DESPUÉS DEL VIRUS… SIEMPRE NOS QUEDARÁ NOVIEMBRE
Marta Mantecón
Han pasado ya unos cuantos días. Muchos de nuestros proyectos han quedado “aplazados”. Es la forma más elegante de decir, para no echar más leña al fuego, que han sido definitivamente cancelados. Este hecho es particularmente preocupante en el caso de las trabajadoras del arte, ya que “marzo” representa para las mujeres lo mismo que la temporada alta para un hotel o cualquier otro establecimiento turístico. Todavía hay muchos museos que renuncian a preguntarse a qué se debe la escandalosa desproporción de hombres respecto a mujeres en sus colecciones y centros de arte que programan sin parar exposiciones predominantemente masculinas asegurando que solo atienden a criterios de calidad. Lo que está bien claro para todos es que marzo está reservado a las mujeres. Si hay que hacer una individual de alguna artista olvidada (y si es con menor presupuesto, mejor que mejor), marzo es el momento. Si se trata de organizar un ciclo de conferencias para hablar de la invisibilidad de las mujeres en el arte, concéntralo en marzo. Si necesitas apoyo institucional para organizar algún tipo de evento con “contenidos de mujeres”, solicítalo para marzo. Y si, con todo, no has conseguido hacer el agosto en marzo, siempre nos quedará noviembre, donde hay un nuevo repunte en el que todas las instituciones volverán a demandar nuestro trabajo para cubrir el 25-N y, de paso, publicitar que se sienten comprometidas con la erradicación de las distintas formas de violencia que soportamos las mujeres no solo aquí, sino en todos y cada uno de los confines del planeta.
Es evidente que la inmensa mayoría de nuestras instituciones culturales, museos y centros de arte públicos aún no han entendido que la Ley de Igualdad (y particularmente su artículo 26) es de obligado cumplimiento, exactamente igual que cualquier otra normativa vigente, pero parece que en marzo todo el mundo se pone de acuerdo en querer demostrar que les preocupan los lamentables índices de desigualdad que existen en el mundo de la cultura (para quien todavía tenga dudas, véanse los informes del observatorio de MAV).
Estas previsiones nos inquietan profundamente, ya que después del virus nos gustaría poder completar todos aquellos proyectos que estaban en marcha antes del “aplazamiento”: exposiciones, performances, festivales, encuentros, conferencias, mesas redondas, presentaciones, visitas comentadas… MAV lo ha dicho alto y claro en las reivindicaciones que ha planteado al Ministerio de Cultura como parte de su compromiso con las redes de sororidad. Queremos agradecerles desde aquí que sigan peleando por nuestros derechos.
A la doble precarización que sufrimos las mujeres, primero, por ser mujeres y, segundo, por trabajar en un sistema que ya de por sí es precario, hay que añadir ahora las consecuencias económicas de este virus. Y para no pre-ocuparnos, parece que lo mejor es estar permanentemente ocupadxs, así que recibimos docenas de propuestas para entre-tenernos y rellenar el tiempo evitando de este modo darnos un margen para pensar. Aplaudimos, repetimos consignas, aceptamos retos y publicamos sin cesar imágenes que logren autoconvencernos de que, pese a que este virus se expande gracias a nuestro individualismo, somos solidarixs, aunque solo sea en el universo virtual de las redes sociales. Hasta escribimos cuadernos de bitácora de nuestro encierro como si por fin estuviésemos viviendo nuestra gran aventura. Baudrillard nos advirtió sobre la fascinación y el placer intelectual que nos producen las formas virales, pero no porque tengamos un gusto propenso a la catástrofe, sino porque “surge ahí un afloramiento de lo fatal cuya aparición provoca siempre un sentimiento de exaltación” (véase La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extraños). Demasiado ruido.
Posiblemente, no nos quede otro remedio que asumir la incertidumbre como parte del problema, pero mientras ¿por qué no aprovechar para reflexionar juntas e inventar nuevas fórmulas de activismo? Nuestras redes deben conectarse ahora más que nunca. Hagamos visibles nuestros proyectos. Peleemos para que sean retomados después del virus. No esperemos a que nos inviten a actuar en marzo de 2021, ni siquiera para este próximo noviembre. Aunque nos quedemos en casa, la vida no se ha parado. Y nuestra actividad como trabajadoras del arte tampoco.
Faith Wilding, Waiting, 1972