CATACLISMO

MEMORIAS MESTIZAS

Carla Hayes, Am I not a woman?, 2021

 

MEMORIAS MESTIZAS
A
na Quiroga 

La necesidad de una memoria colectiva que parte del reconocimiento. Romperse es vital para poder resurgir y poder, así, leerse desde una óptica nueva. Y ejecutarlo de un modo cálido, casi lírico, pero directo y profundamente sensorial. Así es la propuesta de Carla Hayes en Memorias mestizas.

La muestra, comisariada por Rocío de la Villa, forma parte del programa anual Kora, proyecto del Museo Thyssen-Bornemisza enfocado a recoger y visibilizar el trabajo de mujeres artistas españolas desde la perspectiva de género. En esta ocasión, el proyecto Kora apuesta por el trabajo de Carla Hayes Mayoral, una joven artista afroespañola que revisa el origen mismo del colonialismo patrio a través de una materia única y decisiva: la rafia. 

Tal y como recogía la propia artista en la presentación de la exposición, la elección de la materia es tan clave como el modo en el que esta se presenta: el arte de tejer como resistencia última de la memoria. Esencia de un cuidado diferente y real. Usada en varios países africanos para la confección de bordados y diseños, la rafia sirve a la artista para construir su propio relato, aunando así su experiencia como española con el recuerdo de quiénes la precedieron.

Como ya sucedía con anteriores propuestas del proyecto Kora, Memorias mestizas consta de dos partes esenciales diferenciadas. Por un lado, cabría destacar la sala que emana de la planta baja, dedicada a las exposiciones temporales, en la que la artista presenta su propia obra, dejando que esta hable por sí sola. Por otro lado, apuntando a esa búsqueda constante de diálogo y revisión del proyecto Kora, Memorias mestizas se funde con la colección permanente del Museo Thyssen, invitando a la reflexión.

Carla Hayes, Am I not a woman?, 2021

En esa primera sala, el relato se activa desde una suerte de memoria colectiva. En Am I not a Woman?, Carla Hayes reinterpreta las palabras de Sojourner Truth, una de las líderes del movimiento abolicionista de Estados Unidos durante el siglo XIX. Partiendo de ese original «Ain’t I a woman?», Carla invita a la reflexión de quiénes habitamos el privilegio mientras apela a su derecho como mujer afroespañola de construir su propia narrativa. Unas palabras que Carla hace suyas a través de las fotografías que acompañan a la obra, en la que vemos a la artista cubriéndose con el mantón bordado.

Jugando con el reflejo y el efecto de lo real, Carla establece una suerte de metadiálogo entre su propia experiencia, recogida en las instantáneas, y aquella que permanece en lo real, sostenida por dos troncos y levemente iluminada. Un relato que adquiere presencia en otra de las obras claves de la exposición, consistente en un traje barroco de corte clásico con el que ella misma se fotografía.

En este sentido, la pieza Sin título (vestido) se vuelve doblemente representativa a través de la performance fotografiada. Por un lado, el traje, confeccionado exclusivamente a partir del tejido de la palmera Raphia farinifera, constituye en sí mismo una crítica al sistema colonialista, reflejando a través de cada pliegue el canon estético colonial impuesto.

Carla Hayes, Sin título (vestido), 2019

Por otro lado, las imágenes en formato polaroid que acompañan la pieza muestran el peso real y fáctico del canon impuesto. En ellas, vemos cómo Carla Hayes intenta habitar el traje colonial, adaptando los pliegues a su propia silueta. Un intento que culmina con la mirada interpelativa de Carla, quién nos confronta directamente y rompe la cuarta pared.

En ese modo único de mirarnos y mirarse, Carla Hayes acciona una doble memoria, donde la experiencia colectiva y la historia de las mujeres afroespañolas interseca con las propias vivencias y recuerdos de la artista. Dos vías a través de las cuales leerse y narrarse. Dos vías desde las que nos mira y nos confronta. Dos modos encauzados en su arte y que resultan decisivos para hacernos partícipes de esa historia impuesta. Una historia confeccionada, determinada, desde la mirada blanca y colonizadora.

En este sentido, el diálogo fáctico y plástico que propone la segunda parte de Memorias mestizas resulta decisivo para ese fin inicial que plantea la artista. En ella, los bordados de rafia se oponen a la dialéctica canónica de los rostros barrocos, síntoma y causa de la esclavización. Síntoma igualmente de ese pasado que tantos se apuran a borrar, con ese miedo tan patrio a asumir el propio relato.

Carla Hayes, Sin título (vestido), 2019

De entre las diferentes piezas de la artista que conforman esta segunda parte de la exposición, quizá una de las más punzantes sea Suerte de encuentro (jarrón). En ella, la tela de rafia, que imita la textura y forma de la hoja de palmera de la que proviene, fractura el vaso de cerámica que la contiene. La raíz que supera el canon impuesto y rompe el molde.

Un fuerte mensaje que se vuelve aún más reivindicativo desde el diálogo, al confrontar esa ruptura interna con la obra de Frans Hals Grupo familiar ante un paisaje. En ella, la mirada interpelativa del niño negro destaca por encima de el resto de los integrantes del cuadro. Mientras el padre, la madre y los hijos mantienen una actitud distraída, el joven racializado es el único que permanece impertérrito. Inmóvil.

Camuflado entre las palmeras, el niño que nos interpela lo hace también desde su posición corporal. Una rigidez que contrasta enormemente con la de las jóvenes que lo acompañan, que sonríen esquivas. Sin darle apenas importancia al único que se atreve a interpelarnos. Rompiendo el jarrón inmaculado que lo sostiene, la palmera de rafia de Carla se aproxima a la mirada del niño y se rompe por él.

Plena de vigor y elegancia, Memorias mestizas se impone al silencio y recupera la historia hurtada. Logra confrontarnos con nuestro propio pasado. En este sentido, Memorias Mestizas puede resultar incluso molesta. Impertinente, dirán algunos. Y es que nos posiciona con una realidad que, a muchas de nosotras, construidas desde el privilegio occidental y blanco, nos cuesta afrontar.

Quizá por eso el trabajo de Carla resulta tan brillante y decisivo en estos tiempos. Porque nos invita a mirar a quiénes han sido borradas del mapa, pero también a mirarnos. A asimilar desde nuestra posición de privilegio nuestra deuda histórica. Una deuda genéticamente heredada que a veces se confunde con la culpa judeocristiana, pero que dista notablemente de esta.

Tal y como reconoce Rocío de la Villa, una de las cuestiones últimas que plantea el trabajo de Carla Hayes es la reticencia patria a repensarnos. A asumir una memoria histórica que iría más allá del siglo XX. Que nos recuerda que, pese a que los libros de historia no siempre lo destaquen, la historia de este país está íntimamente ligada a la esclavitud.

En Cuba, colonia española, la esclavitud fue una realidad hasta 1885. España llegó a ser la cuarta potencia mundial en el tráfico de esclavos. Datos que los libros de texto actuales no parecen tener mucho interés en destacar, tal y como nos aseguraba Julia Cabrera. Afortunadamente, cada vez son más las instituciones que asumen el fallo y se abren a revisar la herida. Que superan el pasivo y dan cabida a proyectos que se dicen de los márgenes, pero que emanan del mismo epicentro narrativo.

En estos tiempos confusos, donde algunas voces aún se atreven a enorgullecerse de aquello que llaman «Imperio», el gesto del Museo Thyssen es necesario, pero no suficiente. Y es que ante el silencio, solo cabe el grito. La ruptura del jarrón que cuestiona el sistema desde la raíz. Y por eso la obra de Carla Hayes, y de tantas otras, es tan brillante como reveladora. Porque se atreve. Porque no duda y accede. De un modo único. Siguiendo su propio trazo.

Carla Hayes, Suerte de encuentro (jarrón), 2022

Carla Hayes Mayoral, Memorias mestizas, Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid. Del 14 de febrero al 15 de mayo de 2022.

s información:
https://www.museothyssen.org/exposiciones/carla-hayes-mayoral-memorias-mestizas

 

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