CATACLISMO

MELA MUTER, OTRO DESCUBRIMIENTO

Mela Muter, Autorretrato

MELA MUTER, OTRO DESCUBRIMIENTO
Mª Ángeles Cabré

La ventaja del arte hecho por mujeres es que pertenece a un territorio aún por explorar, por lo que nos ofrece permanentemente alegrías nuevas en forma de hallazgos. Las últimas décadas están siendo una fiesta, pues revisitarla Historia nos lleva a reescribirla con nombres nuevos. La pintora polaca Mela Muter (Varsovia, 1876 – París, 1967) ha sido aquí, hasta ahora, casi una completa desconocida, a pesar de que dos obras suyas estén expuestas permanentemente en el MNAC, a pesar de haber sido una pintora de prestigio en la Europa de la primera mitad del siglo XX y a pesar de su estrecha vinculación con Cataluña, donde realizó en 1911 una exposición individual en las Galerías Dalmau que sirvió para inaugurar el nuevo local barcelonés y fue aplaudida por personajes de la talla de Eugenio d’Ors.

Gerona la expuso hace ya veinticinco años porque Muter vivió asimismo un par de meses allí e incluso la pintó. Y cabe decir que sus colores ocre le sientan muy bien a su estilo vívido. Aunque aquí también podemos contemplar paisajes suyos de como la Provenza, el País Vasco o Toledo. En Gerona hizo amistad con artistas como el compositor Xavier Montsalvatge o el pintor Josep Tharrats, y expuso en la Sala Athenea, lo que nos lleva a recordar que los intercambios culturales no se inventaron anteayer y que en interés por la cultura venida de fuera existía aquí antaño. En homenaje a ese vínculo, a esta visitante ilustre le dedica el Museu d’Art de Girona su exposición invernal, después de que hace un año la consagrara a Olga Sacharoff con gran éxito de crítica y público.

Mela Muter, Dos niños, 1919. Colección privada.

La exposición recorre ampliamente sus diversos registros, aunque incide en los albores del siglo, por lo que supone una recuperación en toda regla. ¿Tendrá tanta buena acogida esta Mela Muter como la tuvo la rusa residente en Barcelona? Lo deseamos. Aunque no me consta que se conocieran, ambas compartieron el París de los años diez –fue el estallido de la Primera Guerra Mundial el que llevó a Sacharoff a España– y ambas se ejercitaron en un mundo artístico eminentemente masculino, como en su día hizo por ejemplo Berthe Morisot en el grupo impresionista. Sabemos que siempre hubo pintoras, aunque se les escamoteó el espacio. De ahí que en la sala de la muestra dedicada a los pintores polacos con los que Muter compartió ecosistema artístico parisino sólo aparezca otra mujer –otra Olga–, Olga Boznanska.

Esta voluntad de situar a Muter en el contexto de sus paisanos resulta pertinente, pues en 1912 el mismo Josep Dalmau –que había entrado en contacto con Muter en su día gracias a la recomendación de Anglada Camarasa– quiso exponerlos en su galería. En puridad, se exhibió una selección de las obras que se habían visto en una gran Exposición de Arte Polaco celebrada en París, que al parecer mostraba la obra de trescientos artistas residentes en la capital francesa. Lo dicho, está claro que la multiculturalidad no la inventamos anteayer.

Mela Muter, Retrato del galerista Josep Dalmau, 2011. MNAC

El viaje a sus contemporáneos sirve paralelamente para mostrarnos las raíces de las que Mela Muter bebió: de Courbet a los postimpresionistas –con Cezanne a la cabeza– pasando por Puvis de Chavannes y, por supuesto, el arte renacentista. Destaca en dicha sala el retrato que Muter hizo del pintor Leopold Gottlieb, también expuesto; pero destaca ante todo la dureza de su pincel en contraste con la de esa otra Olga polaca, mucho más estática y luminosa que ella. Porque las obras de Mela Muter sorprenden a quienes las ve por vez primera –o casi– porque elige las tonalidades oscuras y el trazo grueso, que la llevaron a ser considerada “una pintora viril”. Nada complaciente, pinta personajes de miradas extraviadas –muchas veces muy claras, glaucas– y apela a un realismo duro, como el Cezanne retratista pasado en su caso por el filtro del pesimismo. El fragmento de autorretrato con que se abre la exposición (“Melancolía”), fechado en un temprano 1903, sirve para anunciar un recorrido que está lleno de vida, sí, pero de vida rugosa y doliente.

Mela Muter, Mujer desnuda con medias, 1922

Muter fue una polaca judía que creció en una familia adinerada, pero a quien la Segunda Guerra Mundial dejó desvalida y que nunca pintó lo que se suponía que tenían que pintar las mujeres, aunque sin renunciar a su condición femenina: “Soy mujer y como mujer me quedaré con mi sensibilidad”, admitió. De esa feminidad es testigo sobre todo su interés por las maternidades y por los niños, que aparecen en varias de sus obras: “Santa Familia”, “Vieja bretona con niño”, “Maternidad”… También denotan firmeza de carácter sus autorretratos –con o sin marido– e incluso la desnudez en cuadros como “Mujer desnuda con medias” (1922), una pieza muy potente que resume la fuerza con la que agarró los pinceles. Con algo de imaginación, pasada por un proceso de deconstrucción, esa obra recuerda a los expresivos autorretratos de Maria Lassnig, más desafiantes que los cuadros de Muter pero igualmente empoderados.

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De París a Girona. Mela Muter y los artistas polacos en Catalunya, Museu d’Art de Girona. Del 25 de noviembre de 2018 al 23 de abril de 2019.

Comisarias: Glòria Bosch, Susana Portell y Artur Tanikowski.

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