CATACLISMO

LA ESPIGADORA. BAJO EL MITO, LA COMUNIDAD

Thérèse Bonney, Tamara de Lempicka pintando el retrato de Nana de Herrera, c. 1929

LA ESPIGADORA.
BAJO EL MITO, LA COMUNIDAD

La retrospectiva de Tamara de Lempicka (Polonia, 1898-México, 1980) en el madrileño Palacio de Gaviria alberga, bajo el atractivo de la figura icónica, la emergencia de toda una comunidad de artistas en la sombra.

Varias fotógrafas, como su amiga Ira Perrot, con quien mantuvo durante décadas una relación y, en la exposición, podemos verla en un corto de la época.

Y D’Ora (Dora Kallmus, Viena 1881-Frehnleiten, 1963), que fue la primera mujer admitida en los cursos Graphische Lehr -und Versuchsanstalt (Instituto de Investigación y Enseñanza Gráfica) de Viena, en 1905. Ese mismo año ingresó en la Asociación de Fotógrafos de la ciudad.

Abrió su primer estudio con Arthur Brenda en 1907 en Viena y en 1925 en París. Fue la fotógrafa de moda más importante de los años veinte y treinta, y retrató a todo el mundo parisino del espectáculo y el arte, de Joséphine Baker a Colette o Maurice Chevalier.

Retratos realizados por D’Ora

También la fotógrafa Thèrese Bonney (Syracuse, NY, 1894-París, 1978), que hacia 1930 retrató a la pintora en la casa estudio que había adquirido aquel año y que, a la sazón, había sido decorada por la hermana menor de Tamara: Adrienne Gorska (1899-1969), la primera polaca licenciada en arquitectura. Esta casa-estudio fue uno de los espacios más publicados en la época como ejemplo de modernidad en revistas francesas, polacas e inglesas. Un artículo de Georges Rémon en Mobilier & Décoration de enero de 1931 describe su espacio luminoso, frío, con tubos a la vista, mesa de acero y sillita negra, mesitas de Djo-Bourgeois, sillas de René Herbst, iluminación de Perzel, esculturas de Chana Orloff y de los hermanos Jan y Joël Martel. Una casa «ultramoderna» donde todo era funcional y donde no había ningún detalle sentimental, un lugar que una periodista polaca describiría como «gris humo, gris pizarra, gris piedra, gris plata».

Además, Adrienne Gorska, desde 1931, con el primer Cinéac en el Foubourg Montmartre, hasta 1939, proyectó por lo menos quince salas, varias con el arquitecto Pierre de Montaut. Las salas de actualidad cinematográfica eran modernísimas, con puertas giratorias, acabados de acero, suelo en pendiente, iluminadas por dentro y rotuladas por fuera con neón, y tenían decoraciones en el techo.

La exposición, comisariada por Gioia Mori, destaca la cultura de «las amazonas» –como se denominaban entonces las lesbianas– a la que abiertamente pertenecía Lempicka y que afloró durante los años veinte y treinta: en 1923 se completó la publicación de En busca del tiempo perdido de Proust; en 1924 se representó el ballet Les Biches, con escenarios y vestuario de Marie Laurencin; escenas sáficas aparecen en las películas La caja de Pandora (Lulú) de 1929, dirigida por G. W. Pabst, con Louise Brooks; Marruecos de 1931, de Sternberg, con Marlene Dietrich; Muchachas de uniforme, dirigida en 1931 por la austriaca Leontine Sagan; y La reina Cristina de Suecia, estrenada en 1933, con dirección de Rouben Mamoulian, interpretada por Greta Garbo. El fotógrafo húngaro Gyula Halász, conocido como Brassaï, les dedicó una serie de fotografías en 1933, reunidas en el volumen Paris la nuit.

El cuadro de Lempicka titulado El doble «47», en referencia a las cifras pintadas a la derecha de la tabla, indica el número de la calle donde había una maison solo para mujeres: aludiendo, por tanto, a las garçonnes que en el París de la época adoptaban modales y vestidos masculinos y acudían a locales reservados para ellas.

Tamara de Lempicka, El doble «47», c. 1924

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