CATACLISMO

SUPERVIVIENTES. LA VIOLENCIA MACHISTA COMO TEMA EN EL ARTE CONTEMPORÁNEO DEL ESTADO ESPAÑOL

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SUPERVIVIENTES. LA VIOLENCIA MACHISTA COMO TEMA EN EL ARTE CONTEMPORÁNEO DEL ESTADO ESPAÑOL
Elena Fraj Herranz

¿Cómo representar la violencia machista? Es un pregunta que me ronda desde hace algunos años, una pregunta que me atraviesa. Con la intención de producir una obra audiovisual sobre el asunto me lanzo a investigar el trabajo de otras artistas. Lo hago cerrando el campo al territorio del Estado español porque quiero estudiar cómo las luchas activistas y las políticas institucionales afectan a la percepción de las violencias. Me lanzo a investigar alejada de la figura de experta, si bien mi área de trabajo se centra en la producción de visualidades. Me sitúo en el estudio lo más cercana a mí, a mi familia y a mis amigas. Crecí en un entorno donde mi padre ejercía la violencia sobre mi madre, mis hermanos y el resto de la familia. Después comprobé que muchas de mis amigas habían sufrido violencia psicológica, física, sexual… Durante muchos años no pudimos ponerle nombre a eso, eran las décadas de los 80 y 90, sin legislación aun sobre el asunto, donde hablar de violencia se reducía a un chiste folklórico y anecdótico. Ahora sucede lo contrario, los medios nos muestran continuamente feminicidios, la cantidad de historias que se narran sobre violencia son muchas pero ¿cómo lo hacen?

Movida por todas estas preguntas planteo este tema de investigación al Centre de Estudis i Documentació del MACBA y me dispongo a busca obras de artistas y a leer sobre las representaciones de las violencias. Como resultado dejo de lado momentáneamente la idea de hacer una obra y planteo una exposición ya que observo que hay una historiografía pendiente de construir. La Sala Juana Francés (Ayuntamiento de Zaragoza) produce la propuesta y cuento además con la colaboración de la activista y comisaria Esther Moreno.

La muestra se contextualiza a través de varios ejes, la violencia institucional del Estado, la violencia intersubjetiva en el ámbito de los afectos y la violencia simbólica. Para organizar un relato que dé sentido al conjunto de obras las articulo a partir de un paralelismo: una cierta correspondencia entre la evolución de las formas de representación visual de las violencias machistas en las obras de arte del Estado español y el proceso de lo que sería la recuperación psicológica de una mujer que ha atravesado una situación de violencia. Este relato se divide en tres fases que se explican a continuación.

Captura de pantalla 2018-04-02 a las 13.10.46Fina Miralles, Enmascarats, 1976

“Nuestros cuerpos, nuestras vidas”. El derecho a reconocerse víctimas. De la violencia institucional a la violencia intersubjetiva en el tardofranquismo y la transición.

Siguiendo el símil planteado, en un primer estadio de superación psicológica del trauma sería necesario reconocer la situación de opresión para que emergiera la construcción de una cierta identidad de víctima. En las obras realizadas en los años 70 y principios de los 80 se representan cuerpos de mujeres agredidos físicamente para evidenciar de qué manera la violencia política e intersubjetiva están relacionadas. Entre otras obras encontramos Sin título (1969) de Carmen Calvo, La descarga (1971) de Marisa González y Dona silenciosa (de principios de los 80) de Amèlia Riera o las serigrafías (estás sí presentes en la exposición) Discriminació de la dona (1977) de Eulàlia Grau. Esta pieza establece una relación dialéctica entre los lugares y los roles que ocupan las mujeres frente a los de los hombres. Son imágenes apropiadas de la prensa y manipuladas hasta contrastarlas al máximo, donde aparecen mujeres al cuidado del hogar, trabajando en las fábricas, mujeres deprimidas, mujeres presentadas como objetos sexuales para los hombres y mujeres juzgadas y encarceladas por hombres. La fotoacción Enmascarats (1976) de Fina Miralles coincide con el momento álgido y de mayor actividad del movimiento feminista y su trabajo se suma a las críticas a la “doble transición”. Las fotografías muestran un rostro repetido que pierde la identidad y la capacidad de comunicación y que se invisibiliza bajo la mascarada, un elemento común en el arte feminista como metáfora del significante mujer.

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Pilar Albarracín, S/T Sangre en la calle, 1992

De la violencia doméstica (privada) como espectáculo (público) a la primera ley de violencia de género.

En un segundo estadio de un proceso de recuperación se comparte, se enuncia y se tiene la capacidad de empezar a hacer pública la historia de opresión o violencia. En la exposición este estadio se corresponde con el contexto de la mediatización de la violencia. El punto de inflexión en este periodo lo provoca el asesinato de las Niñas de Alcácer (1992-1993) y el comienzo de los reality shows. Unos años más tarde, el asesinato de Ana Orantes (1997) tras su aparición en un programa de televisión desencadena un giro social, político y mediático en torno a la entonces llamada violencia doméstica. En el año de la Expo de Sevilla y en pleno auge de las políticas neoliberales, Pilar Albarracín realiza S/T Sangre en la calle (1992), siete acciones en las que ella aparece inerte y ensangrentada en diferentes calles, vestida según la clase social de cada una de ellas. La sangre y el color rojo son elementos habituales en el trabajo de Albarracín que remiten aquí a lo folklórico, a la violencia sobre las mujeres y también al SIDA, tema tabú en aquel momento. Mujer Trama (1997) de Virginia Villaplana, consiste en la filmación de una fotografía publicitaria de moda donde una mujer aparece agredida y abandonada. La autora fragmenta, reencuadra, y, a continuación, acerca con un zoom la imagen hasta que acaba perdiendo la forma y revelando la trama, la unidad mínima del lenguaje mediático. El medio acaba refiriéndose a sí mismo y la representación de la violencia acaba siendo una mera excusa para mostrar el pliegue sobre sí mismo de los medios de comunicación. Scope (1998) de Pilar Beltrán es un conjunto de fotografías que se ha de leer como un montaje cinematográfico donde las imágenes puedes ser bellas e incómodas al mismo tiempo. Las ideas que subyacen son, según la autora, “el límite entre realidad y ficción, entre juego y violencia, entre control y pérdida del mismo”.

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Alicia Framis, Secret Strike, 2005

La hiper-representación de la violencia machista. ¿Cómo representarla en el contexto actual?

Este tercer estadio de la exposición muestra cómo opera la hiper-representación de la violencia machista. Desde el punto de vista de la recuperación psicológica, es en este momento en el que la noción de víctima de los malos tratos pasa a ser la de superviviente. Cabe preguntarse si la imagen de un cuerpo agredido tiene el mismo significado ahora que en los años setenta. En este punto, la visibilización pública no se puede hacer de cualquier manera, no basta con mostrar si detrás no hay una reflexión sobre cómo mostrarlo. En el vídeo Fathers, Husbands, Sons / Padres, maridos, hijos (2002) de Kevin McCourt, Gabriel Martínez recoge testimonios de mujeres y los organiza siguiendo el ciclo de la violencia. En el montaje solo aparecen las voces, no hay rostros. En No-pasatiempo (2004) de Cristina Buendía, una pieza de net-art (obra ya no disponible) muestra una línea de puntos que dibuja una agresión. Esther Ferrer, siguiendo con su línea conceptual, compone la instalación Entre líneas y cosas (2016) con tantas sillas como asesinadas hubo en 2015, formando una espiral que acaba con un maniquí sentado en una de ellas. Para la exposición se han seleccionado las siguientes obras de Cristina Lucas, Alicia Framis, Sara Berga y Gema Rupérez. La liberté raisoneé (2009) de Cristina Lucas recrea la Libertad agredida por el resto de personajes de la escena, una agresión donde apenas un plano del cuerpo aparece herido para pasar después a encuadrar a los hombres, quedando en off el cuerpo vapuleado de la mujer. El resto de obras de este tercer bloque indagan sobre estéticas donde aparecen menos cuerpos agredidos para buscar otras estrategias visuales y otros procesos de trabajo. Secret Strike (2005), de Alicia Framis es una performance colectiva creada en Lleida para celebrar el Día Internacional Contra la Violencia de Género. Un grupo de mujeres se detiene en un paso de cebra y el tráfico se bloquea. No llevan pancartas ni mensajes ya que es una huelga secreta, tan solo llevan puestos unos guantes rojos. También mediante un proceso de elaboración colectivo Sara Berga realiza el montaje de Home Hard Sweet Home (2016), una colección de frases bordadas que recogen testimonios de abusos sexuales en la infancia. La artista, a partir de su propia experiencia, decide trabajar este tema desde el arte. Contacta a través de un foro con víctimas de abuso sexual en la infancia para conocer a otras personas, casi todas mujeres, y para invitarles a colaborar en su proyecto. Otro objeto asociado a los imaginarios de lo femenino es el pañuelo. Con ellos Gema Rupérez compone la instalación Mácula (2016). Después de la saturación comunicativa, de la selva de las imágenes que nos rodea a diario, Rupérez realiza lo que vendría a ser una visibilización de datos analógica. Cada uno de los pañuelos es numerado hasta formar el conjunto de mujeres asesinadas desde 2003 (según datos del Gobierno). Se trata de una metonimia, el pañuelo como parte del duelo, que transmite una emocionalidad profunda alejada de cualquier espectacularización.

Por último, los vídeos producidos en el taller entre los estudiantes de la ESDA, la asociación Somos Más y mujeres supervivientes (Conchi, Consuelo, Nicoleta, Patricia, Zineb y María Elena Pinilla) y la coordinación de la activista e investigadora Elena Pilcher y la profesora Rebeca Bazán, tiene por objeto responder a la pregunta de cómo representar la violencia en el momento actual. De puertas para adentro (María Sancho García, Álvaro Alonso Hernández, María Zabay Martínez, Guillermo Mendoza Remacha) utiliza la metáfora visual para mostrar diferentes tipos de violencia que acaban con la imagen de una mujer como una flor de un cactus abriéndose. En Luchadoras (María Lacasa Murillo, Marina Claraco Corredera, Eloy Compés Cruz, Alejandro Valle Badenas, Mireya Hernández Ferruz) comentarios machistas que se harían hacia una mujer se hacen sobre un hombre. Esta inversión de los roles provoca una imagen extraña que revela cómo las mujeres son agredidas a través del lenguaje. Juntas y fuertes (Lorena Yunquera Casaos, Carla Puig Martínez, Irene Grasa Tabuenca, Sheyla López González) celebra la fuerza y las alianzas que tejen las mujeres mediante objetos en singular y en plural: un pelo es frágil frente al cabello o cómo un abanico, objeto femenino y frágil, puede ser un arma de autodefensa. Matrioska (Rubén Hervás Ramos, Sergio Ortega Muñoz, Fernando Garasa Sánchez, Daniel Gómez Manzaneque) narra una conversación cotidiana de chat en una pareja cuya relación tóxica se basa en la coacción pero la cual es posible zanjar. La matrioska se va desmontando por capas, tal como actúa la violencia, pero precisamente esta cualidad de estratos también posibilita la capacidad de volverse a reconstruir.

Como conclusión, la agencia de las supervivientes pasa por la creación de lenguajes y visualidades como resistencia creativa. Cómo representar la violencia machista en el contexto actual es una cuestión necesaria a pensar en la selva de las imágenes en la que nos encontramos inmersas. No se trata solo de qué mostrar sino de cómo hacerlo, y ahí la creatividad tiene la oportunidad de ser resistencia.

Supervivientes, Sala Juana Francés, Zaragoza. Del 7 de marzo al 4 de mayo de 2018.

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