CATACLISMO

DEL Pá Mala Yo AL Ay mamá

Del Pá Mala Yo al Ay mamá o cómo hacer pedagogía feminista desde el himno audiovisual televisivo

Laura Treviño Cabrera  

Hablaba la profesora Carmen Luke de las denominadas ‘pedagogías en la vida cotidiana’, esto es, de todo lo que programas de televisión, series, revistas… nos enseñan desde fuera de las escuelas sobre cómo deben ser y actuar las mujeres desde su infancia. Toda esa cultura popular, audiovisual o mainstream ha determinado cómo las mujeres tenían que comportarse, vestirse, relacionarse, etc. Si bien, se generaban roles y estereotipos de género; también podían infiltrar mensajes feministas sutiles de vez en cuando. En los últimos tiempos y desde movimientos como el #MeToo, manifestaciones y huelgas feministas mundiales por el 8M; las industrias culturales han asumido hábilmente el feminismo porque se ha convertido en un ‘producto que vende’. Y es ahí, donde ha emergido lo que se ha conocido como ‘postfeminismo’, la alianza entre feminismo y cultura mediática. Ese postfeminismo ha aupado la imagen de mujeres jóvenes seguras de sí mismas, sensuales y fuertes que asumen desde su libre elección, la hipersexualización de sus cuerpos y la adopción de las actitudes que habían sido atribuidas a los hombres, sus privilegios. Es así como Lo Malo de Aitana y Ana Guerra se convirtió en un himno feminista para muchas adolescentes que no contando con una formación feminista desde las aulas; lograron acercarse al movimiento desde el fenómeno fandom de Operación Triunfo.

En esa ocasión, la canción también se postuló para Eurovisión; no llegando a clasificarse ya que fue elegida una canción que representaba ese ‘amor romántico’ entre una pareja de ensueño. ‘Lo malo” era un manifiesto sobre una relación con un chico malo, celoso y controlador; cumpliendo un papel fundamental para que las adolescentes y jóvenes pudieran identificar la violencia machista y tuvieran el valor de enfrentarse a su pareja con la siguiente estrategia: “ya no lo quiero porque ahora la mala soy yo”, decía la letra de la canción. Esto es, una relación heterosexual joven tóxica y un llamamiento al ‘derecho a la maldad’ de la masculinidad hegemónica como estandarte de las jóvenes postfeministas en 2018.

Cuatro años después, aparece un nuevo himno feminista: Ay Mamá. Y podemos decir que inaugura un nuevo paso en torno a qué tipo de feminismo nos va a transmitir esa cultura audiovisual mainstream. Paula Ribó González – Rigoberta Bandini –, con 31 años, ha logrado conformar un himno feminista intergeneracional con el que las mujeres de todas las edades, culturales, contextos… podamos identificarnos porque todas hemos sido madre y/o hijas, en definitivas mujeres. Con una letra sencilla, directa y perfectamente comprensible; hace un llamamiento al orgullo universal que supone ser mujer como creadora de la Humanidad: “no habría Humanidad ni belleza”; así como reinterpreta el cuerpo femenino, desvinculándolo de su objetualización sexual. Rompe el tabú de la menstruación: “tú que has sangrado tantos meses de tu vida”. Rompe el tabú de una maternidad dolorosa “tú que amarraste bien tu cuerpo a mi cabeza con ganas de llorar pero con fortaleza” y que, a su vez, ha sido la causante de que arrastremos esa etiqueta del “sexo débil” y sobre ésta, el cimiento del sistema patriarcal. Decía Olympe de Gouges en el preámbulo de la Declaración de la Mujer y de la Ciudadana de 1791: “el sexo superior tanto en belleza como en coraje, en los sufrimientos maternos”. La fortaleza está vinculada a la resiliencia, a sobrevivir a los sufrimientos; mientras que, en Lo Malo, había que reivindicar esa fortaleza varonil para las mujeres: “soy el león que se comió a las mariposas” que protagonizó tantos carteles en manifestaciones.

Rigoberta Bandini ha conseguido colocar una teta gigante como globo terráqueo de la artista Marina Salazar en el escenario y superar la censura absurda – o más bien pervertida por sus atribuciones tradicionales centradas en su cosificación sexual y erotización – por la que se penaliza el pecho de las mujeres y no, el de los hombres. Efectivamente, “no sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas”; si, al fin y al cabo, se muestran en tantas obras artísticas como “La libertad guiando al pueblo” de Delacroix (retrocedemos a principios del siglo XIX y el nacimiento de la ciudadanía, o más bien de los ciudadanos).

La letra recurre a un cuadro que utiliza el cuerpo de una mujer con los senos al descubierto como alegoría de la Libertad y de la lucha por los derechos del ‘pueblo’. ¿Por qué no convertir esa alegoría en realidad? Las mujeres no son musas y no son alegorías; somos ciudadanas que pararemos la ciudad en marzo y cuando sea necesario para seguir luchando por nuestros Derechos Humanos. No se trata sólo de reconocer el papel de las madres que “siempre tienen caldo en la nevera”, es un reconocimiento a las mujeres y a sus cuerpos, los sufrimientos y las penalizaciones que soportan durante toda su vida. Rigoberta Bandini ha hecho uso de la alegoría por la libertad de los hombres del pintor Delacroix para provocar una fusión de horizontes pasado-presente, a través del diálogo con la alegoría por la libertad de todas las mujeres de nuestro planeta representadas en una teta gigante, obra de la diseñadora Marina Salazar.

Asimismo, se presenta esa reivindicación del cuidado a las demás personas, un legado cultural de las mujeres que también tendría que ser asumido por los hombres; más aún en una sociedad cada vez más individualista que vive en el maravilloso mundo feliz de la virtualidad. Por otro lado, nos cuadra ese nombre artístico de “Rigoberta” que nos recuerda el ecofeminismo de Rigoberta Menchú y el trabajo por la cultura de la paz porque como dice la canción: “tú que podrías acabar con tantas guerras”.

A todo esto, habría que añadir su performance que merece nuestra atención.

Aparecer con un velo – pudiendo ser un guiño irónico al vestido de novia – y gafas de sol es una manera de decirnos, hay que salir de la caverna y como si la propia performance fuera un proceso mayéutico, nunca mejor dicho dado que proviene del término griego, ayudar a parir; y el propio Sócrates lo tomó dado que su madre era partera y lo convirtió en el arte de ayudar a parir conocimientos. Conocimiento feminista es lo que se dispone a enseñarnos Rigoberta Bandini junto a tres mujeres y a dos hombres, que dan visibilidad a cuerpos reales alejados del imperio de esa mal llamada “perfección”. Una apuesta importante ahora que cada vez más las jóvenes se someten a cirugías estéticas a edades muy tempranas bajo ese fenómeno influencer procedentes de programas televisivos y redes sociales que imponen un canon femenino basado en la cirugía estética y que fomenta unos determinados cuerpos simétricos y similares; incluyendo, como no, el aumento de pecho que conlleva, una vez más, la hipersexualización de las mujeres.   

Esa potente imagen de las mujeres entrelazadas es un claro llamamiento a la sororidad.

La cantante ya no tiene que ser la más alta del grupo y tampoco tiene que ser la líder, evidenciar una jerarquía; ya que puede compartir momentos de la performance de igual a igual con su prima. En un momento dado, en uno de los estribillos, el grupo se mueve de forma diferente por el escenario sin responder a esas coreografías en las que no hay ni una sola diferencia y parece responder a la idea robótica que tiene este sistema neocapitalista de pensamiento único. Las escenas proyectadas hacen alusión directa al vínculo madre-Tierra-creadora de la Humanidad. El body-nude es una manera de reivindicar el cuerpo natural de las mujeres, sin más artificios, sin tacones que aprieten, sin vestidos de lujo… Y dado que las mujeres no enseñan sus tetas; deconstruyen el mensaje: los hombres y las mujeres llevan un sujetador que ocultan las tetas de ambos.

Por tanto, estamos ante el paso del postfeminismo al metafeminismo. Rigoberta Bandini nos hace reflexionar sobre el feminismo que retorna a los problemas a los que se han enfrentado las mujeres a lo largo de la Historia de la Humanidad; los problemas de subyugo, invisibilidad, maltrato… de esa mitad del género humano que paradójicamente ha sido la que ha parido a toda la humanidad. Probablemente, no consiga llegar a Eurovisión como ocurrió con Lo Malo – puede que aún la sociedad no esté preparada para sentirse identificada con el movimiento feminista; pero su labor pedagógica feminista en nuestro país ha sido, es y será mucho más importante que ganar un festival. Aunque, sería importante que esa labor pudiera llegar a toda Europa y de paso, a todo el globo terráqueo, a través de Eurovisión.

Pase lo que pase, ¡Ay Mamá! ya es el himno feminista del 8 de Marzo de 2022.

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