CATACLISMO

UN MUNDO QUE NO EXISTE

Ana Teresa Barboza. Lomas de Lachay, 2020

UN MUNDO QUE NO EXISTE

Un mundo que no existe es una exposición colectiva organizada por las galerías La Gran y Espacio Líquido que reúne el trabajo multidisciplinar de cuatro artistas: Ana Teresa Barboza, Laura López Balza, Maria Acuyo y Noemí Iglesias, cuyas obras se alejan de la objetividad ficcional de los paisajes en los que lo natural es protagonista para componer mundos que, por diferentes motivos, no existen.

La naturaleza que se propone en Un mundo que no existe late y respira, es dadora de vida y se genera de emociones, vivencias, paisajes interiores y mundos oníricos. Frente a los paisajes que acostumbramos a ver en toda la historiografía del arte –realizados en su mayoría por nombres en masculino– este proyecto expositivo incluye el trabajo de cuatro mujeres artistas que crean con los ritmos orgánicos, pausados y densos de lo natural mediante composiciones que parten de vivencias personales en un territorio lejano –real, abstracto o mental– que no exotizan sino que comprenden en todas sus narrativas míticas para incluirse en ellas. Sus obras recorren paisajes íntimos y tangibles desde una temporalidad y un ritmo más propio de la naturaleza de lo afectivo y de lo orgánico que de la instantaneidad contemporánea.

Los paisajes ficcionales creados por Ana Teresa Barboza y Noemí Iglesias presentan una forma de acercarnos al ecosistema natural desde una imbricación completa con el mismo y conforman utopías de mundos que no existen, porque no los vemos o porque están a punto de desaparecer… En las obras de Ana Teresa Barboza, la artista transforma el paisaje mediante el tejido con el fin de que el cambio en nuestra conciencia, con respecto a su recorrido y vivencia, sea real. El mundo natural ha recorrido todos los trabajos de Noemí Iglesias. Lo vemos en sus delicadas criaturas híbridas realizadas en porcelana, una combinación del cuerpo de un loro con un acabado de flores que cubre y crece por todo su rostro y que abren nuestra mente a nuevos imaginarios posibles, nuevas formas de imaginar y pensar el territorio natural alejadas de las imágenes ficcionales, objetivas y asépticas de la razón.

 

Noemí Iglesias, Isolation II, 2020

Los paisajes subjetivos de Laura López Balza y Maria Acuyo parten del interior y reverencian la importancia de la profundidad de los relatos que acontecen en sus obras, frente a la historia oficial objetiva. Ambas crean enigmáticas escenografías que se alejan de los aspectos superficiales, partiendo de vivencias, del poder simbólico de los elementos creados y de la plasticidad orgánica de la pintura. Para Laura López Balza, que reside en Senegal, el lenguaje pictórico designa el rito, los personajes y el contexto natural como constructo de una nueva mitología, una invención perpetua. Su relación con ella se produce, como con el paisaje que representa, desde sus propias vivencias. Con una mirada íntima que parte de las emociones y dota a la naturaleza que recorre de un carácter organicista y sensitivo. Las pinturas de Maria Acuyo liberan una atracción siniestra generada por la convivencia de formas crípticas y abstractas junto a paisajes románticos realistas produciendo escenas naturales con atmósferas que suavizan las capas superpuestas y que nos introducen en los aspectos más ocultos de nuestro inconsciente. Acuyo desea, como los surrealistas, eliminar la intervención reguladora de la razón –en palabras del propio Bretón– y dejarse guiar por los mundos oníricos de nuestra imaginación.

 

Laura López Balza, La tarde que merendaron dátiles
en un oasis de Mauritania sin salir de Senegal, 2020

Estas cuatro artistas, al componer mundos que no existen, plantean aproximaciones desde distintos lugares en torno al paisaje y al mundo natural; escenarios diferentes con un punto en común, la necesidad de seguir activándolos en la actualidad. Sus propuestas no crean el paisaje; son el paisaje. Lo generan y ellas mismas se generan. Se conforman cartografía que alberga las distintas formas de vida natural, regidas por los tiempos de gestación y maduración en sus procesos y asociándose simbióticamente con sus distintos hábitat biogeográficos, culturales e históricos. La lucha por la existencia de los mundos que no existen depende de que cada espectador consiga conformarse paisaje natural, deteniendo su cuerpo y mente al enfrentarse a las obras. De que pueda servirse también de todos los organismos allí situados para producir una nueva ciencia natural de las relaciones con ellos, que no surgirá del aspecto racional, sino del empírico, sensitivo y emocional.

 

Maria Acuyo, Sin título, 2021

Sobre las artistas:

Ana Teresa Barboza (Lima, 1981), utiliza el tejido y otras técnicas artesanales tradicionales para transmitir al espectador una observación meditativa y poderosa sobre su entorno, para concentrarse en los vínculos que la unen con los otros. Su obra reciente reflexiona sobre la transformación de la naturaleza y la relación o contacto de los humanos con ella y utiliza el bordado y el tejido para hacer un paralelo entre el trabajo manual y los procesos de la naturaleza, creando estructuras con el hilo similares a las que hace una planta, por ejemplo. En algunas obras se simulan experimentos que buscan recomponer la naturaleza con otro orden, enseñándonos a mirarla nuevamente. Con ello busca reaprender de la labor de los artesanos para restablecer el contacto con los procesos manuales y corporales con que la herencia, la cultura y las imágenes han ido tomando forma y mostrar las huellas dejadas por el cuerpo y la naturaleza en ellos. Licenciada en la Facultad de Arte, ha participado en exposiciones individuales y colectivas en Sudamérica, Norteamérica y Europa y ha ampliado estudios y realizado residencias en París, Taipei, Ginebra y Lima. Su obra se encuentra en múltiples colecciones americanas, europeas y asiáticas.

Noemí Iglesias (Asturias, 1987) se define trabajando con medios escultóricos y formatos performativos de larga duración. Es un claro ejemplo de nomadismo contemporáneo: desde el año 2009 ha vivido y trabajado en Grecia, Inglaterra, Finlandia, Italia, Hungría, Taiwan y Portugal. Su trabajo representa lo que ella define como actual mercantilización del enamoramiento y cómo los patrones emocionales son asumidos socialmente como iconos de consumo en la producción de una utopía romántica. En ella, las experiencias sentimentales se presentan a través de productos fabricados por industrias específicas que transforman las pautas emocionales en estrategias consumistas. Su obra ha podido verse en centros españoles como Laboral Centro de Arte en Gijón, el Museo Arqueológico de Oviedo. Y fuera de España en el Gimhae Clayarch Museum de Korea, la galería Mumu y la North Gallery de Tainan en Taiwan o el Contemporary Art Center de Atenas. En 2021 recibe el premio LABjoven_Los Bragales.

Los dibujos y pinturas de Laura López Balza (Cantabria, 1984) son enérgicos, cercanos, divertidos, desinhibidos y a veces ácidos. Con ellos muestra y contagia su entusiasmo por la infinita riqueza y variedad de lo observado, lo vivido y lo imaginado. Su obra trata las emociones primarias de una manera pasional y expresiva y narra su propia experiencia vital a través de un mundo interior compuesto de fábulas protagonizadas por la naturaleza, el paisaje o lo cotidiano. Son historias mínimas; recordadas, imaginadas, vividas o idealizadas que reflejan anhelos, preferencias o miedos; pero siempre son un canto a la joie de vivre. Licenciada en Bellas Artes y graduada en filosofía, ha participado en exposiciones individuales y colectivas en centros de referencia españoles como el Museo Patio Herreriano de Valladolid e internacionales como Kulturreich Gallery de Hamburgo.

La obra de Maria Acuyo (Granada, 1972) trata la pintura como una proyección de algo más primitivo, revelando lo orgánico como antesala para entender lo esencial y lo oculto, dotando a la materia de un estado más reflexivo. En su obra hay una marcada influencia de la microbiología y las estructuras anatómicas de los seres vivos –debido principalmente a su formación científica– y con ella busca construir una realidad ficticia que cubra las formas con sutiles velos narrativos, creando imágenes ambiguas. Un microcosmos de elementos contradictorios que se escapan del subconsciente seduciendo al observador por su extrañeza. Durante más de diez años ha trabajado con destacadas galerías españolas como Casaborne, Sandunga o Maria Llanos. Y sus obras de arte se han mostrado en ferias como ARCO, Art Lisboa, ArteSantander o Foro Sur.

 

Ana Teresa Barboza, Laura López Balza, Maria Acuyo y Noemí Iglesias, Un mundo que no existe, La Gran, Calle Nicolás Morales 38, 1º 8 B, Madrid. Del 21 de enero al 6 de marzo de 2021.

Más información: www.lagran.eu/un-mundo-que-no-existe

 

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