Buda en dhyana mudra, Tailandia (1751-2000). Bronce sobredorado. 61 x 49 x 23 cm /
Pamen Pereira, Cuerpo de luz I, 1994. Humo sobre papel. 95 x 127 cm
EL PRINCIPIO ASIA. CHINA, JAPÓN E INDIA EN EL ARTE CONTEMPORÁNEO ESPAÑOL
Ana DMatos
Esta exposición, que parte de un proyecto de investigación, permite por primera vez apreciar la influencia de tres grandes culturas asiáticas: China, Japón e India en las obras de los artistas españoles de la generación abstracta de los años cincuenta, y de los artistas nacidos hacia mediados de los sesenta, momento en el que Fernando Zóbel creó el Museo de Arte abstracto español de Cuenca (1966). El resultado es una exposición de 330 piezas entre pintura, escultura, dibujo, grabado, instalaciones, libros y documentación varia, en las que hay más de sesenta artistas representados, solo 6 mujeres entre ellos. El carácter de la exposición es esencialmente didáctico. Para ello se han diseñado diez secciones, que de manera narrativa visual muy clara introducen al espectador en los diferentes aspectos vitales de Asia oriental e India, al tiempo que es fácil reconocer las influencias en las obras contemporáneas españolas. Las secciones son: Casa, templos y jardines; Paisajes: ritmos de la naturaleza y la ciudad; Texturas de la tierra, espíritu, energía, contemplación; La fuerza del color; Signo, gesto, abstracción; A partir de Japón: nuevas iconografías; Poesía del haiku…; …a la práctica Zaj; Pintura de luz y línea: Fernando Zóbel entre Occidente y Asia; Iluminaciones de las bibliotecas y un gabinete de curiosidades. Este proyecto expositivo que comenzó en 2013, recuerda por un lado lo inabarcable de un proyecto como este, en el que cohabitan las culturas de estos grandes países y por otra parte, descarna la deuda de una ciudad como Madrid, donde todavía no existe un museo dedicado en exclusiva al estudio e investigación, intercambio y exposición del arte oriental, como el Musée Guimet de París, fundado en 1889, en pleno auge del japonismo, o The Rubin Museum of Art de Nueva York, fundado en 2004. Si bien las circunstancias de ambos museos son diferentes el objetivo es compartido y entronca con el interés y el espíritu que rodea a esta exposición El Principio Asia. China, Japón e India y el arte contemporáneo en España (1957-2017). Este ingente trabajo de investigación sobre Asia ha correspondido al equipo de especialistas Pilar Cabanas, María Jesús Ferro y Matilde Arias, que se han sumado al equipo curatorial de la Fundación March, Manuel Fontán e Inés Vallejo.
Yagioka Shuzan, Biombo de seis hojas: paisaje de montañas, principios del siglo XIX, Japón.
Temple de cola y oro sobre papel . 173 x 376 x 1,5 cm
Suzuki Daisetsu consideraba que el verdadero artista es un artista de la vida, que las grandes obras surgen con un pensamiento en quietud y de forma espontánea. Esta forma lúdica de entender el arte y la vida está en la base de algunas prácticas artísticas, en las que hay mucho de pensamiento y tradición, al tiempo que intuición y libertad. La exposición nos acerca a esta visión creadora de los artistas. Pero el cruce cultural es tan significativo, que podríamos sugerir utilizar el recorrido expositivo como un viaje, a través de las diferentes culturas. Convertidos en viajeros, recorreríamos y exploraríamos la exposición, incluso podríamos perdernos e ignorar ese mapa-guía propuesto, al que volver más tarde. Perderse tiene mucho que ver con la idea del viaje. Perderse en las emociones y en la sensibilidad de los lugares y los objetos. Perderse en el espíritu y en la dinámica de las distintas corrientes de pensamiento que hay imbricadas en las obras, y que son parte de manifestaciones culturales literarias, musicales, filosóficas más amplias. La pérdida aquí no es un concepto negativo sino todo lo contrario, invita a abandonar todo aquello que estorba a la mirada, a la comprensión y al crecimiento interior. La forma de mirar nos recuerda la necesidad de estar despierto, y tiene ese trasfondo cultural de las filosofías de la mente, que tanto atrajeron a los artistas, al menos desde el siglo XVIII. En esa dinámica resuenan las voces y los ecos de las experiencias, dudas, determinaciones, y sobre todo algo que es común en la mayoría de las obras representadas; la intensidad y la vida. Nos encontraremos con ese tipo de obras que ignoran el sentido de pertenencia y propiedad, aunque cambien de manos y tengan propietarios, porque son obras que conciernen al espíritu y a la humanidad.
Una de las prácticas habituales para los artistas orientales fue basarse en la tradición y, aunque introdujeron innovaciones y fueron reconocidos muchos de ellos, en ningún caso intentaron poner por delante su individualidad, que es exactamente lo opuesto a lo buscado por los artistas occidentales. Creo interesante introducir este criterio porque la construcción del arte en esta exposición juega con estas dos perspectivas antagónicas. El sentido de aceptación de la tradición significa apreciar, aprehender, basar la práctica en la obra de los artistas precedentes, honrarles a través del propio trabajo, desarrollar las técnicas conocidas. La tranquilidad de apoyarse en la tradición contrasta con la búsqueda de una identidad personal, un camino tan solitario como hostil y lleno de incertidumbres. Sin embargo, cuando los artistas occidentales iniciaron esa aproximación al hinduismo y budismo a través de las filosofías mentales, la conexión con el mundo interior y la energía espiritual, desplazó lo personal en la búsqueda de la esencia del arte.
Buda sedente, siglos XVII-XVIII, Java, Indonesia. Bronce. 78 x 40 x 25 cm /
Purushkara Yantra, siglo XVIII, Rajasthan, India. Gouache sobre seda. 139 x 93 cm
El apartado Texturas de la tierra, espíritu, energía, contemplación pone en contexto el interés que la cerámica, desde finales del siglo XIX, despertó en artistas europeos y norteamericanos. El cambio de percepción respecto a la subjetividad de la experiencia estética unido a las cerámicas importadas orientales, chinas y japonesas, en particular las de la ceremonia del té, con su tosquedad y sutileza, permitió que su descubrimiento motivara la exploración de un mundo de posibilidades expresivas y conceptuales. Tan importante fue esta contribución que renovó la disciplina cerámica, de la que hay muy buenos ejemplos en España. Los principios estéticos de la cerámica china y japonesa se reflejaron en la obra de numerosos artistas, como Josep Llorens Artigas, a principios del siglo pasado. Las colaboraciones entre artistas fue frecuente, como la de Artigas y Joan Miró, que colaboraron juntos desde 1944 hasta 1971. En referencia a los principios esenciales de la filosofía Zen la cerámica japonesa Chawan es un buen ejemplo. Se trata de una cerámica de estilo rakuyaki, del periodo Edo, siglo XVIII. El cuenco fue fabricado para su uso, la ceremonia del té. Tanto su forma como su esmalte responden a conceptos de este pensamiento. La idea de acontecimiento está presente en su concepción no solo en su ejecución. La forma de mirar, la diferencia sutil, el accidente, el anonimato conectan la función, la forma y la decoración con el todo, lo único.
A continuación me limitaré intencionadamente a comentar con brevedad las aportaciones de las seis mujeres seleccionadas, que como todos deberíamos saber podrían haber sido más, ya que las que figuran en la exposición no fueron las únicas que viajaron a Oriente, ni las influidas sin haber viajado por las culturas orientales. Por otro lado, el gran esfuerzo de las comisarias para establecer las relaciones con los artistas españoles delata la necesidad de encontrar nuevos paradigmas historiográficos en los que el género sea uno de los componentes imprescindibles de los mismos.
Noni Lazaga, Aida ni [a través] nº 3. Serie Pintura en el espacio, 1998. Fibra de kozo. 76 x 156 cm. Madrid, 2018
Noni Lazaga, artista visual e investigadora viajó a Japón, después de haber trabajado en El Cairo, para encontrarse con el mundo de la caligrafía. Su obra Aida ni (a través) nº 3. Serie Pintura en el espacio (1998) fue realizada con fibra de kozo, un material batido y prensado a mano, que la autora deja expandido sin ningún tipo de recorte. La sutileza del trabajo recuerda la necesidad del empleo correcto de la luz, para que pueda resaltar la profundidad, matices y calidades de la obra. La necesidad de una luz determinada recuerda la magia de las atmósferas japonesas tanto de la pintura como de los espacios interiores.
Pamen Pereira en su obra Cuerpo de Luz (1994) utiliza los conceptos de la filosofía zen. El dibujo está realizado sin materia, el humo de una vela es con lo que dibuja el vacío del cuerpo y del espacio.
Marta Cárdenas, Hoguera en El Campillo, tizón curvo, 1988. Óleo sobre lienzo. 90 x 100 cm
Marta Cárdenas se inspira en los Paisajes de la naturaleza y la ciudad. Tuvo de cabecera el libro Shintao. Les propos sur la peinture du Moine Citrouielle-Amère (Shintao. Discurso acerca de la pintura por el monje Calabaza Amarga). Viajó a Japón a finales de los años ochenta. La impresión del budismo zen y sus paisajes la influyeron en relación al gesto y la búsqueda de lo esencial. Se trata de interiorizar, concentrar la energía para después transmitirla con destreza y de forma espontánea. Pero su trabajo no se limita al gesto ya que en su obra el color siempre ha tenido una gran importancia. Ella viajó a India en el año 1996. El color y sus distintas combinaciones lo analizó con detalle en sus cuadernos de apuntes para después volcarlo en su obra pictórica. En la exposición se pueden ver tanto su libro de artista Colores de Karnataka (Madrid, 1997), algunos de los originales de este libro, así como los del libro de artista Tintes de ultramar II (Rajastán, 1999).
Muy diferente aportación al color es la obra fotográfica de Cristina García Rodero, Holi, celebración del amor y la primavera (India, 2007). El festival Holi, de origen religioso es uno de los más celebrados. Representa el retorno de la primavera y la felicidad. El ambiente se llena de colores y esto es lo que su fotografía documenta, una de las señas de identidad que tanto sorprende al viajero cuando llega por primera vez a la India.
Susana Solano, Salim’s paper (El papel de Salim), 2000. Fotografías, alfombras, hierro y vidrio. 266 x 380 x 277 cm
Susana Solano, en su obra Salim’s paper (India, 2000), retrata el mundo del color de los tintoreros, con una instalación compleja y sutil visibiliza el esfuerzo artesano en un taller de alfombras. Gracias al juego de luces y sombras sitúa en primer término lo desconocido para el público; el taller y el esfuerzo del trabajo, dejando en la penumbra el resultado de todo el proceso.
Mandala con cetro ritual, siglo XIX, Tibet. Pigmento y seda . 73 x 50 cm /
Eva Lootz, Mandalas de invierno, 1995. Detalle collage. 59 x 42 cm c/u (conjunto de 23 dibujos)
India no es solo color. Sus libros sagrados como los Upanishads, más de doscientos escritos desde el siglo VII a. C., nos recuerdan la existencia de una divinidad única y absoluta, unas veces identificada con Brahma, el creador del universo, otras con su conservador Visnu, o con su destructor, Shiva. El verdadero yo de cada uno participa de esa realidad absoluta. La representación simbólica del espacio sagrado y la idea de origen se encuentra en las configuraciones mandálicas. La sonoridad1 de la palabra mandala inspiró el trabajo Mandalas de invierno (1995) de Eva Lootz.
Para concluir me gustaría reivindicar la importancia de los intercambios culturales. Porque si bien en esta exposición se ven reflejadas las influencias de Oriente en Occidente, también ocurrió a la inversa. Recordando las palabras de las comisarias, de María Jesús Ferro y Pilar Cabanas, que señalan cómo los artistas «son un ejemplo y unos abanderados, en el sentido que no tienen prejuicios, de donde vienen las cosas o a donde acabarán yendo, que lo importante es el impulso que sienten a relacionarse con esos temas, con esos principios, con esos valores estéticos. Que se trata de aprender y recibir sin trabas y sin fronteras, de una forma muy abierta»2. Y esto es precisamente de lo que hablaba Suzuki, de la vida, de la transformación, el cambio.
El principio Asia. China, Japón e India y el arte contemporáneo en España (1957-2017), Fundación Juan March, Madrid. Del 8 de marzo al 24 de junio de 2018.
Notas:
La exposición se acompaña del Proyecto de Historia Oral en el que se han entrevistado a una buena parte de los artistas representados de la muestra. El proyecto Asia y yo. Conversaciones con artistas puede verse de manera fraccionada en la página web www.march.es o completa, como una única pieza, todos los sábados en uno de los auditorios de la propia Fundación Juan March.
1. María Jesús Ferro: «Espíritu, contemplación, energía». Catálogo: El Principio Asia. China, Japón e India y el arte contemporáneo en España (1957-2017), Fundación Juan March, Madrid, 2018, p. 36.
2. Comentarios de las investigadoras Pilar Cabanas y María Jesús Ferro, entrevista personal el 28 de mayo de 2018, Madrid.
Obras y créditos fotográficos:
1. Buda en dhyana mudra
Tailandia. Estilo Bangkok (1751-2000)
Bronce sobredorado
61 x 49 x 23 cm
Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid
© Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid. Foto: Masú del Amo
2. Pamen Pereira
Cuerpo de luz I, 1994
Humo sobre papel
95 x 127 cm
Monasterio Zen Luz Serena – CBSZ, Casas del Río
© Monasterio Zen Luz Serena – CBSZ, Casas del Río. Foto: Juan García
3. Yagioka Shuzan
Biombo de seis hojas: paisaje de montañas, principios del siglo XIX
Japón. Era Meiji (1868-1912) – Era Taishō (1912-1926) – Era Shōwa (1926-1989)
Temple de cola y oro sobre papel
173 x 376 x 1,5 cm
Colección particular
© Fernando Ramajo
4. Buda sedente, siglos XVII-XVIII
Java, Indonesia
Bronce
78 x 40 x 25 cm
Museo de Zaragoza
© Museo de Zaragoza. Foto: José Garrido
5. Purushkara Yantra, siglo XVIII
Rajasthan, India
Gouache sobre seda
139 x 93 cm
Museo Nacional de Antropología, Madrid
© Museo Nacional de Antropología, Madrid. Foto: Joaquín Cortés
6. Noni Lazaga
Aida ni [A través] nº 3. Serie Pintura en el espacio, 1998
Fibra de kozo
76 x 156 cm
Colección de la artista
© Noni Lazaga, VEGAP, Madrid, 2018
7. Marta Cárdenas
Hoguera en El Campillo, tizón curvo, 1988
Óleo sobre lienzo
90 x 100 cm
Colección de la artista
© Marta Cárdenas, VEGAP, Madrid, 2018
© Foto: Fernando Ramajo
8. Susana Solano
Salim’s paper (El papel de Salim), 2000
Fotografías, alfombras, hierro y vidrio
266 x 380 x 277 cm
Colección de la artista
© Susana Solano, VEGAP, Madrid, 2018
9. Mandala con cetro ritual, finales del siglo XIX
Tibet
Tanka: pigmento y seda
73 x 50 cm
Museo Nacional de Antropología, Madrid
© Museo Nacional de Antropología, Madrid. Foto: Joaquín Cortés
10. Eva Lootz
Mandalas de invierno, 1995
Anilina al alcohol y collage
59 x 42 cm c/u (conjunto de 23 dibujos)
Colección de la artista
© Eva Lootz, VEGAP, Madrid, 2018
© Foto: Fernando Ramajo