CATACLISMO

AFRONTANDO Y CONFRONTANDO EL PROBLEMA: UNA CONCLUSIÓN

Un momento del debate final con Monica Mura, María Bueno y Julia Cabrera
(de izquierda a derecha).

 

AFRONTANDO Y CONFRONTANDO EL PROBLEMA: UNA CONCLUSIÓN
Por Ana Quiroga

Después de tres días de intenso debate y reflexión, el ciclo de conferencias Seguir con el problema, organizado desde M-Arte y Cultura Visual con el apoyo de la Comunidad de Madrid, llegaba a su fin el sábado 2 de abril de 2022. Tras la potente acción performática de María Bueno y Monica Mura, el foro de la Sala Alcalá 31 mudaba a silencio por unos segundos, intentando asimilar todo lo aprehendido. Tras esa breve pausa, Marta Mantecón iniciaba el debate final con Monica Mura, María Bueno y Julia Cabrera. Un debate que, en cierto punto, acogía igualmente las reflexiones de los días previos de Maribel Domènech, Marina Vargas, Concha Lomba y Haizea Barcenilla, dejando igualmente la puerta abierta a todas y cada una de las asistentes, incluso aquellas más desapercibidas de las últimas filas. Un diálogo fascinante donde hemos podido contar con personalidades diversas, algunas de ellas ocultas por la oscuridad de la sala.

De entre los diferentes temas que se abordaron en este debate cabría destacar la pugna por ser visibles dentro de los centros artísticos y museísticos, la reivindicación por unas condiciones laborales justas dentro de la gestión cultural y la búsqueda de un diálogo justo en aras de ese feminismo interseccional que se reivindicaba a lo largo de las jornadas. Por otra parte, también se recuperaron varias de las cuestiones presentes a lo largo de las jornadas, tales como la responsabilidad de las instituciones museísticas para con las mujeres artísticas (apelando a la intervención de Haizea Barcenilla) o la necesidad de reivindicar una herstory en femenino plural (tal y como sostenía en su ponencia Concha Lomba).

A modo de conclusión final de las jornadas, Marta Mantecón recogía el testigo de Julia Cabrera, quien concebía el museo como “un lugar para sanar tus heridas”. El museo sería, pues, un espacio para recogerse y repensarse. Frente a una visión más pesimista, Julia apuesta por un enfoque constructivo hacia las instituciones artísticas. Una praxis que no siempre es posible y que pasa muchas veces por asumir el peso sistématico y sistémico del patriarcado y del capitalismo dentro de estas instituciones. En este punto, Julia no deja de recordar a los museos su deber social de repensarse y asumir las críticas que se le hagan desde la sociedad.

Desde una postura más incisiva, Margarita Aizpuru afirmaba que esta autocrítica desde las instituciones artísticas muchas veces solo es posible cuando median leyes de por medio. Sin una obligación legal, muchos centros acaban delegando esa necesidad de repensarse y continúan las malas prácticas. En este sentido, Margarita invitaba a asumir lo real y a atravesar las grietas del sistema, nunca sin olvidar cómo este nos puede acabar devorando, aún yendo con nuestra mejor intención. Por mucho que se venda otra imagen desde estas instituciones, estas van a tender a contratar a aquellas artistas que, supliendo la cuota de los márgenes, satisfagan y no molesten. Siempre en la justa medida. Frente a esa tendencia de las instituciones y centros artísticos, Margarita apela a la capacidad de resiliencia. A poner límites y a ser conscientes del lugar que ocupamos como sujetos políticos. Al mismo tiempo, invita a continuar la lucha fuera de los centros de poder y a hacer más grandes esas pequeñas grietas en el sistema, accionando la resistencia desde los márgenes. Siendo conscientes de la dificultad. A su vez, Margarita apelaba igualmente a ese concepto de museo abierto que recogía Julia Cabrera en su charla, invitando a repensar no solo los modos artísticos, sino el medio mismo. En resumidas cuentas, crear nuevas redes culturales, centros expandidos, siguiendo la línea de Haraway.

Respondiendo a esas premisas de Aizpuru, Monica Mura llama a continuar con el trabajo de los artistas de arte vivo, desde la performance hasta la danza. Esa búsqueda de nuevos escenarios y nuevos lenguajes artísticos que rompan con los límites férreos del museo es clave para ella. Tras las palabras de Monica, María Bueno apostaba por los cuidados como un lugar de alianzas, no estratégicas, sino tentaculares. Más allá de esto, María plantea la necesidad de crear genealogías propias y superar la crítica continua hacia las malas prácticas. Si bien la denuncia es necesaria, María apuesta primeramente por otras formas de crear, más expansivas. Como bien decía ella misma, «no se trata de ceder espacios, sino de crear oportunidades».

Para Haizea Barcenilla, es precisamente en la mediación donde se ve esa ausencia de autocrítica que aún define a las instituciones artísticas. Destacando la labor de profesionales de la educación y pedagogía como Julia, Haizea reclamaba unas condiciones más justas para este sector, quizá uno de los más olvidados en la gestión cultural, dejándolos siempre para un escenario secundario y apenas presente durante el montaje y la preparación de la exposición. Una posición de incertidumbre que según Julia se ha de aprovechar para incentivar el debate entre la institución y el público de la exposición. Esto es, hacer del problema un recurso y accionar desde ahí una respuesta crítica hacia el sistema.

En este punto, Rocío de la Villa apuntaba lo vital e imprescindible que es la figura de los mediadores y educadoras sociales, especialmente a la hora de limitar y acentuar la crítica hacia la actitud altiva y exclusiva de algunos centros e instituciones, ante la constante negativa de estos a asumir la autocrítica y la revisión de ese discurso monolítico en masculino singular. Una visión en la que la propia Rocío consideraba indispensable un marco legal limitado y revisado desde una perspectiva de género, herramienta imprescindible de cara a apuntalar un código de buenas prácticas en las instituciones públicas, pagadas por todas pero enfocadas constantemente hacia esos sectores privilegiados. Una revisión que, según Julia, debe extenderse igualmente a la plantilla de trabajadores del museo. Así, recuerda que muchas veces las trabajadoras de la limpieza y mantenimiento no son tenidas en cuenta en esos discursos oficiales. Una realidad que refleja la hipocresía que aún persiste en las instituciones artísticas y que se traduce igualmente en la precariedad de los salarios de la mediación cultural.

Superando toda visión derrotista, María Bueno

María Bueno apostaba por proponer una alternativa al sistema patriarcal y capitalista que determina las instituciones artísticas de un modo ligero, dándole la vuelta a la tortilla. Asumiendo la complejidad del asunto, Bueno invita a la reflexión y a invadir los espacios antes de que las instituciones nos cedan espacio. Más allá de espacios dedicados a la cuestión de género o decolonial, María Bueno aboga por reivindicar una presencia real y plural en los centros e instituciones artísticas. Para ello, Margarita Aizpuru reivindicaba no solo la presencia ineludible de un marco legal que vigile el cumplimento de las buenas prácticas en los museos, sino la presencia de observatorios que velen por la presencia continua y real de esa diversidad plural que reivindicaba María Bueno. Según Aizpuru, la clave para ejecutar la resistencia feminista en las artes visuales no es otra que accionar un doble sistema de presencia: estar dentro de las instituciones museísticas pero al mismo tiempo estar presentes fuera, en las calles. Crear redes, tejer resistencias multidireccionales que enfrenten al sistema desde lo real. Como ejemplo de estas buenas prácticas, Aizpuru proponía crear una red de contactos de profesionales mujeres que alcancen todas las áreas, desde carpinteras hasta montadoras o diseñadoras gráficas.

Asumiendo el debate y aceptando el desafío, todas las que de una u otra manera hemos podido participar dentro de las jornadas de Seguir con el problema hemos comprendido un dato clave: no hay resistencia sin fuerza, y no hay fuerza sin colectivo. Sin sabernos acompañadas. Gracias a estos y otros eventos, las mujeres aprendemos otros modos de tejer y de enredarnos en nuevas vías alternativas desde las cuales luchar contra el sistema. Recargando fuerzas, asumimos el desafío y lo abrazamos.

 

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