MUJERES EN EL ARTE DE EL ESCORIAL
Dora Román
Cuando se habla de El Escorial se piensa en masculino. Parece inevitable recordar, junto a la figura de Felipe II, a sus arquitectos Juan Bautista de Toledo, Juan de Mora o Herrera; a los fresquistas Luca Cambiaso, Luca Giordano o Tibaldi; a los pintores Tiziano, Tintoretto, Veronese, Michel Coxcie, y a muchos más. Pero, sin olvidarnos de ellos, es justo recordar a una serie de mujeres que igualmente están relacionadas con la historia del arte de El Escorial y que, generalmente, no han gozado de igual visibilidad que ellos porque la historia del arte las ha “olvidado” y no ha valorado sus actividades artísticas como para situarlas al lado de hombres tan ilustres. Y son varias las que aparecen en esta parte de la historia no contada, todas ellas con suficientes méritos propios como para ser recordadas y consideradas.
Mujeres como María de Austria ( Bruselas, 1505 – Cigales, Valladolid, 1558), conocida como María de Hungría por su matrimonio con Luis II; hermana de Carlos V y, por tanto, tía de Felipe II. Además de ser gobernadora de los Países Bajos por designación de su hermano el Emperador, fue calificada como gran entendida y ejerció como importante mecenas de las artes, la verdadera artífice de la colección artística de los Austrias, que desarrolló el coleccionismo apoyando el fortalecimiento de la dinastía y fomentando la difusión de su imagen. Principal guía del Emperador en el campo artístico, encargó obras y se relacionó con los más importantes pintores de la época: Tiziano o Michael Coxcie, artista que realizó una copia de un ‘Descendimiento’ de otro pintor, Van der Weyden, que actualmente se encuentra en depósito en el Monasterio. Además, trajo a España gran parte de su biblioteca, que contenía algunas de las últimas corrientes del humanismo, y la legó a Felipe II, constituyendo sus libros el germen de la Biblioteca del Monasterio. María está enterrada en el Panteón de Infantes y su imagen es una de las que aparecen en la escultura de Pompeo Leoni que está a la izquierda del altar.
Otra mujer, Sofonisba Anguissola (Cremona, 1535 – Palermo, 1625), cuya estancia en la corte de Felipe II (1560-1573) coincidió con la época en la que se construía el Monasterio (1563-1586). Aunque vino a España como dama de compañía de la reina Isabel de Valois, la recordamos como la excelente pintora que fue. Tanto, que algunas de sus obras fueron consideradas como realizadas por otros grandes pintores o copiadas por maestros como Sánchez Coello, Rubens o Pantoja de la Cruz. Precisamente, algunas de estas copias las tomó como modelo Pompeo Leoni para sus grupos escultóricos de la Basílica, concretamente los retratos del príncipe Carlos que había copiado Sánchez Coello y de Isabel de Valois, que copiaron Rubens, Sánchez Coello y Pantoja de la Cruz. De su pincel también salieron retratos de personajes de la Corte como Ana de Éboli y el Duque de Alba, que tuvieron casa en El Escorial, lugar en el que, siendo frecuente el desplazamiento de las damas cada vez que la reina se trasladaba, es muy probable que se desplazara en ocasiones, quizá desde Valsaín, donde la familia real pasaba temporadas en tanto se construía el Monasterio. Su etapa madrileña terminó cuando en San Lorenzo de El Escorial, donde se encontraba el rey y donde se había congregado el resto de la familia real para pasar el verano, el 23 de junio de 1573 se firmó un salvoconducto que le permitía, tras su deseo de abandonar la corte, atravesar los puertos de los diferentes reinos sin pagar derechos; documento en el que, por otra parte, se detallaba su equipaje.
A Lavinia Fontana (Bolonia 1552- Roma 1614) le ocurrió algo similar que a Sofonisba: pasó por un período de olvido entre los historiadores del arte, a pesar de que fue una celebridad en su ciudad natal y de haber desarrollado su carrera allí y en Roma. La presencia de obras suyas en las colecciones españolas es escasa, pero una de las que nos ha llegado se destinó al Monasterio de El Escorial, donde ha tenido diversos emplazamientos: se trata de una Virgen del Silencio firmada en 1589, que formó parte de la exposición Historia de Dos Pintoras en el Museo Nacional del Prado y que también fue copiada varias veces por otros pintores. No sabemos si esta obra la encargó el propio Felipe II o si llegó a él debido a las relaciones de Lavinia con eruditos romanos muy bien relacionados con la corte española, pero lo cierto es que el monarca debió encontrarla adecuada para decorar su Monasterio, pagando a Lavinia mil ducados como recompensa. En este momento, Felipe II ya se había convertido en uno de los mecenas más importantes de Europa y la fama del Monasterio de El Escorial como Museo se había difundido especialmente en Italia. Lavinia fue la primera mujer documentada como titular de su propio taller, pionera en la práctica profesional de la pintura y que no se limitó a los géneros considerados “femeninos”, tales como bodegón, flores, miniaturas y pequeños retratos, sino que realizó grandes cuadros de altar, retratos de grupo, paisajes e incluso obras mitológicas que incluían desnudos, tema singular en una época en la que las mujeres no se dedicaban a este tipo de representaciones.
Y también para el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, otra gran artista, Artemisia Gentileschi ( Roma, 1593 – Nápoles, 1653), que fue la primera que consiguió entrar en la Academia de Bellas Artes de Florencia, la misma institución por la que pasó Miguel Ángel, pintó entre 1650 y 1651 Madonna e Bambino con rosario. Sobre dicha obra, que primero estuvo en la Casita del Príncipe y después en el Museo de Pinturas del Monasterio, no se ha podido confirmar si aún se encuentra allí o si ha sido trasladada a otro Real Sitio. De Gentileschi) existen más de cuarenta obras en los principales Museos del mundo: los Uffizzi, el Metropolitano de Arte de Nueva York, El Prado, Soumaya de México. En España, además de la indicada, contamos con una versión de María Magdalena como la Melancolía, en la Catedral de Sevilla (la otra se encuentra en el Museo Soumaya de México) y con el Nacimiento de San Juan Bautista en el Museo del Prado. Según la historiadora Mary Beard, la historia del arte no la incluyó en el equipo titular de la pintura barroca (Velázquez, Caravaggio, Rubens, Bernini, Zurbarán, José de Ribera, Rembrandt, Van Dyck), aunque fue la artista italiana más influyente del XVII y la primera admitida en la inaccesible por entonces Academia de las Artes y el Diseño de Florencia.
Sin salir del Monasterio, en la propia Basílica, podemos contemplar la estatua de San Miguel venciendo al demonio, una talla en madera policromada, realizada en el año 1692 por Luisa Roldán, “La Roldana” (Sevilla, 1652 – Madrid, 1706). La obra se encuentra situada a los pies de la iglesia, en un lugar elevado, poco iluminado y de difícil acceso, que no es en absoluto el lugar que corresponde a una obra de arte de esta categoría, ya que se trata de una de las obras maestras de una mujer que superó las barreras que obstaculizaban el acceso a las mujeres en el mundo del arte y llegó al más alto nivel en el Barroco. La escultura, que, aparentemente, representa al arcángel en un intento por detener al demonio, parece tener distintas lecturas ocultas: una de ellas, el carácter femenino del ángel cuya cara le identifica con la escultora, afirmando así la presencia femenina en las artes, en tanto que el diablo aparece como varón. Otra consistiría en la representación de su marido como el diablo, bien porque hubiese posado así para ella o bien porque la autora, consciente o inconscientemente, le hubiera reflejado en este papel. La imagen se relaciona con el deseo femenino de vencer, y con la iconografía de “mujeres fuertes” que tuvo un cierto desarrollo en la segunda mitad del siglo XVII.
Muchos años despues, Gerda Taro (Stuttgart, 1910 – El Escorial, 1937), la judía alemana fotógrafa de guerra, la primera reportera gráfica conocida herida en el campo de batalla, pasó su última noche en lo que fue el Hospital de Sangre nº 2 de El Escorial, tras un accidente en la Batalla de Brunete. Gerta Pohorylle, su verdadero nombre, fue protagonista de una historia desdibujada y ocultada, minusvalorada a causa de los propios motivos que supusieron su fama: ser atractiva, vivir y trabajar con un hombre famoso y morir trágicamente. Mientras vivió en Paris con André Friedman, trabajó en Alliance Photo, ejerciendo de traductora y conociendo a fondo la esencia del mundo fotográfico y la gestión. Co-creadora con él del personaje de Robert Capa, con el que pretendían conseguir trabajos más importantes, y seudónimo que él conservó hasta su muerte, sus ideales les condujeron a España para documentar la vida en el frente durante la Guerra Civil. Firmando ya algunas series como Photo Taro, Gerda decidió volver al frente de Brunete para reflejar la crudeza de la batalla que allí se vivía, y que terminó en derrota para el bando republicano. La situación se fue agravando por momentos y la fotógrafa y su acompañante, Ted Allan, tuvieron que emprender la retirada, sufriendo un accidente al perder el control un tanque republicano que volcó sobre ella. Herida muy grave, fue trasladada a El Escorial, a un lugar hoy inexistente, uno de los hospitales de guerra que se habían creado a lo largo de la línea del Guadarrama, donde perdió la vida en la madrugada del 27 de julio de 1937. Autora de gran número de reportajes fotográficos durante el conflicto, la mayor parte de su legado quedó disperso en la famosa “maleta mexicana”, conjunto de tres cajas de negativos realizados por la pareja y por David Seymour.
Esperanza Parada (San Lorenzo, 1928 – Madrid, 2011), estuvo vinculada a El Escorial por su nacimiento y por el hecho de pasar aquí temporadas con su familia. Ella conoció en el Círculo de Bellas Artes a los que serían los artistas de la Generación de los Cincuenta: Lucio Muñoz, Amalia Avia, Antonio López, María Moreno, Isabel Quintanilla, Carmen Laffón, Antonio López, Francisco y Julio López Hernández, con quien se casó en 1962. En los años 50 y 60 realizó varias exposiciones individuales y trabajó con galerías, pero la vida familiar y su decisión de priorizar la obra de su marido por encima de la suya propia, la condujeron al abandono de la pintura hasta los años 90. Entonces, ya más liberada de ocupaciones familiares, y siempre vinculada al grupo de los realistas madrileños, participó en diversas exposiciones en distintas ciudades españolas, siendo de las últimas Nocturnos, en la galería Leandro Navarro de Madrid; Luz de la Mirada, en el Museo Esteban Vicente, de Segovia, así como otras varias en el Museo Thyssen, de Madrid; en el Museo Ramón Gaya de Murcia, en el Patio Herreriano de Valladolid y en el DA2 de Salamanca.
Elena Asins, Albiko Trikuharri II (Dolmen de Albi II). Colección MNCARS
Artista plástica, escritora, conferenciante y crítica de arte, Elena Asins (Madrid, 1940 – Azpiroz Navarra 2015), considerada madre del arte conceptual, Medalla del Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2006 y Premio Nacional de Artes Plásticas en 2011, también estuvo ligada durante algunos años a San Lorenzo de El Escorial. Era una persona muy solitaria, y no hay constancia de su estancia en este período, sabiendo únicamente que vivió a principios de los 80, y durante pocos años,en una casa que era propiedad de algún familiar en la zona alta de San Lorenzo. Por su carácter especial se relacionó con muy pocas personas, recibiendo esporádicas visitas de algunos artistas que también vivían aquí en aquella época, como Patricia Gadea o Juan Ugalde. Fue una de las primeras artistas que utilizaron en España la tecnología como aliada del arte. Su obra se encuentra en Centros como el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, el IVAM, el Bellas Artes de Bilbao o el Reina Sofía, que en 2011 presentó la retrospectiva ‘Elena Asins. Fragmentos de memoria’, y al que dejó como herencia más de mil doscientas de sus obras.
Residente también aquí fue Patricia Gadea (Madrid, 1960 – Palencia, 2006), quien vivía en Valdemorillo con sus padres y venía en alguna ocasión a El Escorial. En la Academia Peña conoció al que sería su marido, Juan Ugalde, y entre 1980 y 1983 vivieron en San Lorenzo, donde ella realizó varias obras. Durante esos años juntos llevaron a cabo diversas acciones en el Mercado y participó en alguna exposición en la Casa de la Juventud y en la Casa de Cultura. Tras una estancia en Nueva York, donde fundaron el colectivo Estrujenbank, volvieron de nuevo a El Escorial donde residió desde 1989 a 1993. Incluida entre los artistas de la movida madrileña, su obra, relacionada con la nueva figuración, refleja la sátira, la política y el desencanto. Una parte de su legado, en manos de su hijo, se encuentra en El Escorial, pero la mayoría sus obras, mostradas internacionalmente, están distribuidas por importantes Museos y Centros de Arte como el Museo Patio Herreriano (Valladolid), el Museo Guggenheim (Bilbao), o el Museo Reina Sofía de Madrid, donde tuvo lugar la exposición Atomic Circus en 2014.
Para finalizar, una artista internacional viva, Dolores Walker (nacida Lucía Waiser Palombo en Purén, Chile, 1931), que reside en San Lorenzo de El Escorial. Tanto ella como su marido, el también pintor Carlos Vasquez, junto con otros exiliados, dejaron Chile en los años 70 del siglo pasado por motivos políticos y formaron parte de la colonia de artistas chilenos que se instalaron en San Lorenzo, en un taller conocido como Grupo 9 en la Carretera de la Estación, del que también eran parte Eugenia Zamudio y Kena Mardones, y que se disolvió como grupo poco tiempo después. La obra de Dolores ha sido expuesta en importantes Museos como el de Arte Contemporáneo de Santiago, el de América de Madrid, el Nacional de Bellas Artes de Chile, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y Bienales como la Americana de Grabado de Santiago y la Trienal de Arte Contemporáneo de Nueva Delhi.
La importancia de cualquiera de estas mujeres en la historia del arte no deja lugar a dudas, tanto en términos generales como en su vinculación con El Escorial y San Lorenzo; ya sea como la primera, a través de su labor de mecenazgo, o como creadoras, las restantes, según lo prueba su presencia en los principales museos y centros de arte de diferentes países.