Haizea Barcenilla al inicio de su ponencia (2022)
SEGUIR CON EL PROBLEMA: HAIZEA BARCENILLA
Por Ana Quiroga
Haizea Barcenilla es Profesora Agregada de Historia del Arte en la Universidad del País Vasco. Sus líneas de investigación giran en torno al análisis desde el feminismo de los procesos de visibilización y socialización del arte, prestando especial atención a las exposiciones y a la historiografía. Es co-Investigadora Principal del proyecto “Desnortadas. Territorios de género en la creación artística contemporánea” junto con Maite Méndez, de la Universidad de Málaga. Entre sus textos se pueden destacar “Incluir o replantear. Como exponer e historizar a las mujeres artistas” o “Estrategias translúcidas y contraimágenes: romper con la representación hegemónica”. Asimismo, es comisaria de exposiciones, desde 2019 en colaboración con Garazi Ansa; su último proyecto conjunto es la exposición “Baginen Bagara” en el Museo San Telmo de Donostia. También es crítica de arte y colabora con diferentes medios, como el periódico Berria y el programa de Euskadi Irratia Amarauna.
El 1 de abril del 2022 tenía lugar en la Sala Alcalá 31 de Madrid la segunda jornada del ciclo de conferencias Seguir con el problema, organizado entre la Comunidad de Madrid y M-Arte y Cultura Visual. Centrada en torno a la canónica obra de Donna J. Haraway, en esta ocasión el objetivo era responder a la pregunta clave «¿De dónde venimos?». Tras la conferencia previa en la que Concha Lomba presentaba algunos de los relatos de mujeres artistas españolas que han logrado sobrevivir a la censura patriarcal, Haizea Barcenilla partía de su posición como comisaria e investigadora para centrarse en cómo las instituciones museísticas dan cabida (o no) a la diversidad real del panorama artístico.
Bajo el título “Éramos y somos. Reflexiones en torno a una exposición”, Haizea Barcenilla confronta desde un punto de vista feminista el modus operandi con el que los museos y centros de arte gestionan el comisariado de sus exposiciones. En este punto, Haizea analiza tanto qué artistas son seleccionadas (destacando el porcentaje reducido de mujeres presentes en la mayor parte de los casos estudiados) como el modo en el que estas son presentadas al gran público. En este sentido, llama la atención cómo en aquellos casos en los se opta por hablar de artistas «mujeres», se tiende a hacer uso de un cierto tono parternalista y condescendiente con las mismas.
Enfocando a las artistas mujeres que logran superar la censura patriarcal con el filtro de la «excepción que confirma la regla», gran parte de las instituciones museísticas de nuestro país (y parte del extranjero) tienden a generar un relato donde lo femenino se presenta como la otredad. La rareza reseñable. Aquello que, no siendo habitual, debe ser destacado y remarcado. Enfocado y analizado como una avis rara. De este modo, lo femenino queda reducido a ese arquetipo maltrecho y despojado de matices donde solo cabe ese tipo de «feminidad» que encaja con los arquetipos de géneros, definidos y defendidos desde el sistema patriarcal.
Frente a estas prácticas cuestionables y más habituales de lo que correspondería a la época en la que nos hayamos, Haizea Barcenilla reivindica un modo propio y real de entender y comprender la gestión cultural desde una perspectiva verdaderamente inclusiva. Partiendo de casos destacables donde sí se percibe un tratamiento justo de todos los géneros más allá del masculino, Haizea invita a las instituciones y centros artísticos a repensar(se) y a asumir el fallo, de cara a una gestión verdaderamente representativa de nuestra sociedad. Una crítica que hace igualmente extensible a los medios de comunicación, quienes por norma general tienden a continuar con el enfoque patriarcal de los centros culturales en sus críticas a las exposiciones.
Para ello, Haizea plantea dos preguntas a modo de eje central de su ponencia: ¿para qué sirven las exposiciones de mujeres artistas? y ¿qué buscan las instituciones artísticas, exposiciones de mujeres artistas o sobre mujeres artistas?, un doble interrogante al que Haizea respondía de forma práctica a través de la exposición Baginen Bagara. Artistas Mujeres: Lógicas de la invisibilidad, comisariada por ella y Garazi Ansa para el Museo San Telmo (Donostia / San Sebastián).
Tomando el caso práctico de Baginen Bagara como contrapunto narrativo, Haizea recordaba con una suave nota de ironía el escaso interés de los centros de arte por afrontar los comisariados de una forma justa y representativa. Desde un punto de vista puramente cuantitativo, Haizea recogía los datos a los que los informes de MAV nos tienen acostumbradas: en el caso del Museo de Bellas Artes de Bilbao, apenas un 5,7% de exposiciones individuales se dedicaron a mujeres. En el caso de la Sala BBK, el porcentaje se reduce a un 3,3%. Más allá de la mera cuestión cuantitativa, es igualmente determinante el modo en el que estas son concebidas. Esto es, si se busca un enfoque crítico con el sistema, o simplemente se pretende rellenar huecos, limpiar la pátina de machismo con un poco de violeta y seguir en la misma línea de siempre. Una conducta que el Museo de Bellas Artes de Bilbao no dudaría en tener en el 2014, año en el que este museo se acogió a las Miradas de Mujeres de MAV con el fin de limpiar su imagen, limitándose a poner sin orden ni concierto algunas obras de mujeres.
Contraponiéndose a estas malas prácticas, Haizea ofrece algunos consejos o guías útiles para los comisarios más perdidos. Para empezar, se aconseja documentarse correctamente acerca de las artistas con las que se va a trabajar. Un mínimo trabajo documental que permita al menos no tener erratas flagrantes en las cartelas y que muestren un cierto interés. Para seguir, sería conveniente que, más allá de lucirse con exposiciones momentáneas y esporádicas, los museos hiciesen gala de sus almacenes y sacasen de las sombras a tantas creadoras ocultas entre bambalinas. Y para terminar, Haizea apura la crítica a los periodistas culturales, quiénes en más de una ocasión no hacen otra cosa que acrecentar el enfoque paternalista y patriarcal de los museos que ovacionan.
Ahora bien, visto que algunos no tienen muchas ganas de ponerse a trabajar en esa supuesta deconstrucción que nunca llega, Haizea nos invita a dejar lo pasivo y accionar una gestión propia en femenino plural. Quizá sea el momento de tomar las salas nosotras, de imponer nuestra voz y de rescatar, con ese arduo y no siempre reconocido trabajo de investigación, la voz de tantas acalladas en los libros de historia. Reescribir un relato nuevo. Quizá la vía más compleja, pero la más justa.