CATACLISMO

31 DÍAS. TODO VALE

Lotte Reiniger, Cindirella, 1922. Película de 13 min.

31 DÍAS. TODO VALE

Pues sí, estamos a tope. Ha llegado el 8 de marzo (nuestra temporada alta) y las trabajadoras del arte somos el centro de todas las programaciones por espacio de un mes.

La multiplicación de proyectos desde hace unos años para acá es gratamente sorprendente: Vivian Suter y Belkis Allón en el Reina Sofía de Madrid, Carla Hayes Mayoral en el Thyssen de Madrid y Juana Francés en la sede de Málaga, Isabel Villar en el DA2 de Salamanca, Sandra Gamarra en el CGAC de Santiago de Compostela, Monira Al Qadiri en el Guggenheim y María Helena Vieira da Silva en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, Teresa Moro en el MARCO de Vigo, Emma Kunz en Tabakalera de Donostia/San Sebastián, Arita Shahrzad en el CAAM de Las Palmas, Maud Bonneaud en el TEA de Tenerife, Berta Cáccamo en el Patio Herreriano de Valladolid, Aura Satz en el Artium de Vitoria/Gasteiz, Anna Boghiguian en el IVAM y Pamen Pereira en el CCC de Valencia, etcétera. Estos son solo algunos de los grandes centros de arte contemporáneo del Estado, pero la relación de propuestas es mucho más larga (podéis seguirlas en nuestro avance de exposiciones de 2022.

Todas las consejerías, ayuntamientos, fundaciones, galerías, centros de arte y salas de exposiciones, por grandes o pequeños que sean, programan para marzo exposiciones y proyectos donde las protagonistas somos las mujeres, aunque en muchos casos la oferta de trabajo llega con una llamativa –y a veces insultante– falta de antelación y un presupuesto irrisorio. Al fin y al cabo, el político de turno solo quiere una fotografía el día de presentación para certificar su compromiso con el Día Internacional de la Mujer. Nos consideran más adaptables, más baratas y más rápidas.

Las instituciones sienten así que han cumplido con sus deberes de género y pueden seguir programando con “normalidad”; es decir, ignorándonos por completo (o casi por completo) el resto del año y constatando que lo nuestro era “la excepción”. Puede que haya un nuevo pico de trabajo el Día de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres el 25 de noviembre, pero eso solo si queda presupuesto. Hay incluso instituciones, como el Museo Nacional del Prado, que no tienen prevista ni una sola exposición dedicada a una artista este año (seguramente habrán considerado que la inmunidad de “Invitadas” es de larga duración). Otros centros de arte evitan que las inauguraciones de las exposiciones sean en torno al 8-M y hacen coincidir las clausuras a finales de marzo o incluso desplazan la apertura hasta principios de abril pero, como sea, no puede faltar una mujer en esta época. Por fortuna, también hay instituciones cuyo compromiso con las artistas se mantiene todo el año, aunque son muchas menos de lo que nos gustaría.

Vaya por delante que nos alegra que tantas artistas ocupen las salas de los principales espacios culturales de todo el país y celebramos cada una de las exposiciones que abordan nuevas perspectivas sobre su trabajo, en marzo y todos los meses del año. Lo que no nos gusta tanto es la idea de tener que ejercer de “reinas por un día”. Queremos tener presencia en la arena pública y, dada la situación de precariedad generalizada, no nos queda otra que aceptar estos trabajos (siempre queda la esperanza de que los programas se extiendan más allá de nuestro mes), pero el precio que estamos pagando por ello puede que sea más alto de lo que imaginamos.

Defendemos los proyectos que cuidan el trabajo de las artistas, que profundizan en nuestras genealogías, que recuperan referentes para todas nosotras o que abordan cuestiones que nos preocupan o aspectos que aún no han sido tratados por la historiografía. También nos interesan las propuestas vertebradas por mujeres cuyo hilo conductor no sea el mero hecho de ser mujeres (por extraño que parezca, no todo lo que hacemos tiene que ver solo con el género o con lo que nuestra cultura binaria entiende por “femenino”). Sin embargo, flaco favor nos hacen esas propuestas colectivas típicas de marzo cuyas obras han sido seleccionadas solo y exclusivamente porque sus autoras son mujeres; es decir, sin ninguna tesis a la vista que sirva de nexo entre las piezas más que la de haber sido asignadas a un determinado género (luego se añade algún título rimbombante que subraye lo maravillosas que somos y, ciao, hasta el año que viene) pues, al final, están contribuyendo al “lavado de cara violeta” de un sistema, el del arte, que está lejos todavía de situarse en un plano de igualdad.

Quizá haya llegado el momento de realizar un estudio que muestre la incidencia acumulada del trinomio artistas-mujeres-marzo en las instituciones y espacios culturales españoles acompañado de un análisis de los presupuestos desagregados por sexo/género para que al fin podamos saber a qué atenernos. También podría resultar útil una investigación que nos permita extraer alguna conclusión sobre si los proyectos del 8M inciden positivamente en una mayor presencia de las artistas mujeres en las galerías o en las programaciones anuales de las instituciones.

Hacer muestras de artistas mujeres solo en el contexto del 8-M no es cumplir con la vigente Ley de Igualdad ni con la Constitución. El respeto hacia estas normas pasa por demostrar este compromiso durante todo el año y ofertar presupuestos dignos, espacios correctamente dotados y tiempo suficiente para realizarlos. Mientras eso no ocurra, las trabajadores del arte seguiremos siendo como las empleadas de un resort en temporada alta o las protagonistas no deseadas de una cabalgata de 31 días.

Marta Mantecón

.

Art Workers’ Coalition, Art workers won’t kiss ass, 1969
Introduce tu comentario

Por favor, introduce tu nombre

Debes introducir tu nombre

Por favor, introduce una dirección de e-mail válida

Debes introducir una dirección de e-mail

Por favor, introduce tu mensaje

MAV Mujeres en las Artes Visuales © 2024 Todos los derechos reservados


Diseñado por ITCHY para m-arte y cultura visual