CATACLISMO

ENTREVISTA A JULIA CABRERA: FEMINISMO INTERSECCIONAL Y NUEVAS NARRATIVAS.

Julia Cabrera en la exposición temporal Jarracharra. Viento de la estación seca en el Museo Nacional de Antropología.

ENTREVISTA A JULIA CABRERA: FEMINISMO INTERSECCIONAL Y NUEVAS NARRATIVAS.

Por Ana Quiroga.

Entrevistamos a Julia Cabrera, historiadora del arte  a la par que educadora artística afroespañola. Becaria en el Museo Nacional de Antropología desde diciembre de 2020, es graduada en Historia del Arte y tiene un Máster en Educación Artística en instituciones sociales y culturales por la Universidad Complutense de Madrid. Sus tres máximas  a la hora de trabajar son arte, educación y conciencia social. Colabora con el colectivo Afroféminas y con Médicos del Mundo España, con quienes realiza talleres y proyectos socioculturales. 

De tu colaboración con el MNA surge un proyecto interdisciplinar conformado por tres propuestas: ¿Quién lo ha hecho?: una mujer. MUJERES: creadoras de cultura;  Un paseo por Abya Yala: creadoras y ¿Quién está detrás?: La representación de las mujeres en la cultura importa. ¿Cuál ha sido el objetivo último de esta propuesta ?

El tema principal que une a todas es la diversidad, ya sea de género, étnico-racial, contexto histórico, etc. También es la línea que sigue el museo, celebrar la diversidad en todos los perfiles,  y  la que sigo yo a través de mi trabajo. 

¿Cómo se ha elaborado este proyecto?

Cuando se acercaba marzo, para conmemorar el mes de la mujer  (quería hacer algo que fuese más del 8M, del día en sí) pensé en este proyecto, como culmen de mi trabajo a largo de todos de estos años en torno a la historia del arte y de la educación artística. Aunar en clave de género a todas esas artistas diversas más allá de nuestras fronteras. Ha sido un poco como el punto más álgido en el que ha eclosionado toda mi trayectoria, desde mis años universitarios hasta ahora. Es también un homenaje que va más allá de lo que yo quiero transmitir con la historia del arte y con la educación artística, sino a los referentes que todavía cuesta incluir dentro de los centros artísticos. Mujeres que no sean occidentales ni blancas. 

Es un homenaje no solo a las grandes artistas de renombre, sino también a todas aquellas artistas creadoras que a veces se quedan detrás  (una de las actividades de hecho es «Quién hay detrás?: La representación de las mujeres en la cultura importa«). A quiénes se quedan relegadas por hacer piezas de carácter utilitario, de uso diario, como pueden ser una de las cestas que figuran en uno de los videos, realizadas por Daniela Gallardo. Detrás de estas cestas hay mujeres que también merecen ser reconocidas aunque no tengan renombre. Muchas veces visibilizamos únicamente a quién tiene renombre y las alzamos como referentes, como si fuesen las únicas. Pues no, no son las únicas y esto es precisamente uno de los aspectos en los que pretende incidir esta iniciativa. Es una manera de transmitir que hay muchas mujeres creadoras más allá de los ámbitos popularmente reconocidos como la escultura, la pintura o la arquitectura. Es un homenaje a todas ellas. 

¿Podríamos decir que es un modo de celebrar lo que ha sido invisibilizado por el eurocentrismo y el patriarcado, no? Destacar también aquellas obras que son consideradas un arte menor por su posible valor utilitario.

Sí, yo creo que es importante reivindicar no solo las fronteras geográficas sino también las que nos separan y que no son tan tangibles. Una de ellas es el contexto socioeconómico, que muchas tiene que ver también con los ámbitos que se destacan dentro del sistema del arte. Hablamos de «la gran pintura», «la gran escultura» pero también existen otras muchas técnicas y manifestaciones que no necesariamente encajan en estas categorías, como puede ser el textil. Esto forma parte de cómo se ha visto la historia del arte, de cómo la historiografía, la voz de los hombres blancos, ha creado un discurso diferenciando la cultura que es válida de la que no. Es reivindicar un discurso diferente dentro de la historia del arte, incluyendo a creadoras que muchas veces son anónimas. Me refiero no solo a aquellas autoras de las que desconocemos el nombre, hablo de las comunidades de mujeres invisibilizadas desde el sistema. Creo que el Museo Nacional de Antropología ofrece en este sentido una iniciativa única para ir más allá de la mera visibilización de las mujeres artistas. Creo que es muy importante el mensaje que queremos transmitir el equipo de profesionales de esta iniciativa, es muy necesario revelar esta realidad. Y más ahora. 

Elusive Sedna, por Ningiukulu Teeve (Canadá 2013).

Antes de disfrutar de esta beca con el MNA ya habías comenzado a colaborar con María Bueno en el proyecto Healing. ¿Podrías hablarnos de esta experiencia?

Healing es un proyecto vivo. Es una primera edición, por así decirlo, pero sigue adaptándose y transformándose. Nace de un diálogo, de unos conceptos de sanación, comunidad, reparación. De unos diálogos entre dos mujeres que aparentemente pueden tener muchas diferencias pero que al fin y al cabo nos hemos dado cuenta de que tenemos más en común de lo que nos separa. Por eso es también una reflexión de lo establecido, en torno a esas fronteras de las que hablo siempre. Siempre hablamos de lo que nos separa, pero hay que hablar también de lo que nos une.

Es importante destacar el espacio que se escogió para Healing, alejado de la gran ciudad. Es importante también desde donde se dan los discursos, si desde los espacios institucionalizados o desde los márgenes. Estamos hablando de un espacio cultural gestionado por una mujer en un pequeño municipio en Málaga. Todo cuenta. Es celebrar la diversidad y lo que nos une como un motor de cambio, una potencia, una riqueza. No solo por el momento complicado que estamos viviendo, no solo porque «tenemos que estar», tal y como se insiste desde algunos espacios hegemónicos, sino por ir más allá de las formas institucionalizadas, de los espacios hegemónicos. 

El cuerpo es uno de los axiomas centrales en el proyecto Healing. ¿Puede ser el cuerpo como intersección de opresiones la clave para repensar los privilegios y apostar por un feminismo plenamente interseccional?

La necesidad de hablar de un feminismo interseccional pleno, pensar en qué va a la par de el hecho de que seamos mujeres. Hablar de los contextos socio-económicos más oprimidos, con otros bagajes culturales…también estas historias tienen que ser contadas. Creo que Healing demuestra a la perfección esa interseccionalidad. Hay que contar con cada historia, cada experiencia, cada testimonio. El feminismo tiene que ser interseccional. 

Tu currículum destaca por su carácter híbrido y multidisciplinar. ¿Cuales podrías decir que son los puntos fuertes que unen cada una de tus facetas profesionales?

Mi currículum es plural y abierto porque mi propia historia lo es. Yo no podría decir solo «soy una mujer negra». También influye que sea una mujer negra de un barrio determinado o de una ciudad determinada en un contexto concreto con unas vivencias propias y particulares. Creo que todo esto se plasma de algún modo en los proyectos que hago, como es el caso de mi trabajo con el Museo Nacional de Antropología. Intento ir más allá de un solo ámbito. En ocasiones trabajo desde mi identidad, otras intento desplazarme de este concepto, ya que el hecho de ser mujer negra no me limita a hablar exclusivamente de este tema. Mi trabajo de fin de carrera lo hice sobre un arquitecto blanco, no por querer reivindicar sino ir más allá, ser abierta. Y esto también se refleja en los proyectos. 

Para mí el arte tiene que verse siempre desde esta apertura. Como educadora artística no concibo el arte sin una conciencia social, sin profundizar en los diferentes matices. Como un aprendizaje en sí mismo. En este punto, mis tres máximas son arte, educación y conciencia social, pero las concibo como un todo, no como ámbitos separados. 

¿Cuáles son tus referentes? ¿Qué artistas recomiendas?

Mis referentes son desde mi madre y mi abuela, que son lo más cercano, referentes cercanos, hasta mis compañeras de trabajo, Belén, Patricia y María Jesús, con las que estoy día a día. Fuera de mi entorno más cercano, mis referentes son Desirée Bela-Lobedde, Lucía Mbomio o Thelma Golden. Pero referentes también son muchas de la mujeres afrodescendientes con las que estoy en contacto a diario, cada una de ramas diversas. Creo que tengo referentes diarios, porque aprendo muchísimo de cada mujer que siempre me ha acompañado o que me ha dado una oportunidad. Esa pluralidad, ese campo abierto, también está presente. 

La comisaria Thelma Golden.

A menudo las feministas blancas y payas nos quejamos de que las instituciones y los medios se usa el mes de marzo para dar cobertura al feminismo y cubrir la cuota violeta. ¿Podemos pecar las mujeres blancas y payas de la misma conducta condescendiente y privilegiada de los hombres blancos, cis y payos  a la hora de hablar de antirracismo?

El problema es cubrir la cuota. Nunca se debería de cubrir la cuota, se tiene que hablar desde el conocimiento y se tiene que contactar con x persona en x situación por lo que pueda aportar, no por las opresiones que esta experimente. Eso no se hace y ese es el objetivo. Contratar desde el conocimiento y el valor de currículum. No puede ser que por el hecho de ser negra te llamen para hablar de feminismos negros, como si ese fuera tu campo en exclusiva. Como si solo supieras hablar de ese tema. 

¿Por qué yo no puedo hablar de la mujer en la cultura en general? ¿Por qué solo se habla de feminismos negros en momentos determinados? ¿Por qué por el mero hecho de ser negra tengo que hablar únicamente de feminismos negros? Hay muchas mujeres negras que te dirán: no te puedo dar una charla refutada sobre este tema. ¿Por qué me llamas a mí?.  Se peca de eso y es muy grave. Se nos relega a hablar de eso. Yo hablo de mi identidad cuando yo quiero y lo defiendo cuando yo quiera,  no cuando tú quieras.  No me obligues. Yo soy dueña de mi identidad y de mi vida.

Si me llamas para hablar en una charla y me dices «te necesitamos para hablar de tu tema» yo te diré «vale, ¿pero qué quieres? Dime algo específico: soy negra, pero también soy manchega, soy historiadora del arte. No soy filósofa. ¿De qué quieres hablar?» Y entonces me dicen «bueno, pues de eso, de feminismos negros». Pues no. Que me llamen para dar una charla de historia del arte o de muchas cosas relacionadas con la cultura. Pero no de feminismos negros por el mero hecho de ser negra, por cubrir el hueco de la mesa redonda sobre diversidad. El objetivo no puede ser cubrir la cuota, sino que podamos estar ahí para todo. Que nos llamen por nuestro currículum, por nuestra experiencia. Y eso es algo que a muchas personas blancas les cuesta. Y es precisamente ahí donde tenemos que llegar. 

En mi caso, el tema cuotas me lleva a pensar: hemos pasado de la nada, de estar invisibilizadas, a la diversidad. ¿Pero en qué sentido? ¿Como marketing? O quizá porque me quieres poner en una charla y porque quieres hablar de feminismos negros. Pues entonces soy yo la que te va a recomendar hablar con determinadas activistas que son escritoras o filósofas, pero no a mí. Creo que hay que estar en todos los espacios. No que te llamen para hablar de diversidad en cultura y acabar siendo tú la única persona que no es blanca en una mesa redonda enorme. Y te ponen a hablar de racismo con veinte personas blancas. Esos momentos son duros. Hablemos de cultura, pero no me llames para hablar de racismo porque quieres darte el pisto de que hay diversidad. Simplemente no lo hagas. 

Al final es el mismo privilegio payo y blanco, ¿no? 

Sí, y es muy peligroso. Si hay que romper el techo de cristal, hay que hacerlo desde abajo, atendiendo a todas las opresiones que nos atraviesan. No puedes decir en espacio colectivo: ahora no toca hablar de racismo, toca hablar de feminismo. Pues no. No veo la separación. Soy mujer negra y sufro ambas opresiones. No puedes hacer esa separación, tienes que abordar todas las cuestiones en conjunto.

Y estamos todavía en esa situación, ¿no? Todavía con el privilegio sin revisar.

A mí me ha pasado personalmente estar en espacios feministas y que me digan «ahora no se habla de racismo, vamos a hablar de feminismo». Por ahí no vamos a ir bien, creo. Personalmente, siento que es algo muy peligroso repetir las mismas actitudes, dejando a alguien atrás siempre. Mi feminismo no es eso. Yo no camino sola. Y me parece peligroso porque lo que va a pasar es que unas rompan en techo y otras nos quedemos con la puerta en las narices. No hay una única historia de la mujer y tenemos que empezar a tomar conciencia de ello. 

¿Cuáles consideras que son los puntos más preocupantes del racismo dentro del feminismo blanco en el sistema del arte?

Creo que lo más preocupante son las narrativas que se repiten. Desde cómo se estructura una exposición en los grandes museos hasta las cartelas que se escriben y cómo se escriben. Desde los inicios, se sigue enseñando con los mismos manuales de texto en los que nos hablan de que se «descubrió América». Se sigue repitiendo la misma historiografía blanca y masculina y se termina asumiendo ese relato. 

La narrativa también se construye a la hora de seleccionar obras para una exposición. Tenemos que ver a qué mujeres elegimos. No puede limitarse a vender el patrón de la artista blanca y europea. Tenemos que ir a la raíz y entender el relato desde lo interseccional. Por eso es tan importante que los museos usen discursos decoloniales, algo que sí hace el Museo Nacional de Antropología. Por ejemplo, en lugar de decir América Latina se usa Abya Yala. Las narrativas son muy importantes. La gente se piensa que es solo un pequeño cambio en la nomenclatura y ya. No. Con ese cambio cortas con todos los patrones, con todo lo que viene detrás. 

La revisión necesaria a las narrativas que no llega, ¿no?.

Sí. Y se ha visto con la exposición de Invitadas de El Prado. No es cuestión de ser anacrónicos, pero sí de ajustar narrativas. Se puede hablar perfectamente de una obra de arte utilizando la palabra violación. ¿Por qué saltan tantas ampollas? Porque este cambio acabaría con las connotaciones patriarcales del sistema. Ese lenguaje distorsionado que emana del sistema acaba justo cuando se visibiliza la realidad, justo con esas nuevas narrativas. Por eso son tan necesarias. No es cuestión de ir a debate, es cuestión de que estamos ya en el siglo XXI. Dejad ya el siglo XIX, superadlo. 

Es como si siguiesen las mismas narrativas.

Sí. Y plantear una exposición en el 2021 que pretende ser reivindicativa en cuestiones de género, o que al menos nos vende esa idea. No puedes seguir aludiendo a esos discursos machistas y racistas porque entonces perpetúas el machismo y el racismo. No hay más. Por eso cuando la gente se pregunta «¿cómo puede haber generaciones que piensan como sus abuelos?» Pues porque se han criado con las mismas narrativas. Desde los libros de texto hasta los museos. Es el mismo lenguaje y por eso nada cambia realmente. 

No es cuestión de ser anacrónico, sino de ajustar el lenguaje. Que tú digas que Colón llegó a Abya Yala en lugar de «Colón descubrió América» no cambia la historia. Les está haciendo saber la historia de una manera más consciente. No se trata de ocultar o cambiar, sino de transmitir lo que realmente sucedió. Creo que la gente tiene miedo al cambio de narrativa por temor a que se dejen de dar ciertos contenidos. No se trata de eso. Se trata de relatar lo que realmente aconteció. Si se sigue diciendo que «Colón descubrió América» en los manuales, las jóvenes generaciones repetirán los mismos patrones racistas que sus padres y abuelos. 

Sí que es cierto que actualmente hay mucha gente luchando contra esos discursos hegemónicos contra viento y marea, en charlas y conferencias. Pero con eso no es suficiente. Tenemos también que ocupar los espacios hegemónicos, desde museos hasta libros de texto, para reconducir las narrativas y concienciar de lo que realmente sucedió. 

¿Crees que el arte puede hacer algo al respecto?

Personalmente, creo que hay que ocupar esos espacios hegemónicos. Siempre se habla de que el poder tiene que ceder los espacios, pero sabemos que eso no va a pasar. No podemos esperar, tenemos que ocuparlos. 

El arte puede hacer muchísimo. El arte es política, es vida, es terapia, es educación, es historia. El arte tiene que tomar también lo pequeño porque es precisamente en la cotidianidad, en el día a día, donde debemos comenzar a reescribir, a reconducir esas narrativas. Cuando estás con tus amigas, con tu pareja, en tu barrio. Es ahí donde tenemos que comenzar a hilar un nuevo discurso, no solo en los museos o en las charlas. La calle es también muy importante. Hay más libertad en el día a día que cuando estás sumergido en un trabajo y te tienes que ceñir a un determinado contexto laboral. Creo que en todos los proyectos que hago hay una repercusión de la calle, del día a día, de mi cotidianidad. 

En ese sentido, lo cotidiano nos llevaría directamente a lo invisible, a los discursos no académicos y no privilegiados.

Exactamente. Si hay algo que me ha enseñado en la vida es el barrio del que vengo. Su pluralidad me ha nutrido, por su diversidad socio-económico, de historias. Creo que ha influido mucho en mi trabajo. Hay que buscar los ámbitos seguros en la calle, en la educación. En esos espacios cotidianos. Por eso la cultura tiene que hacer un trabajo social en todos los ámbitos. En ese sentido, mi papel no es otro que el trasladar esas narrativas a los museos y a la calle. Ahí también hay revolución.

Precisamente en ese cambio y en esa perspectiva multifocal y social de tu trabajo, tu colaboración con Afroféminas resulta determinante para comprender las implicaciones sociales del mismo.

Sí. Afroféminas es todo un referente mediático que ha de ser tenido en cuenta a la hora de construir estas nuevas narrativas. Por eso sentí que tenía que estar mi proyecto con el Museo Nacional de Antropología en ese espacio. Afroféminas me acompaña al mismo paso que Mujeres en las Artes Visuales, por eso siento que tienen que estar juntas y presentes de alguna forma en mi trabajo. Han estado conmigo antes de la exposición en el MNA y sentía que tenían que estar conmigo ahora. Esa es la verdadera sororidad: estar en todos los momentos y acompañarse siempre. 

Partiendo de tu colaboración continua con Afroféminas, ¿puede el arte comprenderse sin el activismo?.

Si entiendes el arte en su totalidad, entiendes que también es política, que son dos ámbitos que no se pueden separar. La cultura también es política. La política es también algo cotidiano, al igual que el arte. La política es aquello que hacemos en el día a día, no solo la que se hace en las altas esferas. El arte es político en lo pequeño, en lo cotidiano. Es una vía para manifestarnos y unirnos. Es mundano y cercano, aunque soy consciente de que para muchos catedráticos decir que el arte es pura cotidianidad es un sacrilegio. Ellos lo consideran un fin en sí mismo y creo que ahí precisamente es donde está el fallo. El arte también puede ser una manifestación, una herramienta social. Y no tiene nada de malo ni le quita valor. Más bien le desliga del elitismo social. 

Esa idea de lo mínimo como arte, del cuerpo como manifestación sin más. Quizá eso sería lo más rompedor, ¿no? Cuestionar los cimientos mismos del sistema del arte.

Yo creo que más que romper, es transformar. No es que se plantee una nueva historia del arte, es que sigue en base a unos cambios sociales, a una nueva perspectiva de ver el mundo, de vernos. Lo que se está planteando es que el arte tiene que ir más allá de los señores blancos catedráticos, de entes elitistas alejados de la realidad. No es echarlos, es transformar esos espacios y tomarlos, es transformar esos espacios y esas narrativas. Es reenfocar la historiografía.

Como decía Linda Nochlin «¿Es que no ha habido mujeres?» Claro que sí, claro que existen las mujeres artistas racializadas. El problema es que han sido desechadas por la voz masculina y singular del patriarcado. No es que el arte haya sido masculino o europeo, es que se ha mostrado como tal desde la historiografía del arte, se ha potenciado ese discurso. Y eso es lo que hay que transformar. 

Por ejemplo, en el caso de la artista afroamericana Edmonia Lewis, me sorprendí cuando descubrí su trayectoria viajando por toda Europa en el siglo XIX. Aprendió de los clásicos como muchos de los artistas de esa época que sí son venerados en España. De Edmonia aún no se ha hecho ninguna retrospectiva en nuestro país, y eso es lo que hay que cambiar. Hay que reconducir la historiografía para hablar de todas las mujeres. El problema es que muchas veces se centra el discurso en una única mujer. Frida Kahlo, por ejemplo, es destacada como el ejemplo que sí es válido. Como si ella fuera la única que sí destacó.

Edmonia Lewis.

Generar ese discurso de que solo hay espacio para una mujer, ¿no?.

Claro. Para mí eso sí que es romper. Construir una narrativa desde el patriarcado que nos dice que solo hay una o unas mujeres que son válidas. Hacer de un caso concreto la excepción a la regla. No es que no haya habido mujeres, es que la historiografía se ha construido en masculino singular. Eso sí que es romper, porque creas esa narrativa de que el hombre en singular es el que ha creado. Ellos son los que han roto nuestra historia para construir un relato desde su privilegio. Eso sí que ha sido romper. Nosotras simplemente queremos visibilizar el fallo. Ellos han sido los que han roto con la historia. Hablemos claro. 

Para más información, recomendamos seguir la web de Afroféminas y la del MNA, así como este vídeo explicativo en el que Julia Cabrera explica su colaboración con el MNA.

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