CATACLISMO

EL STRIP-TEASE DE FRINÉ O LA CONSTRUCCIÓN DE LA MIRADA PATRIARCAL

Jean-Léon Gérôme, Friné ante el Areópago, 1861

EL STRIP-TEASE DE FRINÉ O LA CONSTRUCCIÓN
DE LA MIRADA PATRIARCAL
Marta Mantecón

La historia se repite una y otra vez. Ellos aparecen como sujetos activos, dotados de autoridad, fuerza e inteligencia. Ellas, objetos pasivos representados como estatuas, hermosas y vulnerables. El arte se ha encargado de perpetuar este canon durante siglos, participando en la construcción de una estética que erotiza el cuerpo de las mujeres y persiste subrayar las asimetrías de género, sobre todo en aquellos periodos, como el Neoclásico, donde la finalidad del arte, profundamente académico, no era otra que instruir.

Poco sabemos de Friné, hetaira griega y modelo de artistas legendarios como Apeles y Praxíteles. La escena concebida por Jean-Léon Gérôme muestra el juicio popular que se celebró contra ella hacia el 350 a.C., acusada de impiedad. Su defensor fue el maestro en oratoria Hipérides, que optó por desnudarla, logrando con ello su absolución. El poder patriarcal muestra aquí sus atributos: masculino, uniforme, rígido y punitivo, actuando en manada. Friné, por su parte, aparece con el rostro cubierto, sin identidad, privada de voz y, consecuentemente, desprovista de atribuciones intelectuales. Su única salida es renunciar al logos y mostrar su cuerpo, blanco y pulido como el mármol con el que Praxíteles esculpió el primer canon de desnudo femenino tomándola como modelo. Solo su belleza al descubierto, evocando a la diosa Afrodita, puede conquistar al tribunal, insistiendo en esa idea platónica de que lo bello es bueno y verdadero, del mismo modo que el bien es bello y verdadero o la verdad es buena y bella.

Fotografía de la modelo Marie-Christine Roux (Mariette) encargada a
Gaspard-Félix Tournachon (Nadar) para la realización de la obra

El strip-tease de Friné evidencia su falta de soberanía. La veneración de la belleza, único don aceptado para las mujeres, queda acreditado con su desnudez, que se justifica bajo criterios penales, mostrando la utilización secular del cuerpo femenino como mercancía, reducido a un objeto de consumo más –fuente de la economía libidinal capitalista–, sexualmente deseable, disponible.

La violencia de esta escena ilustra a la perfección cómo se genera la mirada patriarcal, profundamente colonial y anclada en lo binario, con sus estrategias de dominación, aún vigentes en la actualidad. Por otro lado, la conversión del cuerpo de las mujeres en espectáculo tampoco es nueva, como pusieron de manifiesto la exhibición de Saartjie Baartman como “Venus Hotentote” en la Academia Real de Medicina de París en 1817 o, unas décadas después, las célebres lecciones del doctor Charcot en la Salpêtrière, donde se provocaba la teatralidad del cuerpo de las histéricas.

Abdellatif Kechiche, Venus Noire, 2010. Película basada en la vida de Saartjie Baartman

André Brouillet, Une leçon clinique à la Salpêtrière, 1887

Este tipo de representaciones ha servido para afianzar el derecho de propiedad sobre la categoría “mujer” como una esencia única, sin agencia, susceptible de ser permanentemente analizada, medida y prescrita. Las instituciones disciplinarias, igual que la Historia del Arte del canon, muestran cómo “las relaciones de poder penetran en los cuerpos”, tal como señaló Foucault. Solo cabe desaprender lo aprendido para poder construir nuevos lenguajes capaces de enfrentar las violencias procedentes de un sesgo patriarcal todavía muy presente e inventar otras formas de estar en el mundo.

Texto publicado originalmente en Revista Crítica y Literaria Leñalmono, nº 19.

 

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