Fotografía del proyecto «8 de marzo en Sevilla, esto sí es un aquelarre».
ENTREVISTA A LARA SANTAELLA
Ana Quiroga
En estos tiempos complejos donde el calor de un abrazo se nos hace imposible, contactamos virtualmente con Lara Santaella, fotógrafa andaluza afincada en Sevilla. Su trabajo se centra en captar la realidad más pura. En el contacto directo con lo cotidiano, trasladándonos al furor de las calles y de los barrios. Una revolución cromática y lumínica donde lo colectivo se lee en femenino plural.
Con ella hemos podido hablar de la importancia de las redes de cuidados, del desafío a la máscara impuesta y de cómo conectar entre nosotras, rescatando el valor de lo pequeño. Os invitamos igualmente a que visitéis su página web, la sigáis en redes y conozcáis, de paso, el trabajo de las fotógrafas que le inspiran.
¿Qué es lo que te lleva a ser fotógrafa?
La fotografía es algo que me ha fascinado desde siempre. Mis primeros contactos con una cámara Kodak se truncaron por la imposibilidad económica de hacer frente a los revelados. Más tarde, me hice con una cámara fotográfica, pero la inseguridad personal y las dudas en torno a mi valía me hicieron dejarlo. No fue hasta 2015 cuando me lancé finalmente a tomar contacto con la cámara. Una decisión que partió en cierta medida de una sesión fotográfica que me realizaron en ese mismo año. Fue precisamente en esa sesión en la que me di cuenta de que yo también podía hacerlo, al ver cómo editaban quiénes me habían fotografiado.
Mi objetivo es capturar la vida, por encima de todo. Fotografiar a las personas tal y como son. Llegar a lo que veo, sin máscaras, sin artificios.
¿Cómo ha sido tu evolución como artista?
La verdad, siento que mi evolución ha sido enorme, ya que he partido prácticamente de cero. Desde que me acerqué a mi primera Reflex hasta ahora he experimentado un cambio de visión, de cómo percibo el mundo. Pero sobre todo, noto en mí un cambio respecto a mi seguridad como fotógrafa, a mi autoestima. El hecho de creer en mi trabajo, de valorar lo que hago, es importante, pero también lo es es saber gestionar todo el proceso fotográfico, desde su concepción hasta su distribución. Ser capaz de dar a conocer tu trabajo, de venderlo, también es crucial. Y en ese último escalón el aprendizaje también ha sido notable.
¿Cómo definirías tu trabajo?
Mi objetivo es capturar la vida, por encima de todo. Fotografiar a las personas tal y como son. Llegar a lo que veo, sin máscaras, sin artificios. Un desafío que llevo a cabo tanto en la toma de cada instantánea como en su edición. Por ejemplo, en el caso de las fotografías del último 8 de marzo, se puede apreciar cómo presentan un leve viraje a morado, haciendo un guiño a la fuerza que se respiraba en la calle ese día.
Para lograrlo, busco siempre la autenticidad. Es por ello que fotografío siempre a las personas sin que ellas lo sepan. Es muy difícil encontrar a alguien que sepa posar de verdad. Sin artificios. Sin sonrisas ni gestos impuestos. Quiero retratar la belleza de lo auténtico y para ello es necesario, por no decir imprescindible, que la persona fotografiada no sea consciente de que lo está siendo. Más que pedir permiso para tomar la instantánea, les pido permiso después.
Fotografía del proyecto: «8 de marzo en Sevilla, esto sí es un aquelarre».
¿Y has tenido problemas por ello?
Casi nunca. Las únicas personas que se han sentido molestas por mi objetivo han sido las que pasaban en ese momento por la calle pero que no me interesaban para retratar. Salvo esos casos contados, la mayor parte de la gente accede encantada. Creo que la clave está en ir siempre con un sonrisa amable y siendo honesta. Eso tranquiliza bastante.
¿Hasta qué punto el activismo está presente en tu fotografía?
Soy mujer. Soy trans. Y eso inevitablemente condiciona mi trabajo. Es cierto que logro llegar a más gente por los seguidores que tengo en redes, así que lo que intento es ser lo más justa que puedo. Quiero hacer un doble uso de la herramienta de la imagen. Ya que mi voz y mi trabajo logran llegar al público, quiero que sirvan para algo bueno. Que lo que escuchen y vean de mí les ayude, en la medida de lo posible.
Fotografía del proyecto «8 de marzo en Sevilla: esto sí es un aquelarre».
¿Qué opinas de la fotografía en femenino? ¿Destacas alguna particularidad en el trabajo de las mujeres fotógrafas?
Creo que la fotografía en femenino necesita más visibilidad. Hace poco hacía un hilo en Twitter sobre las mujeres fotógrafas y me di cuenta de lo mucho que me había costado encontrarlas. Permanecen olvidadas y en ocasiones a las espaldas de sus parejas masculinas, como es el caso de Gerda Taro, invisibilizada tras la figura de Robert Capa. Hace falta hablar más de nosotras, de nuestro trabajo. Darnos la voz que nos quita el sistema. Ayudarnos y solidarizarnos entre nosotras para salir adelante, creando nuevas redes de trabajo. La visión de las mujeres es diferente y necesaria. Percibimos el mundo de un modo diferente a la mirada masculina. El deseo, las poses, el enfoque de nuestras fotografías y sus temas… todo es diferente desde la visión de las mujeres y adquiere unos matices propios.
Esas mujeres menudas son las que me interesan, las que creo que deben ocupar el centro del encuadre social. Cada gesto, cada modismo suyo tiene su propia historia y necesita ser narrado.
¿Es tu arte una revolución de lo pequeño?
Me gusta lo cotidiano por encima de lo «especial» o anecdótico. La diversidad que busco es la del día a día. Es por ello que busco que la gente que retrato se vea reflejada como es. Quiero que sean ellas mismas. Mi idea es quitar las máscaras. Despojarnos de la necesidad de ser perfectas. La fotografía tiene que reflejar la claridad, la fuerza de lo diario.
¿Hay algún perfil que te interese en particular fotografiar?
No tengo un problema con las edades, me decanto por todos los perfiles. Es cierto que las sesiones que hago ahora son remuneradas y que por lo general no trabajo con gente muy mayor, pero tengo planteado trabajar con mujeres mayores para darles voz, tengo varios proyectos en mente.
En este sentido, lo que me interesa a la hora de trabajar con las mujeres es ese núcleo maternal. Acercarme a las mujeres que no tuvieron la oportunidad de ser escuchadas. A las olvidadas. Creo que son ellas las que se merecen ser el sujeto de nuestras historias, de nuestros trabajos. Las que dejaron el pueblo para venir a trabajar a la ciudad y buscarse la vida. Las que se dedican íntegramente a los cuidados. Las que sostienen las redes que nos levantan o, al menos, nos ayudan a no caer. Esas mujeres menudas son las que me interesan, las que creo que deben ocupar el centro del encuadre social. Cada gesto, cada modismo suyo tiene su propia historia y necesita ser narrado. Es un verdadero reto ser capaz de captar su fuerza, cómo han logrado sobrevivir y superarse una y otra, vez, infinitas veces. Quiero dejar constancia de todas ellas, de sus vidas, para que no caigan otra vez en el olvido. Y creo que la fotografía es un buen medio para lograrlo.
Fotografía del proyecto «Nada se pierde ni puede perderse».
¿Hasta qué punto tu trabajo y tu persona se retroalimentan?
Empecé en la fotografía más tarde por cuestiones personales. Siendo una mujer trans y habiendo empezado mi transición en 2015, el cambio de mi relación con el mundo y conmigo misma ha sido brutal. Ha sido brutal a nivel de autoestima, de extroversión, de cómo me percibo y me relaciono con mi entorno. Ha sido, en definitiva, la caída del velo. De cómo te ves a ti misma cuando estás con unas hormonas que no te corresponden. El cambio de ser otra persona y de ocultar tus propios sentimientos. Salir de la máscara, de la imposición. En este punto, noto que mi fotografía también ha cambiado, antes quería pasar desapercibida y ahora no. Sin más. Y eso se nota en mi trabajo. Cambio yo y cambia mi trabajo.
¿Cuáles son tus principales herramientas a la hora de trabajar la imagen y a la hora de darte a conocer?
Mis canales principales son las redes sociales, que es el nuevo boca a boca de toda la vida, aunque también tengo tarjetas de visita. De todas las redes, la que más utilizo es Twitter. En este sentido, quizás uno de los sectores del público al que más me cuesta llegar por ese canal son las personas mayores.
¿Puede la fotografía dialogar con la saturación de la imagen en las redes sociales?
Precisamente, la particularidad de mi trabajo es que rompe con el canon impuesto que impera en muchas de las fotografías que vemos en las redes, en las revistas, en los medios de comunicación. Más que ser un inconveniente, el hecho de distinguirme, de rechazar la máscara impuesta, me permite ser más visible. Es decir, mi trabajo destaca principalmente por ser diferente. No seguir la línea juega a mi favor y me ayuda a destacar.
En tu obra se percibe el peso del colectivo, su presencia como sujeto, como actor social. ¿Podrías hablarnos un poco más de estos lazos sociales y del rol de la mujer en ellos?
Mi trabajo busca destacar ese diálogo corporal que genera la unión entre las mujeres. Para ello, trabajo con diferentes colectivos de mujeres. Aprendo mucho de esas redes de hermandad entre mujeres. Para mí eso es vital. Es lo más bello de la mujer y del feminismo. Hablo de esas mujeres que hacen barrio. De las vecinas que cuidaron de mi madre cuando enfermó. Ese apoyo nos marca y hay que expresarlo. Creo que debemos apostar fuertemente por los cuidados, por ese lenguaje corporal y espacial que crea comunidad. Esa es la única forma de luchar contra el individualismo, ese cáncer que nos deja atrás como sociedad.
Fotografía del proyecto «8 de marzo en Sevilla: esto sí es un aquelarre».
¿Cómo ves el futuro de la fotografía?
El futuro de la fotografía está con las nuevas generaciones, que nos van a dejar de piedra. Son ellas las que nos van a mostrar no ya un nuevo modo de hacer fotografía, sino de entenderla. Ellas son las que están a punto de crear un nuevo lenguaje visual que nos dejará boquiabiertos. Un buen ejemplo de lo que está por venir es el perfil de Twenty Twenty en Flickr:
https://www.flickr.com/photos/130183279@N06
Para ir terminando, ¿nos podrías recomendar a una fotógrafa del siglo XX y otra del siglo XXI que sean significativas para ti?
Del siglo XX me quedo con Vivian Maier, una de mis principales referencias en mi trabajo. Del siglo XXI, me voy a decantar por tres artistas contemporáneas con las que he convivido: Iris Muñoz, especialista en retratar el proceso del parto; Stefania Scamardi, cuyas sesiones fotográficas conjugan el desnudo con encajes y lienzos; y Concha Laveran, que se centra en retratar a los artistas y músicos.
Fotografías del proyecto «Tercer género».
Ya para finalizar, ¿nos podrías decir cuál ha sido el momento más gratificante y el más duro de tu carrera?
Es difícil seleccionar un único momento gratificante, he tenido tantos… Quizá sí que haya un recuerdo especial: el de un señor mayor que me habló por la calle y me comentó que, a pesar de no tener redes sociales, veía mis fotografías con su hija cada vez que podía. Ese instante fue muy fuerte, la sensación no ya de llegar a tanta gente, sino de hacer de puente generacional y de ser visible incluso para quiénes no tienen contacto con las redes. Eso es magia.
En cuanto al momento más duro, me cuesta encontrar alguno. Quizá es que me las apaño para ocultar los malos recuerdos. Bueno, puede que sí recuerde uno. Fue durante una sesión de fotos que tuve que hacer de una cirugía de implante dental. El ruido constante de la turbina, el olor a desinfectante, la sangre, todo. Lo pasé fatal.
Información de interés:
Web de Lara Santaella: https://larasantaella.es
Perfil Twitter: https://twitter.com/lara_santaella
Perfil Instagram: https://www.instagram.com/larasantaellafoto/?hl=es
Colaboración «Ciclónicas»: https://larasantaella.es/2019/03/28/ciclonicas-vuestra-cita-del-viernes-en-sevilla