EL TIERGARTEN DE AMPARO GARRIDO
Carlos Jiménez
Tiergarten es el título de la admirable serie de fotografías que Amparo Garrido expone en la galería Espacio Jhannia Castro de Oporto y que está dedicada al más emblemático parque de Berlín. Un parque que aunque hoy parezca más natural que nunca es en realidad una sofisticada construcción humana resultado de una historia igual de turbulenta y fascinante que la de la ciudad de la cual es su pulmón verde, su desahogo. Recorriéndole, como la recorrió esta gran artista por primera vez hace unos pocos años, es difícil adivinar que los prados, los senderos, los estanques, las arboledas donde juegan los niños, toman el sol los ancianos, se abrazan y besan o tienen sus encuentros furtivos amantes y enamorados de todos los sexos y edades fue un bosque comunal salvaje que en el siglo XVI el gran elector de Brandemburgo decidió vallar y convertir en el coto de caza al que el Tiergarten debe su nombre: campo o lugar de las fieras: ciervos y jabalíes. Y al que solo un siglo y medio después Federico Guillermo I quitó espacio para construir palacios y las plazas y calzadas que los conectaban entre sí. Mermas y transformaciones que anticiparon la decisión radical que tomó en 1740 Federico el Grande –el rey ilustrado, el corresponsal de Voltaire– de convertir el coto de caza en un Lutsgarten, en un jardín de recreo, cuyo diseño encargó al arquitecto Georg Wenzeslaus von Knobelsdorff. Quien, de acuerdo con las tendencias culturales imperantes en esa época de monarquías absolutas, respondió al encargo convirtiendo el coto de caza en una extenso parque barroco con avenidas, encrucijadas, fuentes, arroyos, puentes, arboledas, caminos y senderos flanqueados por estatuas, jarrones y macizos de flores y pabellones y amables lugares de encuentro con bancos enmarcados por setos cuidadosamente recortados. ¿Sus usuarios? Aristócratas y cortesanos que habían abandonado completamente las costumbres montaraces de sus antepasados y se dedicaban a las intrigas cortesanas, los cortejos, las discusiones políticas y la disputas literarias. La revolución francesa y las guerras napoleónicos sacudieron los cimientos de este mundo hasta tal punto que se creyó que iba a desaparecer para siempre. No fue así. La derrota de Napoleón en Waterloo y el Congreso de Viena de 1815 pusieron las cosas otra vez en su sitio. Aunque en realidad nunca volvieron a ser como antes. Por lo que se comprende que cuando en 1818 el joven jardinero Peter Joseph Lenné recibió el encargo de remodelar el Tiergarten optara por reemplazar el Lutsgarten cortesano por un Volkspark, un parque popular. Y que a imagen y semejanza del jardín ingles en vez de encajar a la naturaleza en un esquema geométrico le permitiera mostrarse tal y como es. Como era o debió ser antes de que el hombre la interviniera. El rey Federico Guillermo III rechazó el proyecto por radical y Lenné, quien después de largas negociaciones, logró la aprobación de un proyecto que mezclaba sus propuestas naturalistas con las trazas barrocas diseñadas por Knobelsdorff. La reforma se concluyó en 1840 e incluyó un zoológico construido donde antes hubo una jaula de faisanes y aves del paraíso. En el resto del siglo XIX la naturaleza fue cediendo espacio a la voluntad del poder imperial de erigir monumentos a reyes y emperadores y a las grandes figuras de la cultura alemana: Goethe, Beethoven, Wagner… Los nazis acentuaron esa tendencia decididos a convertir al parque en el corazón del Gross Berlín, el Gran Berlín, que debía encabezar el Tercer Imperio Alemán. Pero una vez más la historia jugo sus cartas y el final de la guerra en 1945 encontró al Tiergarten semi destruido por los bombardeos aéreos y la feroz batalla que libraron nazis y comunistas por el dominio de la ciudad. La inmediata postguerra fue aún peor. En reparto de Berlín, el parque quedo bajo el control de los británicos que, debido a la dramática falta de alimentos y carburantes, ordenaron que se talara el bosque para hacer leña: de los 200.000 árboles que había solo sobrevivieron 700 y los campos así despejados se parcelaron para cultivar patatas y zanahorias.
En el Tiergarten que encontró Amparo Garrido cuando se fue a vivir a Berlín durante una temporada habían desaparecido completamente las huellas de tantas vicisitudes y tragedias. Incluida la que supuso para el parque el cerco de Berlín Occidental por el Muro de Berlín durante cuatro décadas. El Tiergarten que salió a su encuentro es un parque completamente reforestado cuyo diseño, debido a Willy Alverdes, que aunque respeta el diseño preexistente ha recuperado el espíritu del proyecto de Lenné. La toma de partido por una puesta en escena que, como ya dije, permite que la naturaleza aparezca como si el hombre jamás hubiera intervenido en ella. Por eso no es sorprendente que haya seducido a un artista como ella que ha dedicado una parte importante de su trabajo a fotografiar perros y gorilas y que viene de estrenar El silencio que queda, una película protagonizada por los pájaros. Como tampoco sorprende que haya confesado: “Cuando paseo por el Tiergarten me siento como aquella niña que fui y que había olvidado. Su paisaje me acerca a aquellas emociones de la infancia parecidas a la plenitud y la felicidad. Es una exaltación de la naturaleza frente a la razón. Me recuerda también la gran excitación que me produjo la lectura del primer libro que leí en mi vida: Las desventuras del joven Werther, de Goethe. Tendría unos doce años. Lo leí en la cama, casi a oscuras, con miedo a que me sorprendieran, como si fuera un libro pornográfico o prohibido”. El resultado de esta seducción son las veinte fotografías a color que componen esta serie y que remiten a las cuatro estaciones del año. Y su calidad es tan deslumbrante, tan infinita la gama de colores y exquisito el juego de luces y de sombras que exhiben todas y cada una de ellas que en su conjunto obran el milagro y transforman al Tiergarten en un auténtico bosque encantado. Ese que nos fascinó en la infancia y que aún lo sigue haciendo.
Amparo Garrido, Tiergarten. A German Romantic Garden, Espacio Jhannia Castro, rua Adolfo Casais Monteiro 16, Oporto, Portugal. Del 4 de mayo al 22 de junio de 2019.
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