LA GEOMETRÍA DEL ALMA. MÓNICA PINTO
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Elina Norandi
La práctica de la caligrafía está de moda. Desde hace unos pocos años los escaparates y mostradores de las papelerías y artículos de bellas artes, se atestan de sets para escribir como antaño; plumas, tinteros y secantes se alinean para gozo de quienes nos encanta curiosear en estas tiendas. Además, se traducen y publican todo tipo de manuales sobre la técnica de la escritura, que se mezclan con catálogos de lettering y ensayos sobre tipografía. Parece que, felizmente, vivimos buenos tiempos para el arte caligráfico, ya que es numeroso el colectivo de artistas jóvenes que se inclinan por esta manifestación estética. Tal vez, estemos ante el inicio de la gran tercera época de los alfabetos caligráficos, después de su nacimiento en los monasterios medievales y de su destacado auge durante el Modernismo. En este fenómeno actual con seguridad tenga algo que ver que, desde la década de los años noventa, en España, la pareja formada por Keith y Amanda Adams –excéntricos, cultos y de gran talento- han ido formando a unas cuantas generaciones de profesionales de la caligrafía. Entre sus discípulos ya se cuentan algunos muy destacados, pero como suele suceder y ya lo sabemos, el que comenzaran a despuntar calígrafas ha tardado algo más de tiempo.
Mónica Pinto presenta sus últimos trabajos caligráficos en la sala Gralla de Granollers. Formada como diseñadora gráfica -ámbito al que se dedica profesionalmente- la autora amplió sus conocimientos cursando estudios de caligrafía. No obstante, lo que, en un principio, pretendía que fuera un complemento para sus trabajos de diseño y publicidad, acabó convirtiéndose en una práctica creativa con destacados fines plásticos. Aclaremos que la caligrafía actual no trata solo de reproducir fielmente textos ejecutados con alfabetos del pasado, sino que, además de controlar el ductus (sentido de los trazos), el grueso y el perfil del trazo, el ángulo de la escritura o la morfología de las letras, se busca ejecutar composiciones visuales de gran atractivo y potencia. La consecución de un estilo propio de escritura y la persecución de entramados conceptuales entre la forma (escritura) y el significado (texto) son otros de los fines logrados por una excelente artista de la caligrafía, como la que nos ocupa hoy.
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Mónica Pinto aúna sus intereses artísticos y literarios, escogiendo con sumo cuidado los textos que trabaja. Por un lado, utiliza letras góticas, itálicas, carolingias, copperplates, unciales, modernistas y neulands, a veces interpretadas de manera expresiva y original, en composiciones muy pensadas que realzan e intensifican, más si cabe, la fuerza de la escritura. Los materiales empleados son múltiples: guaches, tinta china en barra, nogalina, pigmentos acrílicos, pan de oro, lápices, rotuladores…, así como los soportes (todo tipo de papeles y cartones). Asimismo las herramientas que se utilizan en esta disciplina son de una gran variedad, a saber, plumillas de metal de puntas muy diversas (cuadradas, redondeadas, de expansión), plumas de aves, cañas secas, pinceles de diferentes grosores, etc. Muchos de estos utensilios, son elaborados artesanalmente por la artista, pues en tiempos de teclados y de servicios de voz ubicados en la nube, la caligrafía supone reivindicar el acto de escribir, propiamente dicho, lejos de los píxeles del ordenador. Al hilo de esto recordar aquí que en marzo de 1981, a raíz del conato de golpe de Estado, Montserrat Roig publicó en el diario Avui una columna que ella pretendía fuera “un elogio de la letra, porque la letra lleva a la palabra y la palabra al diálogo. (…) y el diálogo al eje de la cultura”, sentencia sin caducidad de la genial escritora. Como nuestra artista explica “la caligrafía para mí es el vehículo perfecto de expresión creativa, no solo por el resultado estético que aportan las composiciones y letras caligráficas, sino por su vinculación con la palabra y más concretamente con la literatura. Unión inseparable que llena de significado la obra creativa, convirtiéndose en una actividad casi mística”. Volvamos a mencionar, pues, el origen de la caligrafía, muy ligado a las creencias religiosas, en las culturas Antiguas (Mesopotamia y Egipto), así como la articulación de los códices durante la Edad Media por parte de monjes y, hoy lo conocemos, también monjas. Invoquemos también la caligrafía zen y la caligrafía china o shūfǎ. Todas estas prácticas se encuentran muy ligadas a la espiritualidad y, traídas a nuestro momento, pueden dar una respuesta a este florecimiento artístico: la necesidad de encontrar espacios de recogimiento y misticismo laico.
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Por otra parte, esta muestra se compone de una selección de bellas palabras escritas por una saga de mujeres imprescindibles de la historia de nuestra cultura: las pensadoras María Zambrano, Virginia Woolf y Simone de Beauvoir, las poetas Sylvia Plath, Emily Dickinson y Delmira Agustini y la narrativa de Mary Shelley, George Sand y Mercè Rodoreda. Todas ellas son autoras imprescindibles para la configuración de nuestra conciencia feminista y para poder establecer modelos de autoridad intelectual que nos den una medida de cómo estar en el mundo. También, en la exposición, hay lugar para la poesía actual, puesto que la artista ha trabajado magníficos poemas de la madrileña María Castrejón y de la catalana Mireia Calafell.
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Remarcar la presencia de dos obras dedicadas a la obra poética de Mari Chordà, poeta y artista visual con gran protagonismo en el feminismo de los años setenta y cuya pintura, hace poco, afortunadamente ha entrado a formar parte de las colecciones de importantes museos como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía o el Museu Nacional d’Art de Cataluña. De algunos de estos párrafos o versos, Mónica Pinto ha generado series de serigrafías numeradas a partir de la obra original. Estas piezas, confeccionadas a mano por ella, reiteran y reafirman algunas máximas míticas del feminismo como “No nacemos como mujer, sino que nos convertimos en una” extraída del Segundo Sexo de Simone de Beauvoir. Al tomar como punto de partida la obra de estas autoras, la artista está reafirmando una genealogía de saberes y experiencias femeninas, que, con el amor puesto en el uso del color y en el gesto del trazo, transforma en realidad la frase de Platón que reza “la escritura es la geometría del alma que se expresa físicamente”. Vale la pena acompañar a la artista en este recorrido por el alma de la escritura, dejarse llevar por el hechizo antiguo de las letras, por el grácil de los arabescos y el encanto sonoro de las palabras.
Mónica Pinto, Espacio Gralla, Granollers, Barcelona. Del 6 de abril al 9 de mayo de 2021.
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