EN CRUCE
Magda Bellotti y María Soto, comisarias del proyecto
Hemos querido acercar al público de Madrid y amigos de Cruce una selección de cuatro artistas mujeres, nacidas o vinculadas al Campo de Gibraltar: Judith Borobio, Fátima Conesa, Dori Fernández y Gabriela Fernández. Cada una de ellas, desde su particular visión, reflexionan, denuncian, se apropian de la inagotable fuente de inspiración que el entorno les ofrece, que no es otra que una exuberante, extraordinaria y desconocida Naturaleza.
El Campo de Gibraltar es también un cruce de civilizaciones. El paisaje está jalonado de innumerables huellas de sus antepasados, donde encontramos pinturas rupestres en los «abrigos» de piedra arenisca a todo lo largo de la costa del Estrecho de Gibraltar y éstas se adentran en los montes de los alcornoques y quejigos cercanos. Estas pinturas extraordinarias, en los que recientes estudios parece que avalan la teoría de que están hechas por mujeres, conviven con tumbas antropomorfas labradas en la piedra. Los accidentes geológicos dan cuenta también de un pasado violento y extraordinario en la zona.
.
Judith es una naturalista, arqueóloga y científica, que nos devuelve a la vida una historia pasada. Sus delicados frottages, que extrae del paisaje, a modo de grabado, emergen extraordinarios. Dibujos que ya la Naturaleza se ocupó de fijar quizás millones de años antes y que ella con sumo mimo reconstruye e interpreta, confiriendo una nueva identidad al lugar, un nuevo significado. Este trabajo conlleva un gran esfuerzo físico y trabajo de campo. Una acción en toda regla: la idea de caminar sin aparente rumbo por los montes y sobre todo el litoral de la costa gaditana, en la que pone en marcha una disciplina. Un equipaje, un maletín, pico, pala, cepillo, lupa, sombrilla: todo lo necesario para investigar el lugar acotado. Es toda una declaración de intenciones. Sus frottages nos redescubren ese paisaje que siempre ha estado allí, pero que ha pasado desapercibido a nuestra mirada. Como si de un milagro se tratara, nos redescubre la huella de un pasado lejano. La Naturaleza está, pero no sabemos verla. «He encontrado en ese acantilado de Getares huellas grabadas en la piedra en vertical de antiguos animales marinos», y es ahí donde Judith ejerce, sin herir el paisaje, todo su potencial creativo. Esta lo toma prestado y lo devuelve a su estado original sin herirlo. Un summum de delicadeza. Los buenos artistas nos hacen ver aquello que no vemos, le dan luz a aquello que está oscuro. Al fin y al cabo se trata de conocimiento, lo ponen delante de nuestra mirada y cada uno lo interpreta a su manera.
.
Fátima Conesa (Algeciras, 1977)
Fátima Conesa, conoce bien el paisaje del Campo de Gibraltar. Su pieza «El Gabinete del Cosmógrafo» (2017), fija su mirada en la labor de los cosmógrafos que interpretaban el universo por medio de la geografía y la astronomía. El territorio, el paisaje y la naturaleza se sitúan en el centro de la lupa como punto de partida de la comprensión de ‘cualquier tierra desconocida y perdida’. Una brújula que nos da una dirección y un sentido. La figura del cosmógrafo es fundamental en la navegación transatlántica. Lo que vemos cuando atravesamos con nuestra mirada el Estrecho es un mar infinito y redondo que nos empuja inexorablemente hacia el descubrimiento de otras tierras, del más allá desconocido. En esa búsqueda, Conesa aúna técnicas pictóricas y gráficas en un proceso de investigación que diluye los límites de estas dos disciplinas artísticas. Su destreza en el manejo de las técnicas del grabado la han liberado de la tiranía de un método estandarizado. Sus obras sobre lienzos, papeles, radiografías, planchas de metacrilato o plexiglás impregnadas de tinta china, carbón, materiales corrosivos, aceites, dan buena cuenta de ello. En sus instalaciones tiene predilección por los objetos traslúcidos, la ubicación de la obra en salas a medio iluminar. Invitando al espectador a la reinterpretación íntima y subjetiva, otorgándole la posibilidad de descifrar el mapa en el espacio y en el tiempo que se genera entre ambos.
.
Dori Fernández (Algeciras, 1984)
Parar, observar, oír, observar nuevamente, investigar, ‘entender’ y respetar. Artista enfocada en subrayar la importancia y valía del cuidado del entorno natural por medio de la observación y estudio del paisaje, el relieve, el clima, la flora y la fauna. Se trata de un acercamiento lento y cuidadoso desde una perspectiva humilde y respetuosa que busca comprender y concienciar. Dar a conocer lo aparentemente invisible a la mirada. Dori Fernández se aproxima al paisaje con movimiento sinuoso, casi de puntillas. Imita el movimiento de las hojas con baile tímido, habita el paisaje desde el tacto, el olor, la vista y… el ánima. «Horizontes Verticales I» (2010-2011) son una serie de fotografías en las que contrapone dos imágenes, «comencé a fijarme en la naturaleza buscando una síntesis de ella. Queriendo alejarme del llamado tradicional “formato paisaje” en horizontal, en el cual se muestra “todo”, casi inconscientemente o por negación, giré la cámara. El paisaje es una construcción mental, una selección de la naturaleza en la que decidimos parar y deleitarnos. Y así cerré el plano, me adentré en él e inicié el acto de andar y andar, hasta casi perderme en la naturaleza, y perder el horizonte para reencontrarme». Fotografías realizadas en caminatas por las Minas de Río Tinto en Huelva, el Parque de los Alcornocales de Cádiz y en la Sierra de las Nieves de Málaga. La artista está particularmente sensibilizada por las cuestiones medioambientales, pretende con sus trabajos llamar la atención sobre ello, pero también es un diario personal, íntimo, una guía espiritual, como un manual de autoayuda. El caminar y sumergirse en plena Naturaleza es el mejor aliado para reencontrarse consigo mismo.
.
Gabriela Fernández (Caracas, Venezuela, 1971)
El Campo de Gibraltar y su extraordinaria naturaleza es el asunto que ocupa a la artista. Gabriela nació en Venezuela y este dato nos ayuda a acercarnos mejor a su obra. Nos comenta la artista su extrañamiento al encontrarse con este extraordinario escenario, un paisaje excesivo donde los haya. El Estrecho de Gibraltar da la medida. Una gigantesca lengua de agua llena de vida que comunica un mar con un océano, un espacio sumergido plagado de enormes y maravillosos animales marinos, pero un espacio también jalonado de tragedias anónimas. Un continente en frente de nuestros ojos y todo ello rodeado de una exuberante naturaleza herida casi de muerte por una industrialización feroz sin freno. Y Gabriela da cuenta de todo ello en sus obras. El estudio de la artista es un enorme laboratorio lleno de pruebas, objetos encontrados en la naturaleza, y de los despojos que el mar arroja a la orilla, violenta y constantemente, objetos que la artista manipula y que conviven con su obra pictórica. Sus pinturas son paisajes saturados, excesivos, de colorido imposible. Lienzos llenos de materia, pesados. Denotan rabia. «Cuando pinto imagino a un observador de espaldas que forma parte del paisaje, aunque casi nunca aparece en ellos… El Paisaje actúa como espejo de las emociones del propio individuo. Mi trabajo tiene que ver con el despertar de la conciencia, nuestra relación con el entorno y el equilibrio de la naturaleza». Las pinturas de Gabriela son ensoñaciones. Nos recuerdan las películas de David Lynch. Unos paisajes marcianos en los que nos reconocemos a una distancia cosmogónica.
.
En Cruce, Cruce Arte y Pensamiento Contemporáneo, C/ Calle Dr. Fourquet nº 5, Madrid. Del 25 de octubre al 16 de noviembre de 2019.
Comisarias: Magda Bellotti y María Soto.
Artistas: Judith Borobio, Fátima Conesa, Dori Fernández y Gabriela Fernández.
.