CATACLISMO

DRAWING ROOM 2020

DRAWING ROOM 2020

La quinta edición de Drawing Room Madrid se celebra del 26 de febrero al 1 de marzo de 2020 en el Palacio de Santa Bárbara. La selección con 16 galerías, 9 de ellas procedentes de otros países, presenta los trabajos de un total de 38 artistas. Menos de un tercio son mujeres.

 

Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, Marta Berranechea (Madrid, 1964) se identifica con el trabajo de los outsiders, traduciéndolo en una aproximación intuitiva. Trabaja con el dibujo desde un elemento revelador en su capacidad de manifestar la lucidez necesaria en el arte, y es por ello que de alguna manera, como dice la artista, el dibujo nos pone en evidencia, va a la esencia de la habilidad artística. Citando a Emil Cioran, un pensamiento sistemático refleja sólo un aspecto, el aspecto controlado, luego empobrecido, y siendo muy consciente de ese peligro, Marta Barrenechea pone especial interés en no repetir ni mentir, para resguardar la coherencia por lo que sus puntos de partida y de llegada son muy variados.

 

«Siempre es así, en todo el trabajo de Teresa Dias Coelho (Lisboa, 1954): sus cuadros siempre parecen estar tan unidas a una evidencia figurativa que ofrecen cierta resistencia al paso a otro nivel de elaboración que aprehenda los fantasmas que están ocultos en ellas. Y bien podemos decir que están llenos de fantasmas» (António Guerreiro, 2017). Si su trabajo está marcado por lo que un poeta portugués resumió como tiempo de fantasmas, los fantasmas pueden ser de historias individuales o familiares, a las que solo tenemos acceso en los detalles que se nos dan: los pies, los zapatos, las posiciones y las suposiciones que plantean, como de colectivos anónimos de una misma época: retratos de parálisis o de lucha. Si en su pintura la «evidencia figurativa» parece esconder a estos fantasmas de alguna manera, es en el dibujo donde ganan mayor densidad, como una sirena o una alerta en la niebla de la memoria. Turn Again, la serie a la que pertenecen estos dibujos se puede leer de esta manera: la resistencia y la persistencia del dibujo.

 

Mariajosé Gallardo (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1978) es licenciada en Bellas Artes en la especialidad de Diseño y Grabado, por la Universidad de Sevilla.A lo largo de sus distintos proyectos, ha construido su propio vocabulario plástico. Tras una impronta lectura, estudio u observación rápida, ha hecho que sus obras sean fácilmente reconocibles. En su léxico siempre están presentes emblemas, símbolos, motivos religiosos, esotéricos, heráldica, ex-votos o relicarios; ofreciendo la posibilidad de pensar la pintura desde parámetros distintos a los estrictamente plásticos o estéticos.

Almudena Lobera (Madrid, 1984), interesada en la relación entre imagen y texto así como en la pérdida infalible que está presente en todo tipo de traducciones, ha desarrollado en este proyecto una serie de ejercicios considerando el código ASCII, aparentemente indescifrable, como un lenguaje traducible. Comenzó trabajando en algunas hojas que su impresora hizo por error al intentar imprimir algunas imágenes. Con la ayuda de una nativa japonesa, construyó un glosario de palabras en japonés que la cámara del traductor de Google tradujo forzosamente, intentando reconocer el código como idioma inglés. Investigó las técnicas de escritura (Shodo), la impresión en madera y el diseño de la arquitectura japonesa (técnica del Kakemono y los espacios Tokonoma) para hacer una presentación con dibujos, instalaciones y vídeos que relaciona los rituales de creación y recepción de lenguaje humano con los “idiomas“ (detrás de las pantallas) utilizados por los dispositivos tecnológicos. Ogami Press ha editado una serie de grabados que surgen de la manipulación cromática del código digital que, al generarse con técnicas artesanales, devuelven a la imagen a su origen más primigenio y analógico.

 

Isabel Madureira Andrade (Ponta Delgada, 1991) formó parte de la lista de los 6 artistas finalistas del Prémio EDP Novos Artistas, 2019 (el premio más importante para jóvenes artistas en Portugal) y fue destacada por el jurado con la Mención de Honor. Su trabajo, en óleo sobre lienzo o papel, es parte de una práctica de transposición de los objetos confeccionada a través de la técnica de «frottage», que destaca su estructura geométrica, organizada como un patrón repetitivo, creando un ritmo visual que, a menudo se acerca a una representación del cosmos. Como Luísa Cardoso declaró en Cosmografias, a história e outras cores: «Esta búsqueda del orden estructurante de las cosas y los fenómenos es una búsqueda de significado y hay en esta revelación… una especie de alquimia o transubstanciación que Isabel Madureira Andrade emprende utilizando objetos de todos los días».

 

El universo de Irene González (Málaga, 1988) es el resultado final de una extrañeza que nos traslada a espacios que nos resultan familiares e inquietantes. No es casualidad que, ya en sus primeras obras, haya que buscar sus referencias visuales en las imágenes estudiadas y reproducidas por los fisonomistas decimonónicos, como Duchenne de Boulogne (entre otros); aunque también tome referencias del mundo de las artes visuales, retomando el camino de los trabajos en dibujo de Georges Seurat o del propio Edward Hopper. A través de imágenes alusivas al recuerdo y la memoria, crea todo un universo que puede ser calificado como un “nuevo realismo”, marcado por las cicatrices, que nace de la suma de momentos, citas y recuerdos ajenos. Hay un rasgo estilístico fundamental que destaca en todas sus series: el silencio. Las imágenes transmiten una especie de quietud, un caos interior calmo, en el que la existencia parece suspendida, en espera.

 

Flavia Martini (Buenos Aires) revisa las relaciones entre la abstracción, las improvisaciones ornamentales y la iconografía floral y botánica con marcada vocación lírica y una sensibilidad volcada al constante dinamismo. En sus engalanadas, vibrantes composiciones, el color, el motivo, y la arquitectura general del cuadro se combinan en ajustada precisión sin perder por ello la poética cualidad de lo volátil y el sutil temblor de la sensualidad. Volcada por momentos a una imbricación casi barroca, en otros retirada a una síntesis de escuetos gestos, trazos y pinceladas, Martini propone al espectador la gozosa incertidumbre entre artificio y naturaleza.

 

Dibujando con procedimientos fotográficos, Stefania Ricci (Turín, 1974) se concentra más en la admirable sofisticación de sus impresiones que en las herramientas necesarias para lograrlo, más aún dado que la mayor parte de su investigación se realiza fuera de la cámara, colocando los objetos en papel que luego estarán expuestos a la luz. Insectos, flores, briznas de hierba, pequeñas ramas, ocupan el espacio definido por el papel fotográfico, lo que nos obliga a aceptar el asombro resultante de la falta de parámetros y puntos de referencia, ya que las pequeñas ramas que alcanzan el cielo son tan impresionantes como los árboles, mientras que pequeños pétalos se mueven en un delicado baile. Estas composiciones nos invitan a experimentarlas más que a mirarlas. Las más poéticas entre sus obras constituyen una colección de mariposas en la que la atención a los detalles y la precisión del enfoque son esenciales: una vibración ligera viaja a través del papel, las alas de Lepidoptera se mueven imperceptiblemente, haciendo que los colores se mezclen, creando una delicada transparencia, un seductor efecto desenfocado.

 

Licenciada en BBAA por la Universidad Politécnica de Valencia, Alejandra de la Torre (Castellón, 1983) ha completado su formación en Lisboa. Su impulso creativo la lleva a utilizar múltiples lenguajes en sus representaciones artísticas, utilizando para ello materiales rescatados de recuerdos familiares o de los rastros de medio mundo. El proyecto “Herencias” para Drawing Room Madrid, con la colección cápsula “Herencias para Isabel”, es un ejercicio de exposición emocional, sobre los vínculos que desarrollamos con los objetos que nos rodean, sobre la necesidad de retener y los límites que se desdibujan a veces entre la posesión y la obsesión. El objeto pasa de ser el centro a ser la narrativa a través de materiales comunes y siempre con el dibujo como base de todo su trabajo, tanto en lienzo como en papel.

 

Ana Velez (Lisboa, 1982) ha participado en varias exposiciones individuales y colectivas a nivel institucional, pero también en proyectos colectivos de arte urbano. En su trabajo, ha establecido el dibujo como una herramienta direccional, indagando sobre sus múltiples posibilidades materiales, lo que la llevó a desarrollar su trabajo también en el espacio público. Allí realizó una serie de intervenciones pictóricas en edificios dañados o ya desaparecidos. Aborda temas que giran en torno al concepto de identidad, basado en tres ideas: lugar, memoria y cuerpo, destacando el lugar como contenedor de memoria e identidad.

 

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