino” de Susana Pérez, que no decidió dedicarse profesionalmente a la fotografía hasta el año 2012, a pesar de estar familiarizada con ella desde su infancia y de haber crecido una cámara entre las manos. Como mai saki y Teresa Benítez, trabaja fundamentalmente como reportera gráfica, y junto a Benítez realizará proyectos para Foro Sur Cáceres y exposiciones como “Semblanzas cervantinas”. Su formación en documentación audiovisual hace que presente muchas influencias del mundo del cine y los videoclips, y de directoras como Carmen Cabanas, Ellen Kuras o Natasha Braier.
Para Susana, al igual que para Berenice Abott, la fotografía es una forma de detener el tiempo y la realidad y así parece ocurrir en los trabajos que presenta en Rev/beladas. Tres mujeres de edades comprendidas entre tres décadas diferentes son retratadas, desnudas o semidesnudas, mientras bailan con plena libertad, sin ninguna pauta marcada previamente por la fotógrafa. Sus movimientos y posturas son congelados por el objetivo de Susana, para mostrar, a través de fuertes contrastes entre luces y sombras, el cuerpo femenino tal y como es, tal y como se presenta ante la cámara, con su belleza, su vello corporal, sus curvas, sus simetrías y sus pliegues, mostrando una realidad que muchas veces es eliminada por el retoque digital. Ella describe estos trabajos como mapas corporales femeninos que algunas veces pueden llegar a recordarnos a Francesa Woodman o Isabel Muñoz, con su serie “Fragmentos” o las fotografías que realizó al ballet de Víctor Ullate en 2002. En “Analogías de lo femenino”, el cuerpo de la mujer aparece vulnerable y se nos presenta como transmisor de emociones, mostrando dolor, tensión, fortaleza o fragilidad. Susana Pérez considera que el cuerpo femenino es, por sí solo, lo suficientemente bello y revelador como para condicionar la mirada del espectador por lo que prefiere dejar sin título a sus trabajos.
Nieves García Barragán siente la responsabilidad de utilizar la fotografía, al igual que su trabajo como psicóloga, como una herramienta con la que luchar contra lo que le parece injusto y por eso pone el foco en la igualdad y la relación que establecemos con la naturaleza, los dos elementos que centraron también el trabajo de Ana Mendieta. Nieves posee grandes inquietudes artísticas que le llevaron primero a expresarse a través del dibujo y la pintura. Más tarde se centró en el mundo de la fotografía, al que llegó de una manera casi casual y que la conquistó gracias a su inmediatez. Muestra especial interés por fotógrafas como Lola Álvarez Bravo, Ouka Leele, Sylvia Plachy o Francesca Woodman.
Sus composiciones tienen con frecuencia una fuerte carga poética y simbólica y se caracterizan por su sencillez, que para ella es la base de todo y debería estar más presente en nuestro día a día. Suele trabajar en blanco y negro por su atemporalidad, y apenas utiliza herramientas de edición digital. Esto contrasta con las imágenes excesivamente recargadas y retocadas de las revistas de moda, la publicidad y los medios de comunicación en general, donde las mujeres aparecen además en posturas que resultan extremadamente artificiales. Contra esto lucha la artista y activista Yolanda Domínguez principalmente a través de acciones como Poses o Strike the pose.
En su serie “Empoderadas”, Nieves García Barragán nos presenta a mujeres que aparecen en plena armonía con la naturaleza, que destacan por su espontaneidad y naturalidad, que se muestran libres, felices y seguras de sí mismas, reclamando (y ocupando) el lugar que les corresponde. Son dueñas de sus emociones y se rebelan contra los cánones de belleza establecidos. Son mujeres que no tienen miedo de mirarse en el espejo.
Una mujer frente al espejo, con una actitud muy diferente a la mostrada por Nieves García Barragán, protagoniza una de las obras de la serie “Carne y corsés” en la que Dulce Escribano aborda los trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia o la bulimia. Dulce se considera fundamentalmente fotógrafa, aunque su formación en bellas artes le lleva a explorar con frecuencia otros lenguajes como el fotocollage. Este medio ha sido el elegido para desarrollar las obras que forman parte de “Carne y corsés”, porque la fotografía por sí sola, en sus propias palabras, se quedaba corta. Necesitaba romper, cortar, rasgar, arañar, como un exorcismo interno. Necesitaba torturar las imágenes igual que a las mujeres nos agreden cada día con exigencias sobre nuestros cuerpos.
En estos trabajos, Dulce Escribano combina fotografías propias con ilustraciones de tratados científicos, recortables, imágenes de publicaciones de moda y revistas femeninas, citas de consultas médicas, telas, dibujos y textos que hacen referencia a los pensamientos obsesivos, al sentimiento de culpa, a la soledad y al autoengaño. También deja un hueco en uno de sus fotocollages para reivindicar a las mujeres que todavía hoy no ocupan el lugar que les corresponde, como las citadas al inicio del texto, colocando una imagen de Picasso, en un acto de justicia poética, por debajo de otra de la bailarina Olga Khokhlova, su primera mujer.
La belleza ideal impuesta y autoimpuesta es objeto de idolatría, al igual que lo son las mujeres que la encarnan aunque eso implique que tengan que coartarse a sí mismas. Dulce Escribano sitúa a Mónica Belluci y Kate Moss entre tonos dorados y telas de encaje, como si fueran vírgenes. El encaje también hace referencia a la ropa interior femenina, incómoda y que a veces deja marcas que son asumidas con normalidad. A lo largo de la historia nos hemos liberado de unos corsés pero nos han impuesto otros, quizás más sutiles, pero igual de dolorosos.
* Fernando Penco, “Gerda Taro: una fotógrafa olvidada”, Revista Mito Cultural, 23 de septiembre de 2014. Disponible en: www.revistamito.com [Consulta: 22 de enero de 2018].
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Dulce Escribano, mai saki, Nieves G. Barragán, Susana Pérez y Teresa Benítez, Rev/beladas, Sala Europa de Badajoz, del 8 de marzo al 19 de abril de 2018 / Archivo Histórico Provincial de Cáceres, del 26 de abril al 10 de junio de 2018.
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