CATACLISMO

EL LEGADO DE CARMEN SÁNCHEZ GARCÍA EN EL MUSEO DEL PRADO

Eduardo Rosales, Doña Blanca de Navarra entregada al captal de Buch, 1869.

EL LEGADO DE CARMEN SÁNCHEZ GARCÍA EN EL MUSEO DEL PRADO
Asun Requena Zaratiegui

Desde el 23 de marzo y hasta el 24 de octubre se expone la colección titulada La última lección en Museo del Prado. Estas adquisiciones se han realizado con el legado de una mujer, Carmen Sánchez García.

Nació un 4 de diciembre de 1929 en Madrid y murió un 14 de julio en la villa en 2017.

Se licenció en Filosofía y Letras. Fue profesora de Geografía e Historia y socia de los amigos del museo. Pasó gran parte de su vida dedicada a la educación, los viajes y actividades programadas por dicha asociación.

Por el título de la muestra creí que esta estaba compuesta por obras que ella poseía, pero legado tiene varias acepciones. En el testamento indica expresamente que los 800.000 € donados quería que fuesen para la adquisición de obras de arte y su restauración, gastando la cuantía en su totalidad en compra, y no en restauración porque ya se ocupa un benefactor archiconocido.

De los cuadros expuestos de pequeño, medio y gran formato solo uno perteneció al padre, médico de profesión. No sabemos si fue adquirido por el padre o fue moneda de cambio de su trabajo, el pago de alguien en especias.

De las quince obras que forman la muestra, solo dos son de pintoras. Si el museo tiene un compromiso como indica en el catálogo con la Historia, ¿por qué no ha adquirido más obras de artistas mujeres en esta ocasión? Decididamente, era el momento oportuno. No estoy hablando de paridad sino de dignidad.

Proporción: 2 cuadros de pintoras de las 15 obras compradas con el legado de Carmen Sánchez García. Mientras en la compra la mujer es una minoría, en la temática es la mayoría como podréis comprobar en la visita.

Mariana De la Cueva y Barradas, San Francisco arrodillado en meditación. Óleo sobre lienzo, Hacia 1664

La primera artista, Mariana De la Cueva y Barradas, natural de Guadix, Granada (1623-1688). Fue una pintora reconocida de su tiempo, y así lo podemos confirmar en las principales fuentes bibliográficas de la época.  Las fuentes, Palomino en el primer tomo de Museo pictórico y escala óptica y Ceán Bermúdez en su diccionario histórico.

Su obra de tema religioso representa a San Francisco de Asís arrodillado en meditación cuya iconografía y composición es similar al realizado por el Greco. Las diferencias entre ambos, la anatomía, alguna vegetación y tejidos utilizados como mantel. El del Greco posee una armonía cromática azul mientras que el de De la Cueva es ocre. 

María Blanchard, La Boulonnise, 1922-1923

María Blanchard (María Gutiérrez Blanchard) es la segunda del legado. Santanderina de nacimiento en 1881 y parisina de adopción donde murió en (1881-1932). En esta obra, La Boulonnise (1922-1923), representa una pescadora de Pas de Calais. En ella el ropaje y el tocado centran la atención de la observadora. En ellos y en la anatomía, sobre todo en sus manos, la huella del cubismo. Representada una mujer con fortaleza. La fuerza en su mirada y en su posición corporal.

El catálogo de la institución nos cuenta como fue la última obra en ser adquirida y escribe textualmente:

“las coleccciones estatales tuvieron que esperar al fallecimiento de la pintora santanderina en 1932 para incorporar obras suya…” (pág.25;2º páf.)

Entonces, ¿se toma como requisito imprescindible y criterio a la hora de la compra que la artista esté muerta, además de que uno de sus profesores Manuel Benedito tenga obra en el museo?

Sin palabras.

Pocas son las representaciones que se libran del protagonismo de una mujer y aquí viene el segundo tema. Parece que la selección de las mismas ha sido para llenar espacios de vacíos históricos, que no huecos en el museo. El cuatro la Alegoría de la Templanza  de Alonso Berruguete (1480-1565) nos transporta con su estilo italianizante, de tres cuartos y cuya musculatura y fuerza muscular, nos lleva a una tremenda influencia de Miguel Ángel Buonarroti en los personajes de la Capilla Sixtina. El autor elimina la Terribilitá en el rostro de la mujer, aspecto que se utilizó para ser más del gusto del populo, sin sufrimiento.

Mujer en el Baño de François Clouet (1516- 1517) es una obra exquisita en el tratamiento del desnudo, ornamentación de frutas y flores, y la multiplicación de las salas en su espacio hasta verse la naturaleza tras la puerta abierta. Alegorías de la vida y del amor se promulgan en el catálogo. Mirando más allá se ve una escena íntima donde la protagonista mira al espectador desnuda, la desnudez, los pechos, la mujer para el disfrute es la protagonista. En un segundo  plano otra mujer que parece ser la misma pero tras el parto y la crianza, vuelve a enseñar su seno voluptuoso, mientras habla, a diferencia de la del primer plano. En una tercera estancia, otra mujer limpia. Podía llevarnos a una representación de las tareas y las funciones idealizadas del género femenino en esos tiempos. Existe en Washington otra copia, que se diferencia en la ornamentación y el tipo de tocado de la mujer del primer plano. La del Prado mejora con las flores y el nuevo tocado.

El afortunado Eduardo Rosales cuenta con tres obras en la muestra de las cuales en dos de ellas es la mujer la protagonista. Las dos con el mismo formato  horizontal y con tema histórico. La primera Doña Blanca de Navarra en el momento de ser entregada al captal de Buch (1868-1869). El lugar ficción la escalinata del Museo del Bargelo en Firenze, Italia, en la realidad el Palacio de Olite (Navarra). Los trajes y personajes los de la época, el escudo de Navarra presente en un paje. Los sentimientos expresados a flor de piel en una mujer castigada hasta la muerte por su posición y cuya vida vivió como una esclava. La rudeza del captal, los aspavientos de la madre, los lloros de la gente allegada de la Corte, el miedo de las mujeres en la parte superior. Rosales se informó para realizar la escena, habló en persona con el historiador navarro, Navarro Villoslada para que le asesorase de lo que pudo ocurrir en aquel fatídico momento.

Además de esta obra histórica, el Museo del Prado posee el retrato del príncipe de Viana leyendo en biblioteca acompañado por su  perro, grabados de Isabel Baquedano y antiguo aguafuerte que copia una pintura de  Juan Andrés Rizi (1875) que representa a Don Tiburcio de Redín y Cruzat, Barón de Bigüezal.

En el siguiente lienzo, La Reina doña Juana en los adarves del Castillo de la Mota es un lienzo sin terminar, solo manchado y organizado. Una mancha divina en la que podemos intuir el tiempo atmosférico por la cabellera al viento de la protagonista Doña Juana de Castilla. No hace falta nada más. La atmósfera cargada hace presagiar el empeoramiento climático en la belleza de lo inacabado.

Ella sentada sobre la muralla, con pose desgalichada y pelos al viento sin peinar no desiste de querer partir mostrando su valentía y decisión. Saldría o no saldría aquel día.

Nuevamente nos encontramos en el catálogo, en la página 96 con unas frases desafortunadas como estas sobre Doña Juana de Castilla, dicen así: “¡Cuánta grandeza en el desarrollo de la escena!¡Qué trágica figura la de la reina loca, qué…!

Con palabras. ¿Todavía la loca?, ¿en estos tiempos, sabiendo lo que ya sabemos? No he visto todavía entre el género masculino que se indique fulanito el putero, menganito el loco. Lo máximo que he visto es el corazón del Carlos II el Malo.

Un estudio en pequeño formato de la sala de Constantino en el Vaticano de 1869 es la última obra de Rosales. Este cuadro supone un tercio de otra obra de Rosales titulada La Presentación de don Juan de Austria al emperador Carlos V.

De Gabriel Antonio Corvoysier, una representación de la mujer religiosa, La Virgen del Carmen imponiendo el escapulario a San Simón Stock (1697), una composición muy similar a las Asunciones, curiosa curiosidad, pero con la diferencia de homenajeado en posición donante italiano en primer plano. La virgen del Carmen no solía representarse de esa forma, de ahí su curiosidad.

De temática religiosa una obra de Luis Eusebi, una Sagrada Familia del Roble de 1821 en gouache, una auténtica maravilla técnica que no se diferencia de la sensación visual del óleo.

En los cuadros restantes los hombres son los protagonistas. El cuadro de José de Castillo, la estigmatización de San Francisco de Asís (1737-1793) relata la subida del Santo durante la Cuaresma para honrar al arcángel San Miguel. El autoretrato (1503-1580) de pequeño formato del afamado pintor Pedro de Campaña y de Adriaen Thomaz, un retrato de caballero de 1577 muy afín en cuanto a dimensiones, y estilo del de Campaña pero con diferente en la colorimetría.

Entre los lienzos restantes, un paisaje de Fortuny totalmente impresionista en su factura de pincelada ancha y corta con mucha movilidad en diversas direcciones de las costas napoliatana.

Otra gran obra es la de Los Comuneros, Bravo y Maldonado en el patíbulo (1821) con un derroche de vestuario y luz en los ajusticiados, alguno de ellos en escorzo. El lienzo de estilo napoleónico de José Aparicio e Inglada retratando a Giussepe María Fernandino Dal Pozzo (1810-1813) con fondo oscuro, vestimentas negras y capa roja con ribete blanco nos lleva a los retratos napoleónicos y culmina la exposición.

Tras el estudio del legado me pregunto, ¿cuándo volveremos a tener una oportunidad como esta para adquirir obras de mujeres artistas? No quiero ser agorera pero estas oportunidades no se presentan todos los días. Una pena no aprovecharla.

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