CATACLISMO

PIEL Y PULPA DE MARISA GONZÁLEZ

Marisa González, Piel y pulpa (serie Pandemia), 2022

PIEL Y PULPA DE MARISA GONZÁLEZ
Sonia Higuera

El escenario que articula la presente exposición nos resulta extrañamente familiar. Podría parecer que nos encontramos en el supermercado donde hacemos la compra semanal. O puestos a imaginar, podría tratarse de la frutería de la esquina donde se exhiben los productos de la huerta dispuestos por clases y colores. Sin embargo, por la propuesta manipulada y descontextualizada que Marisa González hace de estos vegetales que unen arte y vida, en realidad nos ubicamos en lo que posiblemente fuera la antesala del supermercado: el museo o sala de exposiciones.

Pero vayamos un poco más allá y situémonos en el Museo imaginario de André Malraux, el “no-lugar” en el que convive la materia viva sin cuerpo y fluyen las relaciones entre colecciones fotográficas de comestibles. Disfrutemos de una estimulante apelación de los sentidos, donde Marisa González juega con la sinestesia que producen los colores y las formas de unos alimentos que se funden con la negrura de sus fondos.

Se trata de bodegones “tramposos”, porque aunque los elementos se presentan inmóviles, la artista no trata de detener el tiempo, lo atrapa en cada instante y lo convierte en secuencias temporales que representan el pasado, el presente y el futuro. No hay nada eterno en sus fotografías, todo es temporal, todo alude a la decadencia y a la desaparición, a lo efímero.

Marisa González, Piel y pulpa, 2022.
Vista de la exposición, Palacete del Embarcadero, Santander

Con el gran dominio que caracteriza su uso de las tecnologías más punteras de cada época, Marisa González evidencia la mutación de los procesos como parte de su poética. Captura lo perecedero con aparatos que también están expuestos a la obsolescencia y a la transitoriedad. Una alusión a la vacuidad de lo material y la brevedad de la existencia, que no solo es manfiesto en la representación de sus imágenes, sino que es inherente a su propio proceso de creación y actualiza el sentido alegórico del género artístico de la Vanitas.

El verdadero significado de estas composiciones se intuye escondido entre las sombras de su oscuridad. Una dimensión biosensitiva que traduce lo que en apariencia vemos en una resignificación oculta tras la ambigüedad de su superficie. Un arte polisémico que por sus tempos de visión modela una mirada dialéctica que politiza lo doméstico, lo que nos llevamos a la boca; la vida.

Marisa González, Piel y pulpa (serie Desviaciones), 2000

Piel, lo de fuera

Demos un paseo por este recorrido orgánico que comienza con un mosaico formado por ocho fotografías de la serie Desviaciones cuyas fresas nos besan y alimentan. Su representación, cuanto menos, nos inquieta. En palabras de la propia artista, nos enfrentamos a “frutos morfológicamente imperfectos” cuya apariencia está entre lo natural y lo tecnológico, entre lo comestible y lo obsceno, entre lo normal y lo desviado. Quizás, como lo harían las alegorías sensoriales de los pétalos de Georgia O´Keeffe, una sencilla personificación del fruto como una multiplicidad.

Acompañada por el aria “Mon Coeur s’ouvre a ta voix” de la ópera Sansón y Dalila de Saint Saens, Pasión hermafrodita relata la bella historia de amor que protagonizan dos caracoles en un día lluvioso. Seis minutos apasionados en los que dos de estos moluscos gasterópodos se eligen, se frotan y acarician hasta que desaparecen entre su propia baba para dar lugar a un apareamiento que puede llegar a durar entre cinco y diez horas.

Marisa González, Piel y pulpa (serie Chayotes, vida muerte y transfiguración), 2018-2019

Verde es el color que brilla intenso sobre la oscuridad de los quince bodegones que forman la secuencia “atemporal” de Chayotes, vida muerte y transfiguración. Organismos mutantes que parecen salidos de la ciencia ficción, se reproducen, se comen o se metamorfosean en animales, dragones y finos apéndices que tratan de salvaguardar la continuidad de la especie.

Marisa González, Piel y pulpa (serie Pandemia), 2021

Tiras verticales forman cadenas secuenciales de frutas y hortalizas que desarrollan la serie Pandemia. Limones, granadas, tomates, patatas y calabazas hacen gala de una deformidad morbosa que insinúa apariencias eróticas y monstruosas. Fotogramas de personificaciones corporales que dan paso a retratos sobre fondo negro del ocaso de su vida. Plátanos flácidos que pierden la jugosidad de su piel, vulvas o pitayas que se descuelgan, calabazas de vello cano, fresas que han perdido su carne rosada y zanahorias que se mimetizan con otras especies, cierran el paseo por una exposición en la que conviven arte, biología y tecnología.

Marisa González, Piel y pulpa (serie Pandemia. Putrefacción), 2022

Pulpa, lo de dentro

A partir de un acto absolutamente simbólico, Marisa González configura sus fotografías como una gran puesta en escena que nos exige una percepción igualmente simbólica. Un testimonio fragmentado que en realidad solo cuenta una verdad a medias. Una representación, tal y como afirma George Didi-Huberman, que une ese “doble régimen” en el que la imagen se sitúa “entre un saber cierto de lo representado y un reconocimiento incierto de lo visualizado, entre la incertidumbre de haber visto y la certeza de haber vivido”. Un potencial en las obras de esta artista, que reside precisamente en su capacidad para crear realidades y no para reproducirlas.

Hagamos por tanto, un segundo recorrido. Comencemos de nuevo y reflexionemos sobre cómo las temáticas de vida, reproducción, sexo o muerte que se desarrollan en esta muestra de bioarte con clara tendencia biotemática, cuestionan la ética ejercida por la industria de la biotecnología. Representaciones que remiten a las prácticas que ejercen las tecnobiopolíticas de forma nor-malizada en el ámbito genético, de identidad, sexo y género.

Si observamos detalladamente los productos orgánicos que representa Marisa González en Piel y pulpa, no encontramos uniformidades ni simetrías que se puedan interpretar como estructuras perfectas. Vemos desviaciones, mutaciones, malformaciones, o lo que habitualmente pertenece al verdadero proceso de adaptación natural de la evolución de una especie. Y sin embargo, vivimos en la era en la que el patrimonio biológico ha sido alcanzado por los sistemas de privatización. Los bio-bancos bajo el amparo de las legislaciones internacionales, almacenan y catalogan información genética y bilológica que transforman en valor económico bajo el pretexto de las bio-patentes. En la actualidad, las modificaciones de las capacidades metamórficas de los cuerpos que practican las biotecnologías, intensifican la obsesión de la humanidad por la eterna juventud, el perfecto canon de belleza y en definitiva, la mejora de las cualidades de nuestra especie: la eugenesia.

Marisa González, Piel y pulpa, 2022.
Vista de la exposición, Palacete del Embarcadero, Santander

Las tecnologías de poder han universalizado un pensamiento tipológico en el que los dualismos binarios abarcan cualquier dimensión de la biología social. Pasión hermafrodita reivindica la intersexualidad de los sujetos. Entiende el sexo-género como una “forma cultural de configurar el cuerpo” que se expresa como “una actividad performada”. Una coordinación estratégica desde el consenso de las biopolíticas que moldea el paradigma del “cuerpo social”. Paul B. Preciado sostiene que en el escenario posthumano, el género podría entenderse como una sucesión de procedimientos biotecnológicos que se inscriben en el cuerpo. Reitera que la “arquitectura corporal es política” y que existe la posibilidad de intervenir en esas construcciones que han producido formas de representación que parecen naturales pero que en realidad están consensuadas. Hay disidencias y resistencias que sobrepasan los muros de contención del poder disciplinario, del poder normalizador. Son precisamente nuestras relaciones de interdependencia las que interfieren en los procesos de domesticación del cuerpo y su comportamiento, y Marisa González apunta a la urgencia de sanear estas cuestiones relacionales.

Marisa González, Piel y pulpa, 2022.
Vista de la exposición, Palacete del Embarcadero, Santander

Piel y pulpa

Es inevitable aludir al ensayo de Donna Haraway, Cuando las especies se encuentran, para concluir y entender cómo esta artista devuelve la mirada a cualquier especie vegetal que fotografía hasta producir una simbiosis natural que construye el “devenir-con” de las formas comunes. Una interdependencia de las especies que provoca un desorden de las categorías y configura otras posibles clasificaciones de parentesco y clase. Una altermundialización en la época geológica del antropoceno que rechaza las desigualdades y apuesta por la multiplicidad de un mundo heterogéneo y conectado.

Marisa González, Piel y pulpa (serie Pandemia), 2021.

Sobre Marisa González

La creación artística de Marisa González nace del hábito de coleccionar y archivar objetos que encuentra en fábricas, playas, supermercados o basuras. Esta artista multidisciplinar, precursora de la aplicación de las nuevas tecnologías de reproducción y recursos multimedia en el proceso creativo, tiene además la imperiosa necesidad de observar con atención el mundo que la rodea a través de lentes, computadoras o cualquier dispositivo que le permita evidenciar la manipulación y mutación del procedimiento como parte de su poética.

Licenciada en Música por el Conservatorio de Bilbao y en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, Marisa González completa esta formación con un Máster de Artes Plásticas en el Art Institute de Chicago y grado de B.F.A. en la Corcoran School of Art de Washington DC (Estados Unidos). A comienzos de la década de los setenta, utiliza la primera fotocopiadora a color en su proceso de creación en Sistemas Generativos del Art Institute de Chicago. Este será el inicio de su relación con las nuevas tecnologías, que usará como herramientas de expresión artística hasta la actualidad y que la posicionaránn en el ámbito nacional e internacional como una figura clave del arte electrónico y del feminismo.

Participó en el primer ARCO (1982); en la exposición de inauguración del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía denominada Procesos, Cultura y Nuevas Tecnologías (1986), en la que comisarió 3 áreas; en la exposición Crisis Cultura Crisis del Círculo de Bellas Artes de Madrid (1992); y en la primera edición de PHotoEspaña (1998). Su obra ha estado expuesta en importantes instituciones y eventos internacionales como la Bienal de Venecia, el Museo de Arte Contemporáneo de Seúl, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid (MNCARS) o el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Asimismo, formó parte de la primera junta directiva transformadora del Círculo de Bellas Artes de Madrid (1982), de la junta directiva de la Asociación de Artistas Plásticos en diferentes etapas, y será una de las socias fundadoras de MAV, Mujeres en las Artes Visuales, siendo más tarde su vicepresidenta.

 

Marisa González, Piel y pulpa (serie Chayotes), 2022
Marisa González, Piel y pulpa (serie Pandemia), 2022
Marisa González, Piel y pulpa (serie Chayotes), 2022

 

Marisa González, Piel y pulpa, Palacete del Embarcadero, Muelle de Calderón s/n, Santander. Del 4 de marzo al 1 de mayo de 2022.

Comisaria: Sonia Higuera.

Más información:
www.marisagonzalez.com

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