
JUANA FRANCÉS DESPUÉS DEL ECLIPSE
Mª Ángeles Cabré
Todos los casos de ocultación y olvido son sangrantes, pero este quizás más. Si no hubiera tantas, podríamos decir de ella que es la gran olvidada porque Juana Francés (1924-1990) no creció en los márgenes artísticos sino en el epicentro, en concreto como integrante del grupo El Paso. ¿Imagináis a una artista española que en pleno franquismo hubiera ganado premios en las bienales internacionales? Sería toda una rareza. Pero no hace falta que lo imaginéis porque eso nunca sucedió. Ni siquiera lo hizo Juana Francés, que participó en algunas.
Representó a España varias veces en la Bienal de Venecia y quizás fuera la única artista mujer en exponer fuera de nuestras fronteras allá por los años 60; pero no en ciudades de provincias sino en París, Londres o Nueva York, y en lugares como el Guggenheim o la Tate. En esos años ganaron premios en la Bienal de São Paulo Oteiza y Cuixart, Chillida en la Bienal de Venecia… Pero ella no. Era la mujer cuota, la única de un grupo de prestigio. Bastante hacían sus colegas con soportarla, ¡como para haber tenido encima que darle brillo a su obra!
En un ambiente profundamente masculino fue donde desempeñó su carrera de resistencia. La podemos considerar la Carmen Martín Gaite de las artes plásticas –una escritora también adscrita a un grupo muy masculinizado–, pues en cualquier disciplina la lucha de las mujeres por defender el prestigio ha sido idéntica. En casos como el suyo, cabe plantearse si es peor brotar en las periferias y afilar pues las uñas desde la distancia o bien hacerlo desde el agridulce centro. El catálogo de esta exposición se abre con una cita de Linda Nochlin, allí donde se pregunta por qué no ha habido grandes artistas mujeres, de modo que la reivindicación es clara.

Alicantina, Francés se marchó a Madrid para estudiar en la Academia de Bellas Artes San Fernando y lo hizo con aprovechamiento. Partió desde un figurativismo algo modiglianesco –una etapa figurativa en la que igual exploraba con los bodegones como pintaba figuras humanas a caballo entre la geometría y el lirismo–, y aterrizó en la abstracción y el informalismo junto a sus compañeros de El Paso. Allí tuvo que negociar con Millares, Canogar, Rivera, Feito, Saura… Y también y sobre todo con el que sería su marido, el escultor turolense Pablo Serrano, uno de los de mayor peso de nuestro siglo XX. Por eso no deja de ser una ironía que justo ahora hace un año se celebrara en el IAACC Pablo Serrano (Zaragoza), una exposición suya que lamentablemente no ponía a la pareja en común, como hubiera sido deseable.
Por lo que se ve, que firmara en 1957 el manifiesto del grupo no le garantizó la posteridad, aunque sí su participación en exposiciones colectivas celebradas en prestigiosos museos extranjeros: una proyección que el Régimen quiso ofrecer en esos años ruinosos en todos los sentidos para brindar una imagen atractiva del país. De El Paso se cuenta que fue presionada para que se marchara por culpa de ciertas desavenencias con algunos de los miembros. Francés ocupó así un espacio difícil de habitar, en franca minoría y excluida de ese pacto tácito llamado homosociabilidad –hombres que apoyan a otros hombres– y que abre tantas puertas.
Esta exposición muestra obras suyas de ese primer lustro de pertenencia a El Paso (de 1957 a 1962). Dieciséis pinturas que constituyen una selección de su periodo más informalista y con algunas de las cuales viajó en sus exposiciones internacionales. Casi todas sin título o meramente numeradas, con la excepción de alguna como “La aurora” o “La tierra y el hombre”. Óleos, acrílicos o técnica mixta de dimensiones considerables en las que arena y pigmentos conviven en un juego de texturas trabajadas con generosas espátulas. Tonos tierra, y con abundante empleo del blanco y del negro, en telas con garra y de gran impacto visual a pesar de la falta de colores vivos. Piezas que –si tropezáramos con el prejuicio de género, que no es el caso– diríamos que parecen pintadas más por un hombre que por una mujer.
La Galería Mayoral, que tiene un especial interés en articular la tradición reciente, la recupera tras un largo proceso de eclipse que claramente ensombrece el éxito que tuvo en unas décadas en las que la creación artística de las mujeres no quedó fijada. Ahora toca desbrozar el manto de olvido para rescatar y traer al presente todo aquello que el patriarcado ocultó y vale la pena recuperar. Que la muestra la haya comisariado Tomàs Llorens, quien fuera director del IVAM y del MNCARS, ya dice mucho de la importancia de esta pintora soslayada. Una pintora que en su día cedió más de setenta obras suyas al Reina Sofía, por cierto.
En una conversación incluida en el catálogo, el actual director de la Fundación Tàpies, Carles Guerra, establece un acertado paralelismo entre Francés y Lee Krasner, pionera del expresionismo abstracto y pareja de Pollock –de quien este pasado verano se ha realizado una exposición retrospectiva en el Barbican y estará en Guggenheim Bilbao–, dado que en el expresionismo abstracto hubo asimismo, como en el informalismo, una gran hegemonía masculina. La pregunta es, ¿dónde no lo hubo?
Juana Francés: el informalismo también era mujer, Galería Mayoral, Barcelona. Del 16 de enero al 27 de junio de marzo de 2020.
Más información:
http://galeriamayoral.com/es