CATACLISMO

El PRADO Y EL PORNO

EL PRADO Y EL PORNO: DE LA TORRE DE PARADA A PORNOHUB,
O «DE ESAS AGUAS, ESTOS LODOS»
Marián López Fdz. Cao

El feminismo lleva décadas señalando que los museos perpetúan y legitiman una mirada que objetualiza al otro, sea este mujer, pobre o persona de otra procedencia. Nacido el museo en un XIX burgués y victoriano, con una férrea separación de espacios privado/público, una explotación nunca vista de las clases campesinas venidas a obreras, institucionalizó lo masculino como ciencia y objetividad frente a lo femenino, subjetivo y subalterno, una visión romantizada del campo y, con un colonialismo en auge, legitimó en las políticas de visibilidad lo que hábilmente la feminista Donna Haraway señalaba como “testigo modesto”: esa voz delicada y en off, ese gran angular que educaba desde el paternalismo “cómo deben ser las cosas y cómo las debemos ver”, convirtiendo su subjetivismo en lo objetivo.

Al Prado, las historiadoras e investigadoras feministas se han ofrecido, década tras década, a modificar la mirada y la interpretación de las obras que atesoraban. Muchas de estas obras, lo sabemos todos, fueron hechas para solaz contemplación de algún o algunos monarcas que gustaban de la carne de las mujeres, este todo sin capacidad de logos. Y las feministas, y la mirada social del arte, y la decolonial, y la educación crítica y emancipadora, se ofreció y se ofrece incansable para modificar una mirada que sepa analizar, comparar, poner en relación: pensar. Vimos su resultado en la tristemente famosa exposición de “Invitadas”, donde en un lamentable intento de recuperar a las artistas en su historia, el Prado sólo reconoció en los suyos el logos, y en vez de aplicar la escucha activa, desautorizó y deslegitimó desde la institución cualquier otra mirada o interpretación con la clásica estrategia de “luz de gas” pero a nivel institucional: no sabéis (conocimiento/logos), tenéis envidia (emoción), estáis locas (irracionalidad). El museo del Prado es una metáfora de ese Angelus Novus de Benjamin, que mira horrorizado hacia atrás los escombros, resultado de sus propias acciones.

Claro, lo de pornohub era más que previsible. Para quien lo desconozca, esta famosa plataforma (que en 2019 registró más de 42.000 millones de visitas) ha hecho una web de “Classic Nudes”, invitando al espectador -masculino heterosexual- a visitar los museos como receptáculos de porno y disfrute corporal. En ella se incluyen obras de grandes museos como el Met, Louvre, National Galley, Uffizi, d’Orsay… y, por supuesto, el Prado. En todos ellos, para centrar la imaginación y proyección de sus visitantes sin andarse por las ramas, ofrece una puesta en acto del “antes “o del “después” de alguna obra.

Por seguir recordando las acciones del Prado, la siguiente exposición de “Invitadas” fue “Pasiones mitológicas”, que mejor podría haber sido llamada “Pasiones mitológicas masculinas tradicionales”. Los comisarios comprendían, benévolamente y como representantes de la institución, los desfogues sexuales masculinos ante la representación de las mujeres desnudas. Como recordaba Riaño, hace unos días, uno de los comisarios señalaba, desde esa aterciopelada voz del “testigo modesto”: «El arte lo que debe es hacernos sentir y nosotros tenemos que ver estas cosas sin distancia. Tenemos que entender que uno de los fines del arte es hacernos sentir con intensidad. ¿Y dónde está esto más claro que en cuestiones relacionadas con el amor, el deseo, la belleza y el sexo?».

Parece que, desde la web de pornohub han recogido con suma coherencia el guante del historiador, sobre todo en lo de “sin distancia” y “sentir con intensidad”, pues invita al espectador masculino heterosexual a acercarse al arte, no para observar los objetos de arte en su dimensión social, histórica, estética, ética y desde el presente (esa compleja mirada dialéctica a años luz de la simpleza de esta) sino, como el comisario invitó claramente, para comprender y compartir que la contemplación de la “belleza” a veces produce, claro, masturbación física, aludiendo a la anécdota contada por Plinio, repetida durante siglos y convertida en cliché por la cual un hombre eyacula a escondidas sobre la escultura de Afrodita dejando una mancha de semen en la parte interna del muslo. Una invitación a que, en total francachela, el espectador de hoy se encuentre con la mirada de, por ejemplo, Felipe IV, en la torre de Parada, para ver tías en bolas, y lo que caiga. Y ahora, animadas. Redondo.

Las excusas del museo del Prado estos días son francamente interesantes, casi infantiles: no sabía, no ha participado, mejor no darle más notoriedad (¿a una plataforma con 42.000 millones de visitas?).

El director del museo Reina Sofía señalaba en una entrevista que “El museo tendrá que cuidar como un hospital sin dejar de ser crítico”. Mucho le queda al museo del Prado, sumido en todas sus contradicciones que hoy saca a la luz Pornohub, para acercarse a un museo crítico que sepa cuidar. Afanado en despreciar argumentos que le pedían mirada crítica, ampliar el espectro estético al social y sistémico, abrir su capacidad interpretativa a una ya presente desde hace décadas en el ámbito académico, la literatura científica, los congresos internacionales y la sociedad, se encuentra de bruces con el resultado extremo de su mirada patriarcal: la mirada simplona, rancia y chusca del porno de toda la vida convertida en un producto para el consumo global. Si el museo quería más visitas, igual es el camino: tiene 42.000 millones de posibles visitas*. Si lo que pretende es otro planteamiento más acorde con una ciudadanía crítica en igualdad, que vea más allá de una posible juerga onanista a costa de las mujeres desnudas de su museo, mucha suerte. Porque trabajo no les va a faltar. 

*Por cierto, de la web del museo se ha retirado ya la visita virtual a “Pasiones mitológicas” guiada por el susodicho comisario a través de la tecnología Gigapixel Second Canvas que se ofrecía por primera vez en el Prado a 2’5 euros gracias al patrocinio exclusivo de la Fundación BBVA.

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