DEBATE SOBRE UN VÍDEO DE DIFUSIÓN DE “PASIONES MITOLÓGICAS”
Patricia Molins, Sofía Rodríguez e Isabel Tejeda
En el curso de estos últimos días se ha abierto un debate sobre un vídeo de difusión del Museo del Prado, en el que Alejandro Vergara, uno de los comisarios de la exposición Pasiones mitológicas, señala la importancia de la genealogía y la transmisión en la historia del arte, mostrando, a través de una copia de la Venus de Cnidos, cómo la Antigüedad siguió siendo el modelo de todo el arte hasta el siglo XIX. No solo desde un punto de vista formal, sino también temático, lo que ejemplifica con una anécdota de Plinio sobre la excitación sexual provocada por la escultura en un marinero. Este comentario de Plinio es un topos que sirve para mostrar la excelencia del arte, que puede competir con la naturaleza engañando a los sentidos (como la otra anécdota famosa del pájaro y las uvas), pero también, para el comisario, es muestra de la capacidad de belleza y placer apasionado que puede proporcionar el gran arte.
El comentario es de Plinio, pero varias compañeras consideran insultante y repugnante su introducción, al referirse al placer de un posible espectador masculino como si fuera universal. Nosotras ya en ese debate consideramos que no podía considerarse denigrante ni machista el comentario, y ahora querríamos volver a explicarlo. Que la historia del arte es patriarcal, lo sabemos, y que la anécdota se refiere a un espectador masculino, también. Pero de eso no puede deducirse que el comisario haga suya esa mirada o ignore que el tema de la exposición, la mitología, tiene implicaciones de género, porque retrata el deseo y el placer mezclado con otras pasiones como la crueldad, la ira y sobre todo la violencia de los todopoderosos dioses. Y diosas, por cierto. Porque se trata de un tema central de la historia del arte y es complejo, puede verse desde muchos ángulos, como las figuras que en él aparecen. Para la historiadora feminista Mary Beard Ovidio, la principal fuente literaria de la mitología, es uno de los autores más subversivos de la historia. Y el núcleo central de esta exposición, las poesías de Tiziano, ha sido considerado precisamente como un arma de «subversión de la mirada masculina» por un crítico que ha escrito sobre ellas (el conjunto de las poesías se ha expuesto en la National Gallery de Londres antes de llegar a Madrid). El mismo crítico describe Diana y Acteón, una de las pinturas de la serie, como un cuadro “fieramente feminista”.
El catálogo recoge en sus textos esa complejidad y se hace cargo de ella. El texto de Vergara no es solo un texto erudito de historia del arte. Es también un texto crítico en el que da cuenta del proceso reflexivo y colaborativo que es paralelo a la preparación de una exposición, y que suele quedar oculto, e introduce su conversación con una historiadora del museo en torno al asunto de la violencia existente en esas pinturas, los modos de afrontarla y sus implicaciones como personas y como historiadores. El catálogo cuenta además con un texto específico encargado a Sheila Barker, especialista en arte moderno y género, sobre mujeres y mitología erótica en el Renacimiento. Barker recoge la historia de la dispar recepción de la mitología en la historiografía feminista actual pero también en la época, a través de artistas, modelos y público femenino del siglo XVI.
Los responsables de comunicación no han pensado que este vídeo, que para nosotras, como historiadoras, no creemos que presente ningún problema, no es el mensaje ideal para abrir la difusión al público general, sobre todo después de Invitadas. Porque lo que subyace a esa estrategia es un problema de mayor calado: la carencia de políticas de género en la finalidad y objetivos del Museo del Prado que permitan a las mujeres ejercer el derecho a la participación cultural, en el marco más general de la gobernanza democrática.