PEPA CABALLERO. MATRICES
Carmen Cortés e Isabel Garnelo, comisarias
Pepa Caballero (Granada 1942 – Málaga 2012) dejó tras de sí una obra extraordinaria, actualmente custodiada por sus hijos Adalia y Daniel, que la miman y protegen como el tesoro que es para nuestro patrimonio y la memoria de los artistas que enriquecieron su paisaje cultural y su vida intelectual gracias a Pepa.
Caballero perteneció al Colectivo Palmo, un grupo de artistas modernos que se agruparon en torno a la práctica del grabado en Málaga. Este trabajo los unía y hacía posible una comunidad de creación y debate sobre la vanguardia y los nuevos lenguajes artísticos que se encontraban en amplio desarrollo en el resto de España y Europa en ese momento. Junto a sus colegas del Colectivo Palmo, Caballero desarrolló nuevas técnicas y mostró sus obras en exposiciones colectivas, además de presentar sus realizaciones en muestras individuales en varias ciudades españolas.
La artista granadina, tras un primer periodo figurativo y otro de acercamiento a lo abstracto en torno a dos colores, el rojo y el negro, comenzó a indagar otras posibilidades de la abstracción, influida por la herencia y la vida mediterránea, así como por sus viajes a Italia y Grecia. Como manifestó en alguna ocasión: “a la abstracción se llega, no se parte de ella”. De este modo fueron apareciendo formas y colores en series de motivos modificados, a veces secuenciados, que representaban para ella los elementos básicos que componen la naturaleza de su entorno vital, la luz, el agua, el aire, el cielo, la tierra. Al mismo tiempo, estas piezas, a menudo organizadas en dípticos, trípticos o polípticos, recogían la influencia de maestros antiguos italianos, como Fray Angélico, de quien aprendió el uso y aplicaciones del oro, tan magistralmente introducido en muchas de las obras de su período de madurez pictórica.
Las piezas que podremos ver en esta ocasión en la galería El Estudio de Ignacio del Río, nos retrotraen al periodo comprendido entre los años 1988 y 1996, fases intermedias en el proceso hacia la abstracción geométrica más pura de la última época. En las primeras de ellas, las referencias a la naturaleza y el uso de la pincelada nos sitúan en el estadio de una posible deconstrucción de su práctica pictórica. No es casualidad que los campos de signos que construyen las superficies nazcan de la concatenación de pinceladas cortas de color y de matices magistralmente elegidos por la artista. Muy probablemente, ello la ayudase a pensar cómo actualizar el descubrimiento fascinante del debate perceptivo entre el ojo y el color. Ese juego esencial, que modificó drásticamente la concepción visual moderna del cuadro como espacio de representación, pasa a convertirse posteriormente en una experiencia virtual que se dirige a la percepción del observador. La superficie del cuadro pide ser vista como tema y como desarrollo autorreferencial. También se ha observado en estas piezas de Caballero una aportación a la vuelta a la pintura amable o salvaje, alegre y celebratoria manifestada en los años ochenta del siglo XX en diferentes plazas culturales europeas; prácticas que se propusieron como parte de revisiones históricas, tan importantes en aquella época, como el neoexpresionismo, la transvanguardia italiana, la nueva figuración madrileña (de la que fueron representantes algunos de los mejores artistas andaluces del momento), etcétera.
Dentro de esta serie, los cuadros de Caballero que corresponden a la década de los 90 mantienen la necesidad de secuenciación, pero avanzan en la consideración de las formas geométricas –como juego de fondo y forma–, que remiten continuamente a la superficie y a la materialidad del cuadro mediante las irregularidades de las pinceladas. No obstante, es propio de la abstracción de Pepa Caballero que la obra apele a lo real y no solamente a la superficie matérica. Esto lo consigue gracias al título que da a las series, que hablan de la pintura como la experiencia vital de la propia artista, de sus viajes y reencuentros con los viejos maestros o la cultura mediterránea, de las sensaciones de los elementos naturales que la rodean y de los que nunca prescindirá para dejar constancia de su poder e influencia.
Pepa Caballero. Matrices, galería El Estudio de Ignacio del Río, Malaga. Del 16 de julio al 12 de septiembre 2020.