LA MUERTE AL ALCANCE DE UN CLIC. LA OBRA DE SILVIA SEMPERE
Isabel Tejeda, Universidad de Murcia, comisaria de la exposición
En el pasado, las corrientes estéticas que se sucedían siglo tras siglo generaron una persistente tensión entre el pathos y el ethos traducidas en fórmulas que se apoyaban más en el color o en el dibujo como estrategias visuales y modos de hacer. La creciente politización social y la democratización de la educación del 800 provocó que las tensiones se dirigieran, por un lado hacia el arte de carácter ilustrativo, es decir conectado con la realidad social, política, y económica de cada momento, y por otro, en los antípodas quedaban aquellos que defendían que la producción creativa debía ser autónoma del contexto, un metalenguaje que reflexionara sobre el propio estatus del arte. Esta tensión fue heredada en el siglo XX, y en gran medida, somos hijos e hijas de esa dicotomía.
Los artistas que en las vanguardias históricas eligieron el discurso político militaban en alguno de los grandes movimientos ideológicos cuya tensión acabó desembocando en una guerra civil, sendas guerras mundiales y la polarización del mundo en dos maneras de entender la res publica. Desde los constructivistas a los dadá, se desarrollaron distintas estéticas que conectaban la obra artística al momento histórico y que podían servir como denuncia ante determinadas situaciones de injusticia social, pensemos por ejemplo en John Heartfield, pero también en exposiciones como la Dadá-Messe de Berlín (1920), la obra de Renau, Juana Francisca y tantos otros durante la Guerra Civil, la militante fotografía mexicana de Tina Modotti o, más conectados con la tradición, a muralistas como Rivera o Siqueiros.
A finales de los años 60, se da una vuelta de tuerca a la conexión de lo contingente con la creación artística y se empiezan a generar algunas propuestas fuera de los espacios específicamente diseñados como expositivos. Hay un importante número de intervenciones en la naturaleza, que va a pasar de elemento de contemplación a soporte de la pieza, si bien nuestro punto de vista actual pone en evidencia que se trataba de proyectos que en el fondo estaban generados desde una perspectiva meta-artística. Exceden esa inercia algunas obras singulares como Elbe Aktion de Joseph Beuys (1962), una propuesta artística que tenía como finalidad limpiar el río Elba. A finales de los años 80, una de las líneas de fuerza de las micropolíticas que cambiaron el panorama artístico internacional va a ser el discurso de defensa medioambiental, discurso que con el tiempo ha ido ganando adeptos con propuestas cada vez más radicales y alejadas incluso de la tradición politizada que hemos citado más arriba; se engloban dentro de lo que Verónica Perales ha denominado ecoartivismo.
Otros creadores, como es el caso que nos ocupa de Silvia Sempere, arrancan no obstante de la tradición plástica que, como la de John Heartfield o a la española Josep Renau, decidió apostar por fórmulas que sumaban lo plástico y lo gráfico, entendiendo que este último era un camino de acceso más inmediato -e inteligible y aprehensible- para una ciudadanía que en general está alfabetizada en la iconografía y formas de la publicidad y los medios de comunicación de masas. En este sentido, el trabajo de la alcoyana ha mantenido una gran coherencia argumental y política desde sus primeros trabajos. Proyectos como Coto privado de caza, Lo físico de lo básico o Placeres bárbaros, son claros precedentes de Sauvage. La reserva. Esta exposición denuncia la insostenible situación a la que nos está llevando el descontrol y la ambición humana desmedida: la creciente lista de animales en peligro de extinción. Quizás en esta última obra han cambiado algo los recursos visuales, ahora claramente más plásticos, si bien Silvia Sempere nunca pierde de vista la importante herencia de la tradición gráfica.
La instalación de dibujos de gran formato Descabezados presenta como protagonistas tres animales saltando (un ñu, un impala y una avestruz). Los materiales que Sempere ha utilizado han sido, como ocurre con la obra de los ecoartivistas, muy pensados y evaluados. Hasta llegar a los que finalmente la artista ha elegido, ha desestimado otros muchos por sus fórmulas de producción y su escasa sostenibilidad. El soporte de estos dibujos es finalmente un tablero aglomerado de carácter industrial sobre el que el dibujo del animal se presenta desnudo de escenografía. Un palet genera el espacio urbanita, de construcción, al que podría acabar cayendo el ñu que salta desesperado huyendo de la nada. Un territorio inhóspito en el que moriría probablemente atropellado en una autopista. Y es que se trata de un salto a ninguna parte desde ninguna parte. Sempere nos habla de las reservas en las que se encuentran muchos de los animales en peligro de extinción. No hay naturaleza, solo paisaje. Es el resultado de la imparable y agresiva intervención humana sobre el territorio desde la Revolución Industrial. El territorio es mercancía, igual que los animales, y su explotación insostenible no ha hecho más que crecer exponencialmente con el neoliberalismo. O son zoos, o lugares en lo que los seres humanos organizan safaris, a veces fotográficos, en ocasiones con sangre y coronas de por medio.
El políptico de cinco piezas Interdit (Prohibido) refuerza esta idea siendo de nuevo los animales el centro de la imagen. Se insiste en que aparezcan despiezados, con su corporeidad no abarcada. Si en la serie anterior carecían de cabeza, ahora son sólo eso, el trofeo que el aristócrata o el gran empresario acaba colgando en una pared de su casa en la sierra. El resto de “yo estuve allí porque me lo puedo permitir y se lo quiero hacer ver a todo el mundo”. Cabezas de elefante (asesinados por viejas leyendas sobre las bonanzas de sus colmillos), de hipopótamo, de jirafa. Testas que aparecen tras una valla blanca. ¿La valla los protege? No, más bien los encierra, como pone en evidencia el recurso textual al pie de alguna de estas obras: “prohibido dar de comer a los animales”; y es que el hipopótamo es el paralelo a las palomas en estos jardines de apariencia salvaje. Intentamos domesticar lo indomesticable y en el camino acabamos con ello. Esto se subraya en Denatured (Desnaturalizado), donde un enojado y exhausto elefante, de nuevo dividido en partes, parece dar vueltas sobre un espacio minúsculo para su inmenso corpachón. Sempere casi construye el paralelo a una obra cinematográfica que se sirve del fragmento, del plano y el contraplano, como recurso para señalar el relato.
En la época de la extimidad, si para los humanos lo íntimo ha perdido valor hasta el punto de morir en directo o cortar con tu pareja en redes sociales, qué no haremos respecto a aquellos seres que consideramos carentes de derechos, que nuestra legislación protege a duras penas. Los animales están controlados por chips, por cámaras infrarrojas nocturnas (Detected/Undetected). Se les mira desde la lejanía con un dron. Como en las guerras… Ya no hay que mancharse para asesinar o para controlar. Se puede estar a miles de kilómetros bebiendo un té con leche y mandar un dron… O servirse de un satélite. Los animales parecen disfrazados de vistosos colores, como en el carnaval de Saint-Saëns. Y es que tras la pantalla dejan de ser seres vivos para convertirse en imágenes.
La muerte está al alcance de un clic.
SAUVAGE la reserva. Silvia Sempere, Casa de Cultura, El Campello, Alicante. Del 11 de junio al 18 de septiembre 2021.